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Triunfo y triunfalismo

El ‘superjueves’ comenzó espectacular para España, con la victoria de Carolina Marín en semifinales y el oro de Craviotto y Toro, y acabó con las chicas del baloncesto y las medallas de Joel González y Eva Calvo

Toro y Cravitto, con su oro en el K-200m.Vídeo: EL PAÍS VÍDEO
Carlos Arribas

No hay Juegos sin días como el de ayer, ya bautizado superjueves,para el deporte español. Días en los que desde casi el amanecer y hasta la medianoche, desde todas las esquinas lejanas de la ciudad olímpica, resuenan trompetas victoriosas y se oyen los vítores dedicados a sus deportistas. El país que languidece en el medallero de repente recobra los colores, recompone su espíritu y, arrastrado por la marea del éxito, se proclama feliz. Los análisis, las reflexiones, las investigaciones sobre las causas de los problemas detectados en días anteriores, se olvidan.

Todo se ha hecho bien, como dice el jueves. Al mediodía, España ya era 13ª en el ránking que estos días tienen más valor incluso que la lista de las cotizaciones en bolsa. Cinco oros, una plata, dos bronces. Suficiente para que se empiece a firmar que hay menos medallas pero de más valor, que se está como los países del entorno, que el fin de semana terminará de determinar lo bueno que es el deporte olímpico español y sus atletas, tan grandes.

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El detalle de los éxitos, y el recuerdo de los fracasos, debería dar lugar a otra fotografía.

El jueves caluroso amaneció en la cálida pista del bádminton, donde no funciona el aire acondicionado que congela los pabellones para evitar que sus corrientes de aire gélido se diviertan con el volante. Allí, Carolina Marín ganó su semifinal (ya es medallista segura, dirán los contables del éxito) a la china Li Xuerui, la campeona olímpica de Londres. La muralla china, la metáfora utilizada por la zurda de Huelva y por su entrenador, Fernando Rivas, ya ha caído. Marín será solo la tercera europea que en la historia de los Juegos dispute una final de bádminton. Es el éxito de un proyecto individual, de un equipo que se ha formado alrededor de una jugadora de gran talento sin telarañas en los cerebros ni legañas en los ojos. El éxito es de ella y de su método, de las ideas de Rivas, y de su ambición, que asustaron de entrada a los responsables técnicos de la federación. El sistema Rivas espera su experimentación con otros jugadores.

En la laguna de Rodrigo de Freitas los días de viento sur las olas parecen las del mar y las barcas capotan y naufragan. Los días de sol y calor las olas las hacen de alegría los palistas españoles, que no paran. Primero, el martes, fue el polluelo, Marcus Cooper Walz, que habla mejor el catalán casi que el inglés paterno o el alemán materno. Después, el superjueves, fue el K2, Craviotto-Toro. Más tarde podrá ser el K4, lo que sería el triunfo absoluto, la imagen del éxito de la federación que ya ha ganado tres medallas en Río, y todas de oro, pues en el canal de aguas bravas ya triunfó hace una semana Maialen Chourraut.

Tampoco los éxitos tan dorados del piragüismo van más allá del proyecto y la estructura de una federación que ha sido capaz en los años de crisis de invertir el 85% de su presupuesto en alto rendimiento. Pese a ello, unos ocho millones de euros en el ciclo olímpico, la raíz del éxito es la dedicación de los palistas y sus técnicos, su deseo de perfección.

Por la escasez presupuestaria, la federación solo ha podido tener un coordinador técnico el último año, y solo a media jornada. El presupuesto de material es tan mínimo que muchas de las embarcaciones en las que entrenan en los centros de perfeccionamiento de Trasona, Sevilla y Madrid y han competido en Río son alquiladas. No había dinero para comprarlas. A Río solo han llegado los piragüistas que según la federación tendrían posibilidades de alcanzar por lo menos la final. Hasta el momento, son un pleno: o medallistas o diploma olímpico todos. Por ocho millones de euros en cuatro años: tres medallas de oro y las que puedan venir.

El día del baloncesto

El día del triunfo y el triunfalismo continuó con las chicas del baloncesto metiéndose en la final por primera vez en su historia, con cuarto puesto en vela de Echegoyen y Betanzos y se cerró sin oro pero con dos medallas en taekwondo. La primera, de bronce, para Joel González y la segunda, esta de plata, para Eva Calvo. Y al día siguiente, hoy, el superpartido de los últimos cuatro Juegos: España-NBA.

Los dos equipos de baloncesto, un deporte profesional, son los únicos que superaron la criba clave de sus torneos olímpicos, el partido de cuartos que da entrada a la disputa por las medallas. Cada selección es un mundo y cada mundo es sus problemas, pero coincide que todas las que cayeron en cuartos —el balonmano femenino, los dos waterpolos, los dos hockeys y los rugbys— son aquellas que dependen más de la planificación y financiación que definen la política deportiva de alto rendimiento. Ese es el valor que se mide en el medallero. No la gran calidad de sus deportistas, que de esa nadie duda.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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