El Athletic apela a la experiencia para ganar al Celta
Aduriz y Raúl García remontan a un equipo que jugó bien con 10 más de medio partido por expulsión de Cabral
Hay partidos que los jugadores juegan en el campo pero los mastican en el sofá de su casa. Y a veces las digestiones son pesadas, no por frugales sino por lo inapropiado de los condimentos. A Gustavo Cabral se le hizo un albondigón en el estómago cuando mezcló la impericia de ceder la espalda a Aduriz y tener que derribarlo después -penalti, tarjeta y gol-, y por dejare un recadito en la cara a Aduriz cuando pasaba por allí: tarjeta roja directa y el Celta se queda con 10.
Fue el meridiano de un partido, el yin y el yan, la luz la sombra. Lo que había comenzado como un festival celeste de precisión, velocidad, organización, intensidad y ritmo frente a un desastre rojiblanco que se resume en todo lo contrario, dio un giro inesperado. El Celta que podía haber cosechado tres goles, e hizo solo uno, a cargo de Orellana en el enésimo contragolpe, se encontró con un empate inesperado, un jugador menos y toda una segunda mitad para convertir lo que era un estado de felicidad en un permanente sufrimiento.
El Athletic, que era un manojo de nervios, con las piernas y la mente cansadas, vio la luz cuando Aduriz le concedió el empate. Menos el pase, toda la producción fue suya: coger la espalda del defensa, provocar su error, ser derribado y lanzar el penalti engañando a Sergio. Director, productor y protagonista. Más aún cuando Cabral se marchó al vestuario por una inocentada. Fue como un remake de sí mismo.
Comenzaba entonces un partido de frontón, aunque el Celta o le hacia ascos al contragolpe. El Athletic ponía a prueba su imaginación, después de varios partidos triviales y el Celta su capacidad de sufrimiento. Le valía, en la clasificación, el empate al equipo de Berizzo en la lucha por ese quinto puesto que te ahorra el verano europeo apresurado. Y necesitaba el Athletic vencer para no disfrutar de esos largos viajes a lugares insospechados desde julio. Pudo desnivelar el marcador con un disparo sorprendente al poste, pero la imaginación se la guardaba para el final. Un centro de Williams se enredó entre las piernas de Raúl García y su marcador, ambos en el suelo. Anduvo listo el navarro y metió el empeine para levantar el balón desde el suelo frente al sorprendido Sergio. Cabral, en el vestuario, había comenzado su difícil digestión: cómo explicar que lo que parecía una magnífica comida pudo convertirse en una indigestión por un exceso de sal y pimienta.
Y aún así, el Athletic acabó temblando, sufriendo lo que había sufrido el Celta cuando el equipo gallego le sometió a un acoso desesperado. Tenía el partido todos los elementos entonces de los momentos cancheros: nervios, triquiñuelas, engaños, potencia, choques, saltos. Y pudo empatar Guidetti, pero Iraizoz repelió su disparo en el minuto 90. Pero todo había cambiado 50 minutos antes Y sin remedio.
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