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El Madrid cambia el viento

No hay victoria cualquiera en un clásico, y menos cuando uno de los contendientes acude al reto en inferioridad anímica y clasificatoria

José Sámano
Los jugadores del Real Madrid celebran la victoria en el Camp Nou.
Los jugadores del Real Madrid celebran la victoria en el Camp Nou.Paul Gilham (Getty Images)

Ganó a quien algunos etiquetaron como paria y sucumbió a quien otros creyeron ver en otra órbita. El fútbol procesa a su manera y en el último clásico de todos los clásicos venció quien de verdad quiso vencer, aunque solo fuera durante la media hora final. En un gesto de grandeza, llegado el último tramo, con todo en contra, el Madrid fue el único que sacó manos y dejó en la lona a un adversario con todo a favor. Tuvo motivos para presumir. Su último trago justifica la foto de la caseta, con los jugadores festejando como si hubieran llegado a la cima planetaria. No es para tanto, pero quién sabe si este Madrid no habrá cambiado el viento, el suyo o el ajeno. Los clásicos siempre dejan poso.

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No hay victoria cualquiera en un clásico, y menos cuando uno de los contendientes acude al reto en inferioridad anímica y clasificatoria, se asoma al escenario más hostil posible y en día de homenajes, se ve con un tanto de desventaja, su capitán se empeña en dejarle con diez y le descuentan un gol porque a un asistente le da la gana. En una noche de espinas, el Madrid apeló a sus viejos códigos de resistencia, sudor y orgullo y progresó hasta el brindis final cuando peor lo tenía. Pudo taparse con el 1-0, un respiro cuando aún no se le había ido de la cabeza el 0-4, pero no lo hizo. Pudo aferrarse al empate y tirar de Nacho como relevo del expulsado Sergio Ramos y rascar un punto de honra, pero no lo hizo. Pudo buscar coartadas victimistas con el árbitro al que le dio un vahído con el gol de Bale, pero no lo hizo. En este apartado la actitud de los visitantes fue extraordinaria, ni siquiera hubo gran bronca al juez. Por mucho menos, y no hace tanto, un técnico-pirómano que pasó por Madrid hubiera desatado la tercera guerra mundial. Zidane y los suyos se lo tomaron como un hecho accidental y fueron a por el partido. En la misma medida, también resultó ejemplar la lectura azulgrana. Nadie recurrió a escudriñar las faltas de Sergio Ramos, la hecha a Messi en la frontera del área de Keylor y otras cuantas. Da gusto con clásicos así, sin toxicidad. Solo fútbol, lo que tuvo el Madrid desde el gol de Piqué.

Hasta la crecida blanca, el Barça estuvo encantado de abanicarse con la pelota y dar muletazos en el centro de la plaza. Mientras, el Madrid, a resguardo, sin creerse su escudo, se sintió aliviado ante tal faena de aliño. Los azulgrana jugaron con el ya llegará y los madridistas, con el que no llegue. De partida, ambos aceptaron la presunta superioridad culé. El Real tardó una hora en percibir que tal subordinación solo era un espejismo, fruto de sus fundados temores ante la reciente historia con los barcelonistas. El Barça se lo hizo creer, con Messi cómodo, en las zonas de caldo, Neymar bajo el impecable arresto de Carvajal y Luis Suárez extraviado desde que fallara un gol inicial que solo era gol, gol o gol. ¿Virus FIFA? Iniesta, al que no le afectó, pasó la jornada sin que se le viera ni un meñique.

Mientras el cuadro de Luis Enrique iba por inercia y el Madrid cruzaba los dedos, el técnico asturiano intervino de mala manera. Rakitic, el tendal del Barça, el que sostenía al equipo frente a Marcelo y Cristiano, el que terciaba por el abandono de Messi en su banda fue relevado por Arda, que no ha dicho ni palabra desde que acabó su condena en enero. En un día de un Barça tan pragmático, Luis Enrique quiso envidar en vez de gestionar el duelo con un aguador en alza como Sergi Roberto y prescindir de cualquiera menos de Rakitic. De Iniesta o Neymar por ejemplo. Demasiado embrollo político.

Relegado el croata del Barcelona, Marcelo puso el turbo por la izquierda y empató Benzema. Sostenidos Neymar e Iniesta, Carvajal cogió la moto por la derecha, la que aquellos debían blindar, y Cristiano puso la puntilla a un triunfo que puede cambiar el panorama. El Madrid, además de la satisfacción para los suyos, ya sabe que el Barça no le queda tan lejos llegado un posible cruce de Liga de Campeones. El Barça, por su parte, es consciente de que este martes tiene cita con el dentista, con ese sacamuelas que es el Atlético, el primero que le amenaza en una Liga que ha cobrado vidilla. De cómo haya tomado nota del clásico y de cómo le vaya en la ida europea dependerá mucho su paso por Anoeta el próximo sábado, donde jugará sabiendo qué han hecho los de Simeone y los de Zidane. ¡No dicen que el fútbol es un estado anímico! Los miedos van y vienen, nadie está a salvo.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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