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Pau Gasol, del pato de Memphis al señor Collins de Lakers

Los mil partidos y el éxito del jugador español en la NBA han discurrido en paralelo a una serie de episodios rocambolescos

Robert Álvarez
Pau Gasol, en Memphis.
Pau Gasol, en Memphis.RICARDO GUTIÉRREZ

La irrupción de Pau Gasol en la NBA le costó 3 millones de euros más el IVA. Esa fue la cláusula de rescisión que tuvo que negociar para desligarse del Barcelona. El pívot de Sant Boi no hubiera empezado el recuento de los mil partidos en la NBA que acaba de cumplir con motivo del duelo que Chicago perdió el sábado ante Charlotte —más otros 115 en los playoffs—, de no haber superado una serie de episodios a cual más rocambolesco.

El desfile de patos. El 27 de junio en Nueva York, Marisa, la madre de Pau, recalcaba: “En casa, Pau no es una estrella”. El pívot de Sant Boi hacía patente su ambición: “No vengo para estar en los banquillos”. Atlanta lo eligió en el tercer puesto del draft y lo traspasó a Memphis. Un día después, en la ciudad de Tennessee, Pau fue presentado como jugador de los Grizzlies en el Hotel Peabody, famoso por el desfile de patos que, desde hace 90 años, tiene lugar en la fuente situada en su hall. Pau, aquel día, empezó a comprender que el jugador está al servicio de los compromisos sociales y mediáticos que dispone la NBA. Al borde del colapso, sin apenas haber dormido, Pau supo desmarcarse de las preguntas que se le hicieron en el inglés de la América profunda que todavía no comprendía. “Esta os la responderá mister Battier”. Era su compañero en el draft, un destacado estudiante de la Universidad de Duke, de quien se decía que llegaría a presidente de Estados Unidos.

Primeros viajes. Pau Gasol se incorporó a los Grizzlies solo diez días después de los atentados del 11-S. “Acababa de regresar de Turquía, donde gané la medalla de plata con la selección en el Europeo. Fue muy impactante. Al principio no me lo creía. Aquellos hechos me crearon una duda muy razonable respecto al viaje que tenía que emprender para quedarme a vivir allí”, contó a EL PAÍS. Los problemas con los viajes afectaron a su familia. A finales de septiembre se trasladaron sus padres y sus hermanos. No pudieron llegar a su destino. Tras nueve horas de vuelo hasta Atlanta y nueve horas más de infructuosa espera en la aduana, fueron devueltos a Barcelona por un problema en su documentación.

Pau Gasol ejecuta un mate.
Pau Gasol ejecuta un mate.ASSOCIATED PRESS

Chanzas y Winnie the Pooh. La última etapa de Gasol en los Grizzlies fue, lesiones aparte, la más dura de su carrera. Una parte del público del FedEx Forum le culpó de los fracasos de un equipo al que él llevó por primera vez a los playoffs (2004-2006). Un locutor compuso una maléfica canción. Le tildaba de “mercenario”, de defender “clavado en el barro” y se preguntaba “¿quién quiere a un español llorón?”. Luego, en su primer año con los Lakers, le acusaron de soft (blando) y le compararon a Winnie the Pooh, el osito que apareció en algunas películas de Walt Disney. Pau se tomó la revancha imponiéndose después a los más grandes pívots de la NBA de la época: Dwight Howard, Garnett o Tim Duncan.

Le espera el señor Collins. Un día de junio de 2007, le indicaron a Pau Gasol que el señor Collins deseaba verle. Pau se encontraba ejercitándose en el gimnasio del hotel Juan Carlos I de Barcelona, cuando apareció. Se trataba ni más ni menos que de Kobe Bryant, que se hospedaba en el hotel con ese apellido falso. Lo que a primera vista pareció una conversación de pura cortesía sembró la semilla de uno de los traspasos más espectaculares en la NBA durante los últimos tiempos, el de Pau a los Lakers, donde jugó tres finales y ganó dos anillos. La historia de Pau, ahora, a sus 35 años, continúa en los Bulls: mil partidos, superando a legendarios como Magic Johnson o Larry Bird, 15 temporadas y una competitividad a prueba de bomba.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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