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El Valencia sufre para ganar al Alavés

Parejo transforma un penalti en los últimos minutos y da al equipo che la primera victoria

Nani controla el balón.
Nani controla el balón.MIGUEL ÁNGEL POLO (EFE)

El efecto Voro surtió efecto en Mestalla. Con las mismas miserias y escasas virtudes que arrastra de la temporada pasada y en el comienzo de la presente, el Valencia consiguió su primera victoria del curso, con orgullo y sin fútbol, balsámica como pocas, celebrada por la afición valencianista como si se hubiese clasificado para una final europea. Venció al Alavés y no pareció poca cosa, saludando los jugadores en el centro del campo al terminar el partido, en una comunión perfecta con la grada, maniquea como pocas.

Con el empate en el marcador y escaso juego, Mestalla la cogió con Parejo, para bien y para mal protagonista en el césped, por su compromiso con la posición de mediocentro que ocupa, no siempre dúctil en la creación como ante el Alavés. Parejo pasó de villano a héroe, al asumir la responsabilidad de lanzar el penalti en los instantes finales del partido, cuando el empate parecía invariable, por la torpeza del Valencia y la escasa ambición del Alavés, condenado por un gol en propia puerta y un tropiezo de última hora de Marcos Llorente con Bakkali, la última bala que Voro introdujo para cambiar el resultado final. Tiene ángel el entrenador de urgencia al que el Valencia recurre entre las transiciones por los cambios en el banquillo caliente de Mestalla. La séptima victoria de nueve partidos dirigiendo Voro al Valencia que abandona la posición de colista.

El técnico que asuma el banquillo de Mestalla tiene trabajo por delante. Y mucho, al igual que la parcela deportiva que se supone competencia de García Pitarch, con una plantilla que presenta más sombras que luces, sin un nueve referencia, Munir no es Alcácer, con un centro del campo limitado en recursos, falto de líderes en el terreno de juego, fundamental también en la dirección en un equipo en construcción.

Con respecto a Ayestarán, Voro no cambió una coma en la presentación del esquema, sí en el transcurso del encuentro, ni de salida los protagonistas, tampoco dispone el Valencia de una plantilla profunda y sublime, un buen grupo de futbolistas sin más a falta de formar un conjunto y desarrollar una idea, con todo, con aparentes más mimbres que el Alavés, dedicado en un principio a mantenerse en pie, sometido el conjunto vitoriano a la intensidad del Valencia con más intención que lucidez.

Conocedor de la casa por su etapa de jugador y breve estancia como entrenador, el plan inicial de Pellegrino requería de contención y paciencia. Todo lo que no consiguiera el Valencia sumaba a favor del Alavés, protegido a través del esférico. Sin continuidad en el juego ni precisión en el pase, el conjunto che encontró aliento con un aliado inesperado. Laguardia, en un intento de despeje, cabeceó con precisión en dirección contraria, hacia la portería de Pacheco, tras un centro enroscado de Gayà, lo mejor del conjunto che hasta esos instantes, después de 28 minutos de partido.

El gol apenas cambió la dinámica de un Valencia partido en dos, unos pocos defienden y otros menos atacan, desordenado en la presión, con más soltura el Alavés, cada vez más cerca del área de Alves, con un Toquero incombustible, protagonista en el último instante del primer acto, autor del empate tras rematar de cabeza sin oposición alguna a la salida de un córner. Ni la defensa de las jugadas a balón parado es el fuerte del Valencia en este arranque de temporada.

Con Santi Mina sustituto del intrascendente Rodrigo, tras el descanso el Valencia aumentó los decibelios, con más presencia que esencia en el área de Pacheco que contempló con alivio como el poste izquierdo se aliaba con él tras un cabezazo de Mangala, en un partido ya falto de gobierno, con más fuego el Valencia, cadente y ordenado el Alavés conforme con lo que acontecía, salvaguardando el punto y esperando su momento, impacientando a Mestalla, con Parejo de nuevo centro de las iras, sin esconderse el de Coslada mientras su acompañante en el eje, Enzo Pérez, capitán del equipo ni se muestra ni ofrece solución alguna. Y Parejo, como tantas veces ha sucedido en Mestalla pasó de villano a héroe, al trasformar la pena máxima a tres minutos del final, tras señalar el árbitro un penalti por un tropiezo de Marcos Llorente con el revulsivo Bakkali. Respira el Valencia con la victoria. Una vez más gracias al efecto Voro.

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