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Atasco suizo ante el orden rumano

Tablas en un entretenido partido en el que los helvéticos tuvieron el balón y su rival explotó los espacios

El lateral suizo Ricardo Rodriguez pugna con Bogdan Stancu.
El lateral suizo Ricardo Rodriguez pugna con Bogdan Stancu.GEORGI LICOVSKI (EFE)

Firmaron tablas Suiza y Rumanía y les salen las cuentas, que a veces acaban siendo de la lechera. Los primeros, a la espera de enfrentarse a Francia, sospechan que con los cuatro puntos que suman les bastará para entrar en los octavos de final al menos como uno de los mejores terceros. Los rumanos apuntan a un postrero triunfo sobre Albania para entran en ese cuadro final.

Rumanía es valiente y proletaria. No teme lanzarse al ataque, le gusta hacerlo en veloces transiciones y atrás trabaja como si no hubiera mañana. Lo hizo contra Francia y volvió a mostrar esos valores ante Suiza. No necesitan el balón los rumanos ni para llegar al área rival ni para sentir que carece del control del partido. Ante el anfitrión solo les derribó la genialidad de Payet. Suiza no tiene esa categoría y padeció un calvario hasta llevar el partido a su terreno. Con la igualdad se fue a la ducha con un sabor agridulce porque quedó sensación de que tenía argumentos para ganar.

A Suiza le dolió no marcar primero. No porque el partido cambiase de ruta sino justamente por todo lo contrario. Porque sintió además que todo lo que exponía no le llegaba ni para sacar un punto. Tuvo el gol por mediación de Seferovic, no lo encontró el ex jugador de la Real Sociedad y le castigó Rumania en un penalti tan evitable como evidente porque Lichtsteiner agarró ante el árbitro a Chipciu, una de las cuatro novedades rumanas respecto al once del primer partido.

Suiza palideció y Rumanía pudo hacer sangre si poco después Sapunaru emboca un balón que quedó suelto en el área tras una falta lateral. Lo envió al palo y desató la furia suiza, que con el mestizaje se ha desprovisto de aquel aire gélido que acompañó a sus futbolistas durante décadas.

Siempre debió mirar el retrovisor porque el rival no dejó de amenazar con una respuesta, pero Suiza fue insistente, jamás decayó, nunca se dejó vencer por la falta de puntería. Debió empatar antes del descanso. Dzemaili dejó pasar la opción de hacerlo con un remate franco de cabeza al que imprimió una mala dirección y retrasó la igualdad hasta que al poco de iniciarse la segunda parte encontró premio tras el rechace de un saque de esquina al que respondió Mehmedi con un zurdazo a la red.

Suiza palideció tras recibir el gol y Sapunaru pudo marcar el segundo al enviar un remate al palo 

A Suiza le faltó finura, a Rumanía le sobró tosquedad. Pero el partido ganó en ritmo a medida que descontó minutos. Sufrieron entonces los rumanos, que se aprestaron a un final de partido agónico. Dejaron de asustar, perdieron las referencias ofensivas y el partido caminó en un único sentido, el de la meta defendida por Tatarusanu.

Para entonces ya no estaba en el campo Seferovic, al que se podría achacar que no aprovechó sus ocasiones. Su sustituto, Embolo, ni las tuvo. No mejoró el cambio a Suiza, que buscó una última maniobra con Shaqiri por dentro y Lichtsteiner, que ya estaba acalambrado, como interior. Quizás debió haber transitado antes hacia la mediapunta el fornido jugador del Stoke para sembrar discordia entre el orden rumano. Tampoco parece que atraviese su mejor momento.

Shaqiri no brilló, pero el partido, agradable de presenciar, dejó en el escaparate alguna actuación individual sobresaliente. Xhaka, el nuevo mediocentro del Arsenal, pilotó a su selección con capacidad para mezclar tanto en largo como en corto; en Rumania descolló Chiriches, un central que apenas juega en el Nápoles y que saca el balón de atrás erguido y sin descomponerse, con un punto de sobrado riesgo. Justo lo que necesitará su equipo si quiere cerrar su pase a octavos el próximo domingo ante Albania. Y un poco de talento.

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