España no se encuentra
La selección empata a cero con Rumanía en otro mal partido
Puede que en la dormidera de estos dos encuentros haya mucho de lo que Cesc comentó tras el partido de Italia. El volante del Chelsea apeló al tramo de temporada, al pensamiento de los internacionales en sus compromisos con sus clubes, los que aún tienen que jugarse, y a la falta de entrenamientos y sesiones tácticas para resolver los problemas que le plantean los contrarios. Si Italia atoró a La Roja en Údine con ese 3-4-3 que ya se le atragantó con Holanda en el Mundial de Brasil, Rumanía lo hizo con un 4-4-2 convencional.
Cuando un jugador español supera los tres toques antes de pasar el balón, el estilo se achata para configurar a una selección roma y horizontal. De cara a la Eurocopa necesita un par de velocidades más en su juego de toque. Se espera que con Busquets e Iniesta y azuzada por la altura de la competición, la propuesta se ajuste más a esa concentración de talento de sus centrocampistas, los estandartes de todo lo bueno con lo que España ha cimentado su dominio del fútbol mundial. Si no hay velocidad de pelota, el tránsito por Francia puede acortarse antes de lo esperado.
Descosida España por momentos, a la intemperie ante las cabalgadas profundas y veloces de los rumanos, el bolo tuvo la actuación estelar de un viejo conocido. Se esperaba a Nolito, a Sergi Roberto y a Koke, incluso a Silva, y sin embargo fue Casillas el gran protagonista con un par de intervenciones de mérito a disparos de Stanciu. Uno cruzado abajo y otro raso pegado al palo. En las dos paradas fue exigido a ras de hierba y Casillas respondió rápido de reflejos. Esas dos intervenciones le sirvieron para mantener la portería a cero por octavo partido consecutivo y en todo lo alto el debate sobre la trascendente decisión que debe tomar Del Bosque cuando la pelota eche a rodar en Francia.
Es el balón sin duda el mayor problema con el que se ha encontrado España en esta minigira porque atacó mal con él y se rompió cuando lo perdió. No deja de ser sorprendente que en 180 minutos apenas se haya visto una jugada ligada que remitiera a su esencia. La trenzaron entre Bartra, Koke y Silva, y la finalizó Pedro con un remate mordido al pecho de Tatarusanu. La única vez que la pelota corrió de bota a bota con precisión fue la solitaria ocasión en la que los sobrios centrales rumanos Grigore y Chiriches se vieron apurados.
Irreconocible con el balón
Si España ya enseñó una fragilidad preocupante tras las pérdidas de balón en Údine, anoche también. Cada mala entrega abría el campo por delante a la conexión Stanciu y Andone para lo que no tuvo soluciones en primera instancia. El pase al espacio del chispeante diez rumano y las carreras a la espalda de los centrales españoles del delantero del Córdoba pusieron en jaque el sistema defensivo una y otra vez. La lentitud en los pases y el desorden alrededor de la pelota causaban esos agujeros que obligaron a correcciones apuradas de los centrales o a Casillas a comprobar de cerca esas oleadas veloces hasta su área.Tampoco hicieron pupa los laterales. Poco activo Mario en ataque y fallón y poco punzante Jordi Alba. Así que ni por el centro ni por los costados, pese a la intención de jugar con extremos abiertos, ni a la capacidad para romper que se le supone a los laterales.
No tuvo control España del juego, acostumbrada como está a manejarlo. Ni con el once inicial ni cuando Del Bosque comenzó la traca de cambios que introdujo en el campo a Cesc, Isco, Mata, Aduriz y Morata. Apenas viró el paisaje, quizá con un poco más de cuerpo en el juego, pero con la misma intrascendencia. El balance en Cluj resultó solo esa ocasión de Pedro y otra de Piqué a la salida de un córner que, solo ante el portero, remató muy centrado.
A dos meses de la Eurocopa, la vigente campeonaha dejado síntomas preocupantes con su arma preferida, la pelota. Solo las sobriedad de De Gea y Casillas, la profundidad de Morata y algunos apuntes de Aduriz, con y sin balón, pueden rescatarse. El resto, individual y colectivamente, necesitan una reactivación para afrontar con garantías la Eurocopa. Pero sobre todo, España necesita que la pelota le vuelva a fluir en el lenguaje en el que se la reconoce: limpia, clara y concisa.
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