El Athletic descarrila en Granada
El conjunto andaluz aprovecha los errores ajenos y el gran momento de Success
Se puede hacer un ensayo psicológico sobre el efecto moral del gol en propia puerta a los cinco minutos de partido. O sobre el beneficio o el perjuicio de los parones ligueros cuando has alcanzado la velocidad de crucero y ganas los partidos por inercia (siete seguidos el Athletic, por ejemplo). O sobre el mítico espíritu samaritano del Athletic que suele, según la tradición, ayudar al necesitado (y el Granada, colista, lo estaba con un solo partido ganado hace tres meses). Se puede analizar lo que se quiera y explicar hasta lo inexplicable.
GRANADA, 2 - ATHLETIC, 0
Granada: Andrés Fernández;Miguel Lopes (Foulquier, m. 52), Babin, Lombán, Biraghi; Rubén Pérez, Fran Rico, Márquez; Rober (Rochina, m. 63), Peñaranda y Succes (Nico López, m. 76). No utilizados: Kelava, Mainz, Edgar y Agbo Uche.
Athletic: Iraizoz; De Marcos, Etxeita, Laporte, Balenziaga; San José (Bóveda, m. 74), Beñat; Williams (Viguera, m. 80), Raúl García, Susaeta (Sabin Merino, m. 67); y Aduriz. No utilizados: Herrerín, Elustondo, Eraso y Gurpegui.
Goles: 1-0. M. 5. Laporte, en propia puerta. 2-0. M. 59. Success.
Árbitro: Del Cerro Grande. Amonestó a Peñaranda, Susaeta, Aduriz, Rubén Pérez, Andrés Fernández
Unos 13.000 espectadores en el Nuevo Los Cármenes
Pero la realidad es terca y su terquedad dice que el Granada fue más inteligente, más activo, más organizado que su rival en un partido que nació caótico pero que el conjunto de Sandoval fue construyendo poco a poco ante la mirada perdida del Athletic. Y la realidad dice que entre los 28 futbolistas que participaron en él, solo uno se ganó ese titulo, el joven Success, un prodigio de fortaleza, velocidad y técnica que abrió una vía de agua en el Athletic hasta que agotado y roto se retiró en el minuto 59. Suyo fue el pase que Laporte empujó a la red (¿a dónde iba Iraizoz?) y suyo fue el segundo gol, tras otro error de Laporte en la salida del balón, culminado por un despeje atolondrado de Etxeita y un remate furioso del jugador nigeriano que se merecía un gol real y no uno accidental.
Y nació caótico el partido, sin continuidad, en el que solo la rutina de las faltas rompía la monotonía de los pelotazos. Los del Athletic buscaban la segunda jugada, presuponiendo que Aduriz cazaría el balón al vuelo. Los del Granada tenían un único destinatario, Success, que una y otra vez se escapaba por la banda izquierda sin que De Marcos, poco o nada ayudado por Williams, pudiera perseguir más que su sombra. En el centro del campo, Fran Rico, Rubén Pérez y Javi Márquez se mostraban muy superiores a Beñat y San Jose, no solo en número , sino también en organización.
Y en ese caos de faltas y pelotazos pudo sin embargo el Athletic empatar el partido un segundo antes de que Del Cerro Grande pitara el final del primer acto. Andrés Fernández, en su único error, se tragó un libre indirecto de Beñat y Aduriz remató a placer , pero la pelota golpeó en Ruben Pérez que evitó que el error de su portero acabase como el error de Laporte. Entre medio, un bocadillo de nada, solo aderezado por la sal de Success y la pimienta del joven venezolano Peñaranda entregado a una pelea sin descanso.
Mejoró el Athletic en la segunda mitad. Ya aparecía Williams, gobernaba Beñat y Aduriz encontraba más socios con los que compartir la pelota. Williams exigió lo mejor de Andrés Fernández tras un gran pase de Aduriz que poco después cabeceaba un córner al poste y posteriormente el portero del Granada repelía el reate de San José. Flaqueaba el Granada, más encogido en su campo hasta que llegó el segundo gol y el Athletic entendió el mensaje: había descarrilado en Los Carmenes después de su trayecto placentero en la Liga.
Hasta la última jugada, otro segundo antes de que Del Cerro Grande señalara el final del partido, fue un homenaje al descarrilamiento: un balón que se colaba en la portería de Andrés lo sacó Laporte al intentar remacharlo. Una mala tarde a tiene cualquiera. La buena la tuvo Success que, ya roto, fue ayudado por De Marcos, su víctima. Nobleza obliga.
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