Kuric rinde al Baskonia y lanza al Gran Canaria a la final de la Supercopa Endesa

Desde que se reeditó el torneo en la temporada 2004-2005 ninguno de los equipos que ejerció de anfitrión logró alzar el título. Falló el Baskonia en los tres precedentes anteriores y también en esta ocasión ante un enemigo de cuidado. Se presentaba el Gran Canaria en Vitoria como uno de los equipos más pujantes de la pretemporada ACB con seis triunfos sin fallo, a una media de 92,3 puntos por partido, y con ventajas de 19,8 con respecto a sus rivales. El proyecto de Aíto García Reneses, que se asentó como solvente cuarto finalista de la Liga Endesa y tocó techo con las finales de Eurocup (2015) y Copa del Rey (2016), se reinventa este curso con fichajes lustrosos como los de Hendrix, Planinic (ex del Baskonia) y, sobre todo, McCalebb y con la baqueteada pizarra de Luis Casimiro. Enfrente, los cromos más rutilantes no llegaron a la cita. Faltaban el francés Rodrigue Beaubois (ex Dallas Mavericks entre 2009 y 2013 y máximo anotador durante los amistosos de preparación con 17,5 puntos de media) y el italiano Andrea Bargnani, segundo número 1 del draft NBA en jugar en España tras Ralph Sampson (Caja de Ronda 1992-93).

Tampoco estuvo el recién operado Daniel Bordignon y llegó entre algodones Shane Larkin, coronando la tortuosa puesta a punto del equipo de Sito Alonso, que ya tuvo incluso que anular un compromiso ante el CAI por falta de efectivos y apenas ha contado con los internacionales Shengeila, Blazic, Voigtmann y Hanga para un puñado de entrenamientos. Tormentos de una globalización radical que reunía en el Buesa Arena 16 nacionalidades distintas entre los 24 jugadores de ambas plantillas y tan solo cuatro nacidos en suelo español.

La enésima reconstrucción del Baskonia tiene el reto de dar relevo al brillante proyecto del curso pasado, semifinalista de la Final Four. Se fueron casi todos: James y Bourousis al Panathinaikos, Adams al Xinjiang chino, Causeur al Brose, Bertans a los Spurs... y Perasovic, el alquimista, al Efes.

Así las cosas, entre movimientos y desajustes, altas y bajas, acoplamientos y conexiones, se presentaban dos de los equipos de la zona noble de la ACB en un pulso con características de cita a ciegas; sin coordenadas ni referencias, con más dudas que certezas, en plena planificación de una expedición maratoniana que se prolongará durante los próximos 10 meses.

Racha de triples

Comenzó el partido con un alto nivel defensivo y un bajo porcentaje de acierto. Los grilletes de Rafa Luz sobre McCalebb y los primeros puntos de Hanga permitieron al Baskonia firmar un 11-5 de inicio. Pero el dominio en el rebote (5-14 en el primer cuarto; 18-26 al descanso), con Báez y Planinic al mando, permitió a los amarillos cimentar un parcial de 2-12 que equilibró el pulso (17-17, m. 12). A partir de ese momento comenzó el recital de Kyle Kuric que dinamitó el equilibrio con cuatro triples con los que el Gran Canaria comenzó a hacer camino (21-30, m. 18).

Se marchó el Baskonia a la caseta con un pobre 1 de 10 en triples, pero encontró el interruptor en el tercer acto. Dos bingos de Cooney y uno más de Rafa Luz desmontaron el optimismo amarillo y devolvieron el partido a la casilla de salida (36-36, m. 25).

Los de Sito Alonso fortalecieron su propósito de enmienda con la puntería de Cooney y marcaron territorio con un tapón de videoteca de Blazic a Báez. El conjunto vitoriano anotó más puntos en el tercer parcial (28) que en los dos anteriores juntos (13+12), pero la aparición estelar de Oliver contuvo la embestida baskonista con cinco puntos consecutivos cuando el Buesa estaba a punto de entrar en ebullición (53-53, m. 30). La cuarta personal de Hanga lastró el sprint del Baskonia; sin embargo, el martilleo de Shengelia y el impulso de Diop bastaron para estirar la rendición (70-70 m. 37). Pero el Gran Canaria fue más equipo rumbo a la final.