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Sagan alcanza a su fama ganando el Mundial

El corredor eslovaco de 25 años, uno de los más queridos por los aficionados, gana en solitario con un magnífico ataque

Carlos Arribas
Sagan celebra la victoria en Washington.
Sagan celebra la victoria en Washington.Steve Helber (AP)

La primera vez que se habló de Peter Sagan, el eslovaco tenía 19 años, corría el Tour Down Under y, descarado y provocador, se coló en una escapada que guiaba Lance Armstrong, quien podría ser su abuelo. Cuando, dos años después, debutó en el Tour ganó la primera etapa, y la tercera y la sexta, y comenzó a hablarse de que el nuevo Merckx había nacido en Eslovaquia y se llamaba Peter Sagan. Ayer, cuando en Europa, en su Eslovaquia, era ya noche cerrada, el mundo volvió a admirar a Peter Sagan quien, con el sol aún iluminando las calles de Richmond, en los lejanos Estados Unidos, cruzó la línea de meta, se bajó de la bicicleta, mostró su pecho a todos, se dio la vuelta y se dedicó a recibir la felicitación de todos los rivales, de los derrotados por su ataque.

A los 25 años, ya convertido en figura por su forma de correr y por su forma de ser, por la manera en la que afirma su individualidad, su diferencia siempre que puede, también en la forma de celebrar sus victorias, en su voz ronca, Peter Sagan había alcanzado por fin el valor que la afición le auguró cuando comenzó. Había ganado el Mundial, se había ganado el derecho a vestir desde mañana el maillot más envidiado, el de color blanco con una franja horizontal y los colores del arcoíris.

CLASIFICACIÓN

1º. Peter Sagan (Eslovaquia) 6h.14m.37s

2º. Michael Matthews (Australia) +3s

3º. Ramunas Navardauskas (Lituania) +3s

5º. Alejandro Valverde (España) +3s

27º. Daniel Moreno (España) +12s

Su ataque en la recta adoquinada y tan empinada de la calle 23 de la capital virginiana, hecho de fuerza, intuición y genio, los pocos minutos en los que estuvo delante de todo el pelotón desencadenado en su caza, sus rizos fugitivos por debajo del casco, sus pedaladas en el descenso hacia la última subida sentado sobre la barra, valieron por todo el Mundial, por las más de seis horas anteriores, que apenas dieron nada.

Los españoles, bullidores y activos, hicieron lo que pudieron en un terreno que no era el suyo. Era territorio de Flandes, de subidas cortas y de fuertes porcentajes hechas para ciclistas de potencia, de más muslo que tobillo, de más fuerza y velocidad que clase e inteligencia. En ese trazado, el quinto puesto de Alejandro Valverde, derrotado en el sprint por la segunda plaza disputado 3s después de que Sagan cruzara victorioso la línea en la esquina de la calle cinco con Broad, por Michael Matthews (plata), Ramunas Navardauskas (bronce) y el favorito noruego Alexander Kristoff (cuarto), tiene gran valor. Purito, buen compañero en un terreno en el que no tenía nada que decir, ejerció de capitán de ruta, en mensajero de los recados que desde el coche quería transmitir el seleccionador Javier Mínguez a cola del pelotón: el precio de correr a la antigua, sin pinganillos, prohibidos en los Mundiales.

En un circuito de grandes avenidas anchas y muy rectas paralelas al río James ida y vuelta, y un pequeño cogollo de repechos al final, las grandes selecciones, las que más creían en sus posibilidades (la Holanda de Niki Terpstra, la Bélgica de Boonen y Van Avermaet, la Alemania de Degenkolb, la Italia de Viviani, la Australia de Matthews) intentaron implantar la ley de sus trenes tan potentes. A ellos se enfrentó, a dos vueltas del final una contra de siete iniciada por el holandés Bauke Mollema, en la que se infiltraron, entre otros, Boonen, Dani Moreno y el costarricense del Movistar Andrey Amador. Fue la única rendija táctica que permitía la planitud aburrida de la carrera, el único momento en el que los corredores debieron pensar qué hacer. Si no llegó triunfadora la fuga, como se sabía, sí sirvió para forzar la marcha detrás, para obligar a los líderes protegidos a gastar fuerzas, a ser ciclistas. Fue el prólogo al ataque tremendo de Sagan, un sprinter que no quiso esperar, quien sorprendió y resistió.

Después de ganar una etapa más en el Tour del 13, de Sagan tan admirado por los fans amantes de lo que se sale de lo trillado, cayó en una monotonía de segundos puestos que le permitía vestir de verde todo el Tour sin ganar etapas (cuatro maillots de la regularidad), que le regalaron una fama de buen perdedor perdida cuando la moto de la última Vuelta le derribó y le hirió llegando a Murcia: ese día, quizás, obligado a dejar la Vuelta a la semana de comenzar, ganó el Mundial.

Nunca ha ganado un monumento, un Flandes o una San Remo, pero ya ha ganado un Mundial. Solo tiene 25 años y una carrera muy intensa a sus espaldas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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