Michael Phelps no puede parar
El estadounidense se impone en la final de los 200 estilos, suma su cuarto oro en Río y se convierte en el primer nadador de la historia en ganar cuatro veces un mismo evento
Michael Phelps conquistó su cuarto oro en Río, su 22ª medalla de oro olímpica en total, en la final de 200 metros de estilos combinados, la prueba que mide a los más rápidos, los más perfeccionistas y los más versátiles en el arte de desplazarse por el agua profunda sin más ayuda que un gorro y un par de gafas. Tocó la pared con dos segundos de ventaja sobre su competidor más próximo, se agarró a la corchea, y mirando a su madre Debbie, que estaba en la grada, le mostró cuatro dedos de su mano derecha. Era la primera vez en la historia que un nadador conquistaba cuatro oros en cuatro Juegos consecutivos en un mismo evento. Señal de que este deporte no es apto para mayores. Indicio de que al nadador de Baltimore, de 31 años, le mueve un deseo incontenible y misterioso. Tan incontenible que a la media hora volvió a tirarse al agua para competir en las semifinales de 100 mariposa, cosa que hizo clasificándose para la final del viernes sin contratiempos.
Phelps ejerció un dominio absoluto sobre la prueba de estilos. Desde su posición privilegiada en la calle cuatro, comenzó por vigilar de cerca a sus rivales, todos extraordinarios. A su izquierda, Ryan Lochte, el récord del mundo de la especialidad (1m 54,00s) y su compañero de equipo, con el que había nadado cada una de las tres finales olímpicas que había disputado. A su derecha Thiago Pereira, el mejor nadador brasileño, coreado por la multitud del centro acuático con cánticos propios del fútbol en un griterío ensordecedor. En la calle seis Kosuke Hagino, la estrella japonesa, verdadera celebridad en su país, que llegaba a la prueba con la mejor marca del año (1m 55,07s).
“Michael hizo una gran carrera táctica”, dijo Bob Bowman, su entrenador. “Nadó muy controlado. No me parece que su coste energético haya sido muy alto. Creo que no apretó a tope. Su hubiera ido fuerte habría hecho el primer 50 en 24,4 segundos no 24,8s. Es una lástima que los 200 estilos se naden al final del programa, cuando acumulas tanto cansancio. De otro modo, Michael habría batido el récord mundial”.
Phelps nadó el parcial de mariposa con el segundo mejor tiempo (24,9s) tras Pereira. Cuando completó el 50 de espalda solo lo superó Lochte, que es un especialista. Empleó la braza para ponerse al frente (33,51s) y cuando enfiló el último largo, Pereira se había fundido y Lochte no resistía el embate de Hagino. “Pensé que todos saldrían muy rápido y habría alguien más que resistiría hasta el final”, dijo Bowman, encogiéndose de hombros. “Curiosamente, después de tantos años siendo su peor estilo, hoy ha ganado terreno a partir de la braza”.
Los 200 estilos son un rompecabezas. El ejercicio en sí es tan complicado, está tan sujeto a la realización detallada de cada gesto a la máxima velocidad, y es tan difícil de hilar los cuatro estilos sin fallar en alguna transición, que la mayoría de los nadadores de primer nivel prefiere dedicarse a pruebas más específicas. La excelencia de Phelps no solo le permitió batir el récord mundial en 11 ocasiones entre 2003 y 2008. En Río le permitió bajar de 1m 55 segundos, algo que solo han hecho dos personas: él y Lochte. Su marca, 1m 54,66s, es la octava mejor marca de la historia y su segundo mejor tiempo desde 2008. Hagino fue plata con 1m 56,61s y el chino Shun Wang bronce con 1m 57,05s
“Cuando volví a entrenarme en 2014 supe que no sería un proceso fácil”, dijo, al salir del pabellón, "y que debería pasar por un dolor por el que quizás no quería pasar. Pero era algo que tenía que hacer y creo que de algún modo me puse inconscientemente en situación de tener que volver".
