Recreo para la nueva hornada de los ‘All Blacks’
Los vertiginosos Savea y Milner-Skudder lideran el triunfo de Nueva Zelanda ante la débil Namibia (58-14)
Con el público neutral marcando viento a favor, Johan Deysel recibe el honor de llevar el último testigo para el ensayo de la dignidad. Namibia, derrotada en todos los encuentros mundialistas que ha disputado, no esperaba ganar a los All Blacks, pero sí mantener la dignidad. El resultado (58-14) puede parecer abultado, pero el pasado fue peor. Aunque la diferencia entre clases sigue siendo pronunciada en el rugby, este Mundial se aleja de marcadores centenarios, como el 142-0 que recibió el propio cuadro africano a manos de Australia en 2003. Ese calentamiento para los suplentes neozelandeses, una oportunidad para sus nuevos talentos, era una ventana al mundo para esa Sudáfrica de marca blanca.
A la media hora del partido empezaban a escasear los banderines de Namibia en la entrada al Estadio Olímpico de Londres. No es que la población del país africano se hubiera desplazado en masa, sino el aprecio casi cultural por el débil, el underdog. “Venimos de Oxford, pero esta noche los All Blacks no necesitarán nuestra ayuda”, sugería un hombre acompañado de su esposa y sus dos hijas. Y es casi impensable un guión en el que los papeles estén más claros. Cuando llegó el descanso (35-6), Namibia ya había encajado su punto número 1.000 en el torneo.
El partido era importante para los dos alas neozelandeses, Julian Savea y Nehe Milner-Skudder, que firmaron una actuación mejorable ante Argentina y acabaron siendo reemplazados antes de lo que les habría gustado. Solo ellos y el segundo línea Sam Whitelock repitieron titularidad tras los 12 cambios efectuados por el técnico Steve Hansen para la cita más ligera del grupo. Ambos captaron pronto el mensaje y la primera cabalgada de Savea desembocó en el ensayo de Víctor Vito a los seis minutos de partido.
Si Savea, que anotaría dos marcas tras el descanso, es una garantía, Milner-Skudder es dinamita. Esa mezcla de verticalidad y plasticidad le valieron la confianza de su técnico para ser titular ante Argentina, apenas un mes después de su meteórico debut anotando dos ensayos frente a Australia en Sidney. No pudo brillar en Wembley tras no amarrar la asistencia de Sonny Bill Williams, así que no perdió la opción de hacer marca en su primera tentativa, escabulléndose de dos rivales antes de zambullirse hacia una modesta redención. Volvería a mojar en el último episodio del primer tiempo en una acción más ajustada que requirió del visto bueno de la tecnología.
Apenas habían pasado 10 minutos y Nueva Zelanda ya ganaba 15-0. El público intentaba musicalizar un entorno con demasiado murmullo. Cada pequeño logro de Namibia, desde una melé a favor, un placaje meritorio o las certeras patadas de su apertura Theuns Kotze, merecía reseña. Y si no lo había, quedaba la ola.
La cita fue especial para el precoz capitán neozelandés, Sam Cane. El tercera línea no solo sustituyó a Richie McCaw en la pista, sino en cuanto a credenciales, convirtiéndose a los 23 años en el quinto capitán más joven de los All Blacks. También jugaría McCaw, el jugador más veces internacional en la historia. El Olímpico, otra parada más en la gira de las estrellas del oval, se rindió a su legado. Aumentaron si cabe los decibelios para despedir al capitán namibio, Jacques Burger, un clásico de los Sarracens ingleses, nacido cuando su país aún pertenecía a Sudáfrica. Vecinos geográficos en las antípodas del rugby.
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