Los conflictos internacionales también compiten en Río
Los Juegos Olímpicos acogen desencuentros entre deportistas de países enfrentados
El conflicto árabe-israelí y la crisis de los refugiados sirios no respetan la tregua olímpica ni el espíritu de los Juegos, que cita como el sexto principio fundamental "el disfrute de los derechos y libertades establecidas en la carta olímpica serán resguardados sin discriminación de ningún tipo, como raza, color, sexo, orientación sexual, idioma, religión, opinión política, nacional o social, de propiedad, lugar de nacimiento u otro estado". Eso sí, en ediciones pasadas, los incidentes políticos fueron más protagonistas. Ahí están las ediciones suspendidas por las guerras mundiales, los años del boicot mutuo de rusos y estadounidenses o la polémica Berlín 1936, bajo la dirección de Hitler. Pero, Río, salvando las distancias, no está siendo ajeno a episodios de fricción entre atletas de naciones con heridas abiertas.
No hizo falta esperar ni a la ceremonia de inauguración para que dos delegaciones de Próximo Oriente mostraran su enfrentamiento. El capitán del equipo olímpico del Líbano negó la entrada a la delegación israelí al autobús que debían compartir para la ceremonia inaugural en el estadio Maracaná. El Comité Olímpico Internacional, responsable de designar el transporte de los atletas, les había asignado a ambos el mismo vehículo. "El comité organizador observó el comportamiento descortés de la delegación del Líbano e inmediatamente nos concedió otro bus", declaró el delegado de los israelíes, Gili Lusting, a la agencia Associated Press. Los libaneses, en boca de su representante Salim Haj Nicola, argumentó que tenía el derecho de bloquear la entrada porque el autobús estaba reservado para su equipo.
Los roces y enfrentamientos afloraron de nuevo en la ceremonia de inauguración. La delegación palestina no pudo disponer de su uniforme para el desfile: las maletas habían sido retenidas por Israel, parada obligada en el curso de su viaje a Brasil. Tuvieron que improvisar una equipación: chaleco negro sobre camisa y pantalón blancos, remedo de la bandera palestina.
En el tatami de yudo también se han vivido desencuentros. Tras perder el combate en la categoría de más de 100 kilos, el egipcio Islam El Shehaby se negó a estrechar la mano de su contrincante israelí, Or Sasson. El egipcio resultó amonestado y fue expulsado de los Juegos. Si bien no es obligatorio el saludo posterior a la pelea en las reglas del yudo, el COI calificó su actitud contraria al "espíritu de amistad" del encuentro deportivo. Un caso menos claro es el de la yudoca saudí Joud Fahmy, que según la revista Newsweek, se habría retirado de la competición para evitar a Gili Cohen, israelí, en la siguiente ronda. La federación olímpica saudí alegó que la atleta se había retirado por una lesión que había sufrido durante un entrenamiento.
Pero quizá la mejor manifestación de la extensión y dureza de las tensiones políticas en el mundo es el equipo de refugiados, que bajo el aval del Comité Olímpico y con la bandera olímpica como su insignia, acoge a 43 atletas desplazados a la fuerza de sus países. Thomas Bach, el presidente del COI se refirió a ellos en la inauguración: "Estamos todos afectados por la magnitud de esta crisis de refugiados. Con este equipo queremos enviar un mensaje de esperanza a todos los refugiados del mundo".
Un contrapunto feliz
Con la mirada del mundo entero que el espectáculo deportivo por televisión y redes sociales, Río también ha mostrado gestos de acercamiento y reconocimiento inauditos. Un fotógrafo de la agencia Reuters capturó una escena típica entre adolescentes y jóvenes de hoy: dos amigas en plena sesión de selfi. Algo Irrelevante y mundano si no fuera porque las dos protagonistas pertenecen a dos naciones rivales. Hong Un Jong, de 27 años, es norcoreana y Lee Eun-ju, de 17 años, de Corea del Sur.
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