Ni Celta ni Standard merecen ganar en Lieja
Una versión muy rebajada de los gallegos rescata un empate ante los belgas en un anodino partido
El Celta tiembla como una hoja otoñal. Se ha visto último en la Liga y con la sensación de que le han quedado deberes por hacer en el mercado de fichajes y no se reconoce, acostumbrado como estaba a encarar con sus armas a cualquier rival. No semeja que a mediados de septiembre, y tras un vistazo a calendario, oponentes y marcadores cosechados, haya argumentos para sentir urgencias porque la cita europea llegaba después de que solo quepa reprocharle al equipo su derrota ante el Leganés. Caer ante el campeón y el subcampeón de Europa entra dentro de lo admisible, pero algo destila el Celta que no convence, ni siquiera a su entrenador que rebaja la exigencia en su discurso para enojo de aquellos que se olvidaron de donde vienen y como van.
Pero al Celta también cabe exigirle por lo que ha mostrado en una excelente gestión de recursos. Y volvió al continente y lo hizo rebajado, también con un once de circunstancias, abarrotado de habituales suplentes, con una falta de tensión y de identidad que transmitió la idea de que más que ante una cita de las que se apuntan en los libros de historia estaban ante un inoportuno bolo. Todo remitió a una cierta displicencia en el equipo de Berizzo, ya desde el momento en el que una confusión a la hora de entregar la alineación al árbitro impidió la reaparición de Fontàs, siempre eficaz en el manejo de la pelota desde atrás, y en su lugar se alinease Sergi Gómez.
La indolencia se trasladó al césped cuando a los dos minutos David Costas quiso enviar un pase horizontal de veinte metros en defensa y lo telegrafió a flamencos y valones, también al togolés Dossevi, que caracoleó entre la apatía del resto de zagueros y puso al Celta por detrás no solo en intenciones sino tambien en el marcador.
De pronto el equipo de Berizzo pasó del frío a la fiebre. Se templó, para su fortuna, con un inopinado gol de Rossi tras un golpeo lejano ante el que no supo responder el veteranísimo meta Gillet, pero ni de vuelta a la igualdad activó el Celta su estilo. Penó por los problemas para sacar la pelota desde atrás que le impidieron no ya armar juego sino que propiciaron claras oportunidades de gol para el Standard. Ni en corto ni en largo movió la pelota el Celta, irreconocible, afortunado por la falta de puntería del delantero Benito Raman, que debió haber adelantado al Standard antes del descanso.
Ya no volvieron a llegar los belgas a la meta de Sergio Álvarez, pero el Celta no pasó del gris. Enfrascado en un sistema con tres centrales que le acunó en su área, sin que Pione Sisto y Naranjo, que supusieron ocho millones de coste este verano, lograsen enganchar, sin profundidad en los laterales ni toque en la medular, con Rossi olvidado, languideció ante un rival con múltiples carencias que también busca alivio a una mala racha de resultados que ya se han llevado por delante a un entrenador, un Standard con más heráldica que presente. Nadie mereció ganar, así que los goles premiaron los errores y el empate tanta nadería.
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