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Bailando con ballenas piloto

El apneísta Miguel Lozano se sumerge entre los cetáceos en Canarias para sensibilizar a la población contra las matanzas practicadas en las Islas Feroe

Vídeo para la campaña contra la matanza de ballenas.Vídeo: Rafa Herrero
Carlos Arribas

Cuando Miguel Lozano se sumergió entre las ballenas piloto en las cálidas aguas canarias de La Gomera se sintió analizado permanentemente por un ojo que seguía todos sus movimientos, su silencioso buceo en apnea, sin botella de oxígeno. “Era una sensación extraña y agradable”, dice el subcampeón del mundo de apnea profunda. “Cada vez que buceaba, en periodos no más largos de dos minutos y a muy poco profundidad, me sentía parte de la familia, aceptado por los cetáceos. Pero si una cría se movía, se acercaba enseguida el macho para fijarte sus límites. Te dejan estar entre ellos pero te recuerdan que es su territorio”.

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Lozano, capaz de hazañas tremendas y de sumergirse a las profundidades más oscuras hasta que sus pulmones está a punto de reventar, es un habitante del mar como las ballenas piloto, o delfines calderones, primas hermanas de las orcas, que viven apaciblemente, comiendo calamares en familia, en el Atlántico canario. “Solo en Canarias y en Hawái hay poblaciones permanentes, familias completas en régimen matriarcal con una estructura social compleja, que de alguna manera los asemeja a nosotros como seres no humanos en lo más alta de la evolución sobre los océanos”, dice Lozano, que se lanzó hace un par de semanas a bailar con ellos, mamíferos que alcanzan los cinco metros de eslora y dos toneladas y medio de peso, para recordar a la sociedad que a los calderones que migran todos los años les esperan cerca del círculo polar ártico los habitantes de las Islas Feroe para emboscarlos y cazarlos en un ritual sangriento que repiten desde hace más de 1.000 años. “Para nosotros, los que nos hacemos llamar seres humanos, es la gran responsabilidad de salvaguardar no solo su supervivencia sino también su bienestar”.

Los calderones llegan a muy viejos, hasta los 60-70 años de vida y mantienen lazos familiares y amistades de por vida, fortalecidos por largos períodos en superficie, con una apretada agenda social.

Cerca de ellos, del buceador y de las ballenas a las que desconcierta ver sumergidas entre ellas, acostumbradas solo a ver objetos flotantes en la superficie, por encima, al buzo y sus aletas, otro buzo, Rafa Herrero, también en apnea, lo filma todo con una cámara de cine digital Red Epic Dragon a 6K, que ofrece seis veces más resolución que la alta definición. “Las ballenas piloto son prodigios de la evolución capaces de alcanzar los 30 kilómetros por hora en apneas a 1.000 metros de profundidad”, dice Lozano, quien en sus inmersiones estuvo tentado de seguirlas hacia las profundidades. “Pero entonces estaríamos muy oscuros para filmarnos, y para apreciar la belleza y la armonía es necesaria siempre la luz”.

Miguel Lozano, el día que batió el récord nacional de inmersión libre / M. L.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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