Phelps insiste. Tenía que volver a nadar. Tenía que enfundarse el uniforme del equipo de Estados Unidos para poder limpiar su imagen manchada por la detención y posterior suspensión deportiva por conducir borracho en 2014. Debía recuperar los títulos perdidos en los Juegos de Londres. Era imperativo. Como si no pudiera vivir sin la natación. Como si el cajón de agua de 50 por 25 metros le ofreciese la posibilidad de definirse como ser humano porque fuera de él la existencia le resultase insoportable. Bowman confesó en cierta ocasión que llegó a temer por su vida. Lo dijo después de la crisis autodestructiva que le llevó a la comisaría y a una clínica de desintoxicación en el desierto de Arizona. Aquella crisis de la que salió con terapia psicológica y natación. Literalmente. Natación en la alberca del jardín de The Meadows, la onerosa clínica de rehabilitación de adicciones. Un enclave aislado en pleno secarral, entre la meseta de Colorado y el desierto de Sonora.
“Allí”, recordó, “había una piscina de 15 metros y un día me dieron ganas de nadar unos largos…”.
Las decenas de millones de dólares que ha acumulado a base de patrocinios e inversiones convertían su actividad deportiva en prescindible desde un punto de vista financiero. Solo él puede saber si fue su sentido del honor o su miedo al vacío lo que le arrastró a la conquista de más medallas. Hoy su logro es de tal magnitud que existen 91 países en el mundo que han ganado menos de 26 medallas olímpicas, el número de trofeos conseguidos por Phelps a lo largo de 16 años. Nadie posee más condecoraciones. Este jueves, además, se aseguró su 15 medalla de prueba individual, batiendo el récord de 14 que ostentaba la gimnasta soviética Larisa Latynina.
"En estos meses he sido más feliz que nunca nadando", dijo. "Me siento como cuando tenía 18 años. Quería volver a ser lo que fui y volver a competir en este nivel de modo consistente. No ha sido fácil. Recuerdo una vez, tras mi regreso, en el Grand Prix de Charlotte que me decía: ‘¿Qué diablos hago nadando otra vez? Estoy tan lento. Esto es terrible... ¿Qué está pasando? Era frustrante’. Solo tuve que creer en Bob. Por alguna razón le creí cuando tenía 11 años y nunca me falló, hiciera lo que hiciera”.
Bowman cree que, tras la final de 100 mariposa y los relevos de 4x100 estilos, debe retirarse. “Está en un lugar tan bueno personalmente que realmente necesita dejar la natación”, dijo el entrenador, al acabar la jornada del jueves. “Y hasta cierto punto es lo decente. La gente necesita dar un paso al costado. Él solo quería irse a su manera y con la frente alta. Acabar el trabajo y seguir adelante. Tiene muchas cosas por hacer. Tiene un plan distinto. Y está en el lugar indicado para empezar una nueva vida”.
Alguien le preguntó a Phelps si le quedaba algún reto por cumplir. “¿Qué me queda por hacer? ¡Dos pruebas más!”, dijo, con una carcajada, señalando a las finales del viernes y el sábado. “Eso es lo mejor. He conseguido todo lo que me propuse conseguir. Todo lo que imaginé. Todos los sueños que tuve cuando era niño”.
“Ahora es más doloroso salir del agua”, confesó. “Mi cuerpo no se siente como el de un chico de 18 años. Pero estoy disfrutando de este deporte como cuando tenía 18. Disfruto de entrenar. Durante mucho tiempo busqué atajos: ‘Ahora me salto una semana de entrenamiento por aquí, otra semana por allá…’ o ‘no quiero hacer esa serie de 100 mariposa…’. Cuando volví en 2014 le dije a Bob que tenía carta blanca: ‘Sea lo que sea que quieras, lo haré’. Estaba abierto a hacer lo que me mandara. Puede que salir de la piscina me tome más energía y sea más duro, ¡pero es tan dulce sentir que estás en lo alto del podio escuchando el himno nacional! Cuando me retire lo echaré de menos”.
Lo mismo dijo en Londres, hace cuatro años, tras anunciar que se retiraba.
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