Portugal avanza por el alambre
Los de Cristiano Ronaldo funden a Polonia en los penaltis y llegan a semifinales sin haber ganado un partido a 90 minutos
El fútbol tiene tantas aristas que el primer semifinalista de esta Eurocopa ha llegado tan lejos sin ganar un solo partido a 90 minutos: Portugal. Con tres empates en la fase de grupos, una victoria en la prórroga ante Croacia y un bingo en los penaltis frente a Polonia, Cristiano, gris toda la noche, ya tiene su segunda final a tiro tras el enorme chasco de 2004 en su tierra, batido por la increíble Grecia. Con tanto paseo por el precipicio, quien sabe si no será este la gran momento de los portugueses, la selección que más partidos ha jugado en la historia de la Eurocopa sin levantar el trofeo, y van 33. Polonia, renacida en el escaparate internacional, se quedó por el camino tras un partido más emotivo, por incierto, que de juego atractivo.
La jornada prometía cuando al fin apareció Lewandowski, que llevaba siete meses sin marcar con Polonia y solo había rematado dos veces en esta Eurocopa. Con estos tipos que ligan con el gol desde la cuna no te puedes fiar, así que a los dos minutos, el ariete del Bayern se sacudió la pesadumbre. Una pifia de Cedric, que calculó mal en un intento de despeje, abrió las puertas a Grosicki, que asistió desde la izquierda a su capitán, preciso en el remate. Sin calentar, Portugal ya estaba helada. Sus jugadores notaron la sacudida y el equipo se deshilachó. Los lusos llegaron tarde al partido, al menos media hora, hasta que se inspiró el joven Renato Sanches, otro que ya es del Bayern, que suele tener buen ojo para los fichajes. Y este chico tiene cuajo, es potente, hábil y descarado.
Fue un partido muy parejo, sin nadie que colonizara el juego. A impulsos de unos y otros, con episodios espasmódicos en ambos bandos, el duelo discurrió sin riendas, discontinuo. Sólido en defensa, a Polonia le gusta la carrera, tiene futbolistas con turbo, como Blaszczykowski, Grosicki y Milik. Al contrario que Portugal, es un conjunto muy definido. Krychowiak, que con la pelota en posesión hace bisagra entre los dos centrales, le equilibra, Lewandoski, con su gran forro físico para proteger el balón de espaldas, le estira y casi todas las circulaciones transcurren por las orillas. No las custodió bien el cuadro de Fernando Santos y por esa vía se llevó más de un susto.
A Portugal le sobran intermitencias. Cuenta con buenos futbolistas, y algunos tan buenos como Cristiano, pero no es un equipo redondo. A la sombra André Gomes y Moutinho, este durante más de una hora, a los lusos les costó atornillar el medio campo, con CR, Nani y Joao Mario sueltos, desconectados. Un tirito de Cristiano que ni despeinó a Fabianski fue la puesta en escena del líder portugués. Una acción irrelevante en sí misma, pero que sirvió de espoleta a los suyos. Casi de inmediato, Pazdan arrolló con torpeza al genio portugués. El único que no vio penalti fue el árbitro, tampoco se lo chivó alguno del pelotón de colegiados que hoy enjuician.
A Portugal no le duró mucho el berrinche, porque poco después irrumpió Renato, a sus 18 años el debutante más joven con esta selección en un gran campeonato. El muchacho combinó de maravilla con Nani y armó un disparo con la zurda que pareció rozar en Kychowiak. Un alivio para los de Santos. No es fácil derribar el muro polaco, con zagueros muy aplicados y musculados.
Cristiano, gris toda la noche, ya tiene su segunda final a tiro tras el enorme chasco de 2004
Nada se alteró en el segundo acto, en el que tampoco hubo un claro dominador, como si uno y otro supeditaran todo a una huella de Cristiano o Lewandowski. Nadie les encontró, bien arrestados ambos. El madridista apenas tuvo otra cita con el gol que una gran asistencia de Moutinho que le dejó de frente con el guardameta polaco. Cristiano esperó a la pelota de espaldas y cuando quiso enfilar el disparo pegó una patada a la atmósfera. Nunca se le vio fino y también la prórroga, en la mejor oportunidad, se le escapó un control en el área pequeña por un meñique.
Bloqueado el partido, la prórroga resultó inevitable, pero no hubo remedio. Nadie hizo más méritos que el adversario y el reto derivó a los penaltis, esa suerte en la que se confunden víctimas y verdugos. Arrancó con CR, y gol. Lewandowski, gol. Los líderes al frente. Los porteros, ni olerla en los siete primeros lanzamientos. Hasta que se iluminó Rui Patricio y se lo detuvo a Blaszczykowski. Y la banderilla final, para Quaresma, el mismo que se la puso en la prórroga de octavos a Croacia. Cruz para la brava Polonia, cara para la “taquicárdica” Portugal.
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