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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ligas fantásticas

En pleno debate sobre su regulación en EEUU, se sabe que la NBA es accionista de una de las principales empresas de juego ‘on line’

Carmelo Anthony y LeBron James.
Carmelo Anthony y LeBron James. Adam Hunger (USA Today Sports)

La NBA no importa. El mundo no iría a la deriva si grupos de personas dejasen de lanzar balones para hacerlos pasar por unos aros más veces que otros grupos de personas. Sus cimientos son endebles y dependen por completo de nuestro interés y preocupación por esos hombres y sus balones.

La propia fragilidad de la estructura hace que tienda a resquebrajarse con facilidad hasta el punto que la última amenaza de derrumbe proviene de las ligas fantásticas en las que la gente selecciona jugadores para hacer sus propios equipos.

Estas ligas son noticia en EEUU porque se está debatiendo sobre cómo deberían regularse. La opinión se divide entre los que dicen que son juegos basados en la probabilidad y deberían clasificarse como apuestas; y quienes afirman que el elemento principal es la habilidad y, en consecuencia, no deberían considerarse un juego de azar. El interés se debe a que alguien ha reparado en la cantidad de dinero que mueven. De hecho, las dos más importantes online, Fanduel y DraftKings, repartirán este año 3.000 millones de dólares en premios (de lo que se deduce que hay muchísimo más dinero en juego).

Las dos empresas más importantes ‘on line’, Fanduel y DraftKings, repartirán este año 3.000 millones de dólares  en premios (de lo que se deduce que hay muchísimo más dinero en juego)

El debate de las apuestas tampoco es tan interesante, la gente lleva haciéndolo desde la aparición del deporte, pero tiene su importancia por el trasfondo de amaños, corrupción y, en definitiva, su impacto en la propia naturaleza del deporte. Para complicar más las cosas resulta que la NBA es accionista de Fanduel algo en cuyas implicaciones no estoy seguro que hayan reparado sus mandamases.

Pongamos que eres fan de los Knicks y que, como seguidor del equipo, te gusta Carmelo Anthony. O al revés: te gusta José Manuel Calderón y, por lo tanto, ahora eres fan de los Knicks. Sea como sea, sigues al equipo de Nueva York porque ni uno ni otro existen baloncestísticamente sin su equipo. Pero eso es diferente para los participantes de las ligas fantásticas que sólo tienen ojos para jugadores individuales a los que cambian constantemente perdiendo de vista el marco que da la razón de ser a esos mismos jugadores. Y eso los convierte en una especie de hongos parasitarios. Puede que hongos en la uña del pie, pero hongos al fin y al cabo.

Como sé por propia experiencia después de quince años tratando de deshacerme de un pie de atleta que cogí en una ducha en Grecia, hongos y seres humanos no tienen una coexistencia muy agradable. Además sé lo suficiente como para entender que debo estar pendiente para evitar que colonice el resto de los dedos de mis pies, que salte a los de mis manos o que llegue a cualquier parte de mi cuerpo en la que pueda florecer.

Eso es precisamente a lo que la NBA se arriesga al tener un compromiso financiero con las ligas fantásticas, a que ese hongo en la uña del pie pueda tumbar el edificio entero. A eso o al menos a que, cuando vaya a la playa, la gente la mire raro.

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