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SIEMPRE ROBANDO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nadal aún no es sueño

Manuel Jabois
Rafa Nadal celebra su victoria en Wimbledon 2008 después de vencer a Roger Federer en la final.
Rafa Nadal celebra su victoria en Wimbledon 2008 después de vencer a Roger Federer en la final. REUTERS

Cuando tenía 17 años a Rafa Nadal le hizo ver el periodista Manel Serras en EL PAÍS que McEnroe iba diciendo por ahí que en seis meses estaría entre los primeros diez tenistas del mundo. Nadal contesta que cree que es una broma y resuelve: es imposible. Después se sincera de forma poco apropiada para un niño que ya estaba entre los 50 mejores: “Tal vez ni siquiera llegue nunca al top ten”.

Fue como si antes de la mayoría de edad Rafa Nadal depusiese lentamente las armas ante la mirada de su entrevistador: se envolvió no en el pesimismo de los derrotados de antemano sino en el escepticismo de los iluminados. “Quizás no pase lo que va a pasar. Quizás nadie tenga idea de lo que ocurrirá en los próximos diez años. Yo sí lo sé, por eso dudo de que pase”.

Nadal hablaba con nostalgia del futuro; echaba de menos lo que aún no había conseguido. En una frase tan inocente había resumido lo que le ocurrió a partir de entonces. Ser número uno del mundo, ganar la mejor final de la historia, derrumbar al mejor tenista que hubo nunca. Todo había pasado en un suspiro. Todo antes de los 25 años. Todo de tal forma que en plena juventud daba la impresión de ser un hombre de futuro irreparable: lo había quemado todo, lo había ganado todo, los había tumbado a todos. En el peor de los casos pasaría el resto de su vida boqueando como un pez en tierra; en el mejor, viviría buscando en cualquier acción algo de las antiguas emociones, como si hubiese dejado pendiente un último Roland Garros para concedérselo en la madurez, a modo de cumpleaños.

A Nadal su tío lo educó entre ficciones: le decía que podía hacer llover cuando le fuese mal en la pista. No fue al empezar a crecer sino al empezar a ganar cuando Nadal se liberó de la fantasía: cuando consiguió que la realidad fuese aún mejor que la ficción. Nunca se desprendió de las dudas, siempre sobre sí mismo, que espantaba de forma cruel en la pista sometiendo a los rivales a su dictadura. “Mi poder es la cabeza”, decía cuando era un crío. Al borde de la treintena su cuerpo está maltratado y su juego es irregular. Pero ha encontrado una emoción desconocida cuando las creía todas amortizadas: amagar con la derrota como la primera vez, extrañando lo que va a ocurrir, y volver a tumbarlos a todos.

Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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