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El Liverpool de Klopp coloca a Mourinho en el disparadero

Los 'reds' remontan a un Chelsea de papel, que se adelantó en el minuto tres y acabó consumando su sexta derrota en once partidos

GORKA PÉREZ
Coutinho marca el segundo gol del Liverpool.
Coutinho marca el segundo gol del Liverpool.Adam Davy (AP)

El Chelsea viste de azul pero tiene el alma negra. Reluce su camiseta pero se apaga su espíritu. Palidece cuando le vienen mal dadas y no encuentra el interruptor para salir del agobio. Mourinho tampoco parece comprender dónde se encuentra. No celebra los goles porque teme las remontadas y salvo en dos o tres jugadores no depositaría su seguridad en otros hombros. No le sigue el equipo y le huyen los resultados. Y hay poco margen para la mejora.

CHELSEA, 1 - LIVERPOOL, 3

Chelsea: Begovic; Zouma, Cahill, Terry, Azpilicueta (Falcao, m. 75); Ramires, Obi Mikel (Cesc, m. 69); Willian, Oscar, Hazard (Kennedy, m. 58); Diego Costa. No utilizados: Rahman, Bertrand Traore, Loftus-Cheek, Matic, Papy Mison.

Liverpool: Mignolet; Clyne, Skrtel, Sakho, Alberto Moreno; Milner (Benteke, m. 63), Leiva, Emre Can; Lallana (Lovren, m. 91), Coutinho, Firmino (Ibe, m. 75). No utilizados: Bogdan, Randell, Kolo Touré, Joe Allen, Origi.

Goles: 1-0. M. 4. Ramires. 1-1.45 (+3). Coutinho. 1-2. M. 74. Coutinho. 1-3. M. 82. Benteke.

Árbitro: Mark Clattenburg. Amonestó a Coutinho, Leiva, Emre Can, Obi Mikel

Stamford Bridge. Unos 41.000 espectadores.

Vivió de nuevo un apagón ante el Liverpool, tierno y con olor a nuevo, pero confiado a su nuevo guía. Un Jurgen Klopp pletórico, que aunque se pierde dentro del enorme chándal de los reds se nota henchido en sus creencias. Ante el Chelsea su equipo remontó un partido al que saltó dormido pero supo cómo salir de la cama y acabar vistiéndose de ocasión para una tarde de lucimiento.

No sabe a lo que juega el Chelsea, o sí, pero no le resulta efectivo. Por más que Mourinho intercambie los jugadores a su antojo, que lo hace a menudo, la manera de jugar de los blues no varía demasiado. Poco importa que sea Obi Mikel o Matic el que juegue en el centro del campo, o Ramires o Mison, la dificultad para elaborar el juego estará ahí, presente. Con Cesc en el banquillo y Hazard buscándose a sí mismo, el Chelsea es un grupo de corredores, entre los que solo está destacando Willian en medio de la tormenta. Fue el único atacante de los londinenses para quien no encontró la cura el Liverpool.

Alineó Klopp a un equipo con virtudes similares a las de su adversario, pero que adolecía, sin embargo, de las mismas debilidades. Emre Can y Leiva resultan jugadores interesantes a bajo ritmo, pero incapaces de asomarse por el ataque para generar superioridad. Solo Glyne, el lateral derecho, una especie de Glen Johnson rejuvenecido, se salió de su posición defensiva para aportar algo arriba. A partir de sus internadas intentó el Liverpool generar espacios, donde Lallana y Firmino se las deseaban ante dos centrales tan experimentados como Cahill y Terry. Pero entre ellos, entre las torres, de entre las sombras, apareció Coutinho con una linterna que acabó por deslumbrar a todo Stamford Bridge. 

Mourinho, durante el partido ante el Liverpool.
Mourinho, durante el partido ante el Liverpool.Matt Dunham (AP)

Antes, mucho antes, en el minuto tres de partido Ramires, un guepardo sin frenos cabeceó a la red un centro de Azpilicueta desde la banda izquierda. El lateral recibió un buen pase de tacón de Diego Costa (lo único potable que realizó el delantero hispano-brasileño) y colocó el balón en la cabeza de Ramires para desesperación de Klopp, que levantó las manos, palmas hacia arriba, como quien trata de averiguar si llueve. Y llovía, al menos metafóricamente.

Pero el Chelsea ya no es ese equipo capaz de convertir un 1-0 en un resultado definitivo. No defiende bien, concede demasiado y tiene las cosquillas visibles. Y ese es territorio de Coutinho. El brasileño cogió el balón cuando moría la primera parte, se lo acurrucó en la pierna izquierda tras un recorte torero y desengrasó la pierna para enviar la pelota, suave y con un movimiento rotacional similar al de la Tierra, al fondo de la portería de Begovic. Si los goles al borde del descanso atontan, este fue un guantazo imponente. Espabiló el Liverpool tras el descanso (aprendió por las malas que debía hacerlo) y siguió controlando la pelota, con calma, enviándola de un lado hacia el otro. El Chelsea, con Cesc en el banquillo y Pedro fuera de la convocatoria, no tenía herramientas para tratar de modificar un guion en el que poco a poco solo destacaban las frases de color rojo.

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Y de nuevo, entre ellas, emergió Coutinho. Esta vez repitió maniobra pero intercambió los pies y con el derecho envió de nuevo el balón a la red tras tocar, eso sí, en la pierna de Terry. Resulta sencillo adivinar a partir de quien montará Klopp su Liverpool, con el que todavía no ha perdido en cuatro partidos (dos victorias y dos empates). Y seguramente tampoco se olvidará de él Mourinho, que a pesar de contar con el apoyo de los aficionados, los números continúan con su sepultura. Para colmo, para redondear la pesadilla azul, Benteke, un delantero peleón, de otro corte pero con las ideas claras, se aprovechó de la pasividad de los centrales del Chelsea para marcar el tercer tanto con un disparo cruzado.

Parece complicado que los cimientos que mantienen anclado a Mourinho en el banquillo del Chelsea sigan resistiendo a unos temblores que han enviado a su equipo al fondo de la tabla (suma seis derrotas en once partidos) y que tienen a su entrenador en medio de una crisis de la que no parece saber cómo salir. Todo lo contrario le ocurre al Liverpool, que sonríe de carrillo a carrillo con estampa alemana y samba brasileña. 

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Sobre la firma

GORKA PÉREZ
Es redactor de la sección de Economía y está especializado en temas laborales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en Cadena Ser. Es licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster en Información Económica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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