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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Orfeo contra Cancerbero

Buffon, como Dino Zoff, son guardametas de longevidad mitológica, cancerberos, perros del Hades que protegen la entrada al infierno con las manoplas de terciopelo

Gianluigi Buffon en un entrenamiento con Italia.
Gianluigi Buffon en un entrenamiento con Italia.Antonio Calanni (AP)

La derrota de Italia ante Irlanda tuvo un efecto terapéutico respecto a la frustración que había supuesto la pavorosa noticia de enfrentarnos a los azzurri en la ronda de los octavos de final. Demostraba el resultado que son un equipo vulnerable, pero esta clase de ilusiones o de supersticiones antecedentes adquiere un valor anecdótico en la emergencia de una eliminatoria que va a disputarse en el umbral y la sugestión del fracaso.

Puede que España sea mejor equipo que Italia. Y que el 4-0 en la final de la última Eurocopa haya malogrado los antiguos complejos. El problema es que Italia es un antagonista perfecto. Y que su fútbol de orden defensivo, presión, estajanovismo y hasta cinismo le resulta particularmente incómodo a la holgura que reclama un equipo creativo.

No van a dejar respirar a Iniesta. Y no van a desquiciarse los italianos en el juego horizontal de España. Ni van a descomponerse nunca en la retaguardia. La apuntalan el portero y la defensa de la Juventus, hasta el extremo de que Italia podría alinearse este lunes con el uniforme bianconero de los turineses, amurallarse en la guarida de Buffon.

No van a dejar respirar a Iniesta. Y no van a desquiciarse, ni van a descomponerse en la retaguardia

Dirán nuestros rapsodas que juegan al antifútbol, pero esta clase de simplificaciones ventajistas tanto descuidan la crisis objetiva de héroes -ni Pirlo ni Totti ni atisbo de ambos- como subestima la devoción que los italianos profesan a la cultura defensiva. Se trata de preservar la virginidad, de convertir la red en el himen, en la tela, que custodia la pureza.

Y nadie mejor para protegerla que esa figura intemporal en que se ha convertido Buffon. Lo fue Dino Zoff. Guardametas de longevidad mitológica. Y, por idénticos motivos, cancerberos en sentido literal, perros del Hades que protegen la entrada al infierno con las manoplas de terciopelo y el número uno sobre la espalda.

Ocurre que la paciencia ha sido el rasgo distintivo de la Eurocopa. Le han sobrado a los partidos 85 minutos. Incluso 115 o 120, como lo demuestra la prolongación de los octavos de final. Se trata de esperar el momento, sobre todo en los equipos de recursos balompédicos precarios. El fútbol no se ha igualado por la calidad. Lo ha hecho por la corpulencia física, por la sofisticación estratégica y por la relevancia que ha asumido la mentalización.

Son tres excepciones a la idiosincrasia de La Roja. Jugadores pequeños, un entrenador sin pizarra y una psicología inestable, voluble. De hecho, las proezas de la selección española se han producido en la excepción estética y en el talento creativo. Hacemos música con el balón. E hizo música Orfeo para conseguir que el Cancerbero se adormilara y descuidara la puerta. Cuando despertó ya era tarde.

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