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Desastre norteamericano en el foso

El británico Rutherford, campeón olímpico en Londres, gana la longitud (8,41m), con ningún estadounidense entre los ocho

Carlos Arribas
El inglés Rutherford, campeón mundial, durante uno salto
El inglés Rutherford, campeón mundial, durante uno saltoLavandeira jr (EFE)

La grácil zancada de gacela de Allyson Felix, magnífica en las semifinales de 400m, y la lucha sin cuartel de Justin Gatlin, fueron dos pálidas notas de color en una noche en la que sus compatriotas inmersos en finales sufrieron dolorosas derrotas. No solo fueron la vallas, también la longitud fue un desastre. Como en Moscú 13, ningún norteamericano terminó entre los ocho primeros.

El salto de longitud se ha convertido en una prueba en la que, como en el mundo del vino, en el que cuatro enólogos, todos viajantes, son capaces de elaborar los vinos más caros y mejor puntuados en garajes de viñedos perdidos por el mundo, los mejores saltadores son producto de entrenadores norteamericanos precisamente, que actúan ‘free-lance’ con atletas de cualquier país. Los dos primeros el martes (el británico campeón olímpico Greg Rutherford, 8,41m, y el australiano Fabrice Lapierre, 8,24m) se entrenan en Phoenix (Arizona) con Dan Pfaff, el mostachudo técnico especialista a fuerza que comenzó como ayudante de Tom Tellez, el entrenador de Carl Lewis, y creó en sus tiempos a Donovan Bailey, el canadiense campeón olímpico de los 100m en Atlanta 96.

Los tres siguientes, tres chinos (Jianan Wang, 8,18m; Xinglong Gao, 8,14m, y Jinzhe Li, una especie de personaje de manga con el pelo teñido de rojo que las vuelve locas y le conocen como Sonny, 8,10), son producto de Michael Huntington, el entrenador del plusmarquista mundial Michael Powell (8,95m hace ya 24 años: su récord ya dura un año más que lo que lo hicieron los 8,90m de Bob Beamon en México 68) y del triplista Willie Banks, uno de los pocos que ha saltado más de18m.

A Huntington, de Michigan, le contrató el Gobierno chino hace dos años y contra su poder poco pudieron en la pista los rezos de Jeff Henderson, el mejor saltador del año (8,52m), quien en sus tres primeros intentos solo había logrado saltar 7,95m y que rogaba al altísimo para que el rojo Sonny no superar esa marca y le dejara noveno, fuera de la mejora. Como así ocurrió para llanto inconsolable del velocísimo Henderson, una bola de cañón incontrolable. El otro norteamericano, Mike Hartfield, terminó el último, con tres nulos.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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