Salpicón de alicientes en el US Open
De la incógnita de Nadal al desafío de Serena, aspirante a ser la cuarta tenista que logra el Grand Slam, el último grande de la temporada ofrece este año múltiples focos de interés
Arrancó este lunes el US Open, último grande de la temporada, y lo hizo con un buen puñado de reclamos sobre las pistas de Queens. Pese a que el desembarco de los tenistas se produjo ya hace varios días, la atmósfera de Flushing Meadows adquiere temperatura ante una cita siempre caracterizada por el show y el bullicio del público neoyorquino. Después del sorprendente triunfo del croata Marin Cilic el año pasado, el major abrió ayer sus puertas (11.00 hora local, 17.00 franja española) a una edición que ofrece múltiples focos de interés en torno a varios nombres propios.
Rafael Nadal. Ausente hace un año, como consecuencia de una lesión en la muñeca, el de Manacor regresa a Nueva York en esa nueva realidad tan fluctuante en la que se mueve. En su curso más pobre –tres títulos, menores, en Buenos Aires, Stuttgart y Hamburgo–, el número ocho se estrenó esta madrugada con un triunfo (6-3, 6-2, 4-6 y 6-4) frente al irreverente Borna Coric (33 del mundo). Ahora vislumbra un cuadro muy exigente, en el que se cruzaría con Novak Djokovic en unos hipotéticos cuartos de final. “Es la peor temporada de mis últimos 11 años, pero pienso que aún puedo ser peligroso”, señaló en la comparecencia previa.
Las caídas previas en los preparatorios de Montreal (en cuartos, ante Kei Nishikori) y Cincinatti (octavos, Feliciano López), así como el hecho de que no haya superado este año la barrera de los cuartos en Australia, París y Londres, no suponen el mejor presagio para el campeón de 2010 y 2013; él, contenido y realista, se queda con el hecho de que su cuerpo le ha respetado hasta ahora y con que poco a poco ha ido adquiriendo ritmo competitivo: “Mi nivel de estrés es mucho más bajo que a principio de la temporada. Me siento mejor conmigo mismo. Como jugador de tenis, me siento mejor hoy que lo que estaba hace un par de meses”.
Novak Djokovic. Con un balance de 56 victorias y solo cinco derrotas, el número uno es la referencia indiscutible del circuito. Con Australia y Wimbledon en el bolsillo, además de cuatro Masters 1.000 –Indian Wells, Miami, Montecarlo y Roma–, la supremacía actual de Nole está fuera de toda duda. Y, por si fuera poco, lanza una advertencia: “Siento que estoy preparado. La confianza sigue ahí”. Sin embargo, sus derrotas recientes frente a Andy Murray y Roger Federer, en las finales de Canadá y Cincinatti respectivamente, le invitan a permanecer alerta.
Apeado en las semifinales hace un año por Nishikori, el serbio está en el pico de su carrera y hoy día parece prácticamente inabordable, sea la superficie que sea. Aspira ahora a reeditar su maravilloso 2011, en el que conquistó tres de los cuatro grandes –entonces, como hasta ahora en 2015, se le resistió solo Roland Garros–. Pero, de aquel año a la actualidad, un cambio de jerarquía en el circuito y una metamorfosis personal derivada de la madurez. “Físicamente soy más fuerte y siento que puedo soportar más cosas, y a medida que envejeces te haces más maduro”, subraya Djokovic, que se estrenó en la central de forma contundente ante João Souza: triple 6-1 para empezar.
Roger Federer. Frente al desafío de la edad, el suizo ha dado un paso adelante. Consciente de que en los peloteos y el cuerpo a cuerpo ha perdido fuelle, el ganador de 17 majors ha optado por la vía directa y reconquistar la red. Asesorado por el que fuera uno de sus grandes ídolos, Stefan Edberg, vive un momento de los más dulce. Lejos de dar un paso atrás y someterse, se afana por gobernar los duelos. "No quiero jugar al paso que me marquen otros, sino a mi manera", explica. Su registro se resume este año en 45-7 y cinco títulos (Brisbane, Dubái, Estambul, Halle y Cincinatti).
Ahora, a sus 34 años, en su juventud infinita, puede convertirse en el tenista más veterano que conquista Nueva York (el australiano Rod Laver y el estadounidense Pete Sampras tienen el honor, con 31) y elevar otro título de Queens a su historial, en el que ya figuran cinco (venció de 2004 a 2008). "Está en forma, agresivo, no te da ritmo", le piropea Djokovic, que sentencia: "Está jugando el mejor tenis que jamás haya jugado".
Andy Murray. Pese a ser un hombre poco estridente y no hablar demasiado alto, el escocés tiende a decir cosas sustanciosas. Y, antes de batirse con el indomable Nick Kyrgios en la primera ronda, admitió que le ha costado lo suyo alcanzar su nivel actual. "He trabajado mucho para llegar donde estoy. Tuve un montón de problemas el año pasado, muchos momentos complicados", admite el número tres, que después de sufrir los tortuosos dolores de espalda que le obligaron a pasar por el quirófano le ha dado un golpe de tuerca a su juego.
Murray, 28 años, ya no espera; hoy día, Andy es un jugador multisuperficie que acostumbra a llevar la iniciativa, a controlar los partidos y a atacar desde la primera bola. El abandono de la especulación le está dando sus frutos. En 2015 suma cuatro trofeos (Múnich, Madrid, Queen's y Canadá) y solo ha cedido nueve de los 65 pulsos que ha disputado. Vencedor en 2012 en Nueva York (su único grande, junto al Wimbledon de 2013), hoy día se le observa como una alternativa consistente a Djokovic y Federer.
Serena Williams. Si en el cuadro masculino hay atractivos, entre las chicas todas las miradas apuntan a la reina Serena, que tiene la oportunidad de cerrar el círculo en Nueva York. Si logra su tercer cetro en Flushing Meadows, la estadounidense se convertirá en la cuarta tenista de la historia que firma el Grand Slam, los cuatro títulos del curso. Incontestable en Australia, París y Londres, igualaría los hitos de su compatriota Maureen Connolly (1953), la australiana Margaret Court (1970) y la alemana Steffi Graf (1988, campaña en la que también ganó el oro olímpico en Seúl).
Precisamente, Serena tiene también a su alcance la opción de igualar los 22 majors de Graf y de ahondar en la idea de muchos de que se trata de la mejor de todos los tiempos. "No puedo decir que sea la mejor de todos los tiempos, pero sí que he sido la mejor tenista que he podido ser", dice ella, muy cerca de cumplir los 34 y que en su camino no se topará con la rusa Maria Sharapova, a la que una lesión muscular en la pierna derecha le ha obligado a renunciar al evento.
Garbiñe Muguruza. La hispano-venezolana, que en octubre cumplirá 22 años, tiene ante sí un reto importante en Nueva York. Después de ser finalista en Wimbledon y de ponerse en el escaparate mundial con su acceso al top-10, el torneo norteamericano puede ser el baremo idóneo para calibrar su ascensión. Llamada a ocupar un espacio importante en la WTA, no parece que llegue en su mejor momento al torneo. Cayó en la primera ronda tanto en Toronto como en Cincinatti y acaba de romper con su técnico de los cinco últimos años, el vasco Alejo Mancisidor.
"Las diferencias eran muchas y mis valores no me permitían creer y seguir en ello", reconoció el preparador en un comunicado; "hay veces que los grandes éxitos hacen grandes a las personas pero acaban por destruir relaciones".
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