Carlos Coloma da al ciclismo la medalla que necesitaba
Recuperado de una grave fractura en el hombro y entrenado por un boxeador, el riojano logra el bronce en el mountain bike
El mundo fue a ver a Peter Sagan a Deodoro, donde sobre las ruinas de viejos cuarteles y cárceles de tortura de la dictadura militar brasileña se construyó un parque olímpico flamante. La atracción del eslovaco duró poco. El campeón del mundo en ruta, que, dejándose llevar por sus raíces ciclistas y sus orígenes, decidió competir en el mountain bike de los Juegos salió el último, remontó 40 puestos en un comienzo fulgurante, pinchó y acabó doblado. No estuvo a la altura de las expectativas que su genio había generado.
El mundo regresó hablando de Nino Schurter, el múltiple campeón mundial que, al fin, a los 30 años, tocaba el oro olímpico que se le negaba. Los españoles, ellos, aplaudían a Carlos Coloma, riojano de Albelda de Iregua, quien no solo había estado a la altura de las expectativas, sino que las había superado. Las de los demás, por supuesto, a los que sorprendió su medalla de bronce. Las suyas, no. “En Río la voy a liar”, advirtió Coloma, de 34 años, después de tener que abandonar, hace unas semanas el Mundial de Nove Mesto, en la República Checa. La plata fue para el checo Jaroslav Kulhavy, el ciclista que derrotó a Schurter hace cuatro años en Londres.
“Pensaba en medalla desde el diploma olímpico de Londres. Sabía que podría rendir al 120%”, dice Coloma, cuya fortaleza de espíritu se vio reforzada en 2013 por una caída que le dejó un hombro deshecho. “Pasé un año en blanco, pero en 2014 pude volver. “Soy regular en Copa del Mundo [es 12º en el ranking mundial], pero mi objetivo era Río. Sabía que podría con la medalla. Para ella me he preparado muy duramente en el gimnasio y en los caminos con la guía del boxeador José Ignacio Barruetabeña y de Mikel Zabala”.
Eran los terceros Juegos de un biker cuya carrera siempre ha transcurrido a la sombra de la de José Antonio Hermida, espectacular y mediática figura de la bicicleta de montaña mundial, doble campeón del mundo, medalla de plata en Atenas 2004 y estilista de un equipo que lleva largos bigotes de sheriff en homenaje a su alter ego, Johnny Pistolas.
“Estoy dispuesto a ser el nuevo líder carismático del mountain bike español”, dijo Coloma, maestro de la ironía, ya hace 10 años. El momento de la fama ha tenido que esperar. El camino ha sido complicado para Coloma, que ya fue campeón de España en 2005 y tuvo que esperar 11 años más para volver a subir a lo más alto del cajón. “Años en los que siempre estuve en el podio”, dijo el líder del MMR, el único equipo español que participa regularmente en la Copa del Mundo. MMR es la marca de un fabricante de bicicletas de Asturias, una empresa en la que participan el exciclista José Luis Rubiera y el campeón olímpico de Pekín Samuel Sánchez.
Los de Pekín fueron, precisamente, los primeros Juegos de Coloma, una participación que estuvo en el aire hasta el último minuto y que generó hasta un conflicto diplomático entre La Rioja, su comunidad autónoma, y Andalucía, la del otro pretendiente al puesto, Rubén Rufaza. En 2004, en Atenas, Coloma había sido el perjudicado por una controvertida decisión del técnico de la federación, que le dejó fuera en beneficio de Iván Álvarez. Para Río, fue el primer fijo del técnico Cristóbal Sánchez. Le acompañaron David Valero, compañero en el MMR, que acabó noveno, y Hermida, Johnny Pistolas, 15º en sus quintos Juegos, a los 37 años.
Pese a la lluvia que había convertido las grandes avenidas de Río en una pista resbaladiza para los maratonianos, en el circuito de Deodoro no hubo barro. Los Juegos exigen siempre pistas artificiales, con buen drenaje, buenas vistas para los espectadores y ausencia de raíces de árboles, la esencia de un deporte disputado en todo momento en los límites del umbral anaeróbico. Coloma comenzó valientemente, intentando seguir el ritmo salvaje de Schurter desenfrenado en busca de su grial, y de Kulhavy, que se negaba a perderlo. Cuando el suizo y el checo le dejaron, no se hundió. El riojano supo buscar su sitio. Lo halló junto al francés Maxime Marotte, con quien compartió las últimas vueltas hasta que con un ataque final lo dejó y se fue solo a por el bronce que premia al ciclismo español, buen proveedor de medallas en casi todos los Juegos, que corría el peligro de volver seco de Río, como lo había hecho de Londres hace cuatro años. “En la tercera vuelta me la jugué, había que morir”, dice. “Me he dejado la piel”.
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