El Márquez más yanqui derrota a Lorenzo en Indianápolis
El piloto de Honda se impone a dos giros del final tras resistir a rueda del de Yamaha desde la salida
Dice que eso de correr en el sentido contrario a como lo hacen las agujas del reloj, o sea, a diferencia de como ocurre en la mayoría de los circuitos, a él le va bien. Es en los trazados norteamericanos donde se recuerda a sí mismo derrapando ayudado por la tierra de los óvalos con regusto yanqui, tanto le gusta el dirt track y tanto provecho le saca al juego con el freno trasero. Admite Marc Márquez que Indianápolis le encanta porque es un trazado peculiar: es un escenario sin grandes pendientes, ni subidas, ni bajadas, sin peraltes, prácticamente plano, con cambios de dirección muy rápidos y que se toman a gran velocidad, y curvas a las que se llega echando en falta algo más de agarre atrás: una maravilla para el cuerpecillo del piloto de Honda, que se divierte más cuanto mayor sea el reto, cuanto mejor pueda dibujar una derrapada, por mucho que se mueva su moto.
Y se movía bastante este fin de semana la RC213V, que ha obligado al de Cervera a endulzar su estilo –habitualmente más agresivo de lo que se vio este domingo en EEUU–, para compensar el carácter de una moto que, aunque ha mejorado en frenada, no es (ni de lejos) tan estable como lo es la M1 que pilotó con toda su dulzura Jorge Lorenzo, magnífico contendiente del campeón del mundo.
La carrera, a la que Lorenzo le impuso un ritmo demoledor, se corrió doce segundos más rápido que en 2014
La carrera, a la que Lorenzo le impuso un ritmo demoledor (se corrió doce segundos más rápido que el año anterior), se disputó al milímetro: máxima era la tensión en dos frentes en los que se peleaba por la victoria y por el podio, respectivamente. Una Yamaha y una Honda lideraban al pelotón; una Honda y una Yamaha se batían cuerpo a cuerpo por el tercer puesto. Y ganó Márquez, vencedor de la categoría reina en las últimas siete carreras disputadas en suelo americano, esto es, desde que el chico debutó en MotoGP.
Su triunfo se vio engrandecido por el maravilloso derroche de Lorenzo, que buscó la perfección a cada curva; fino, como de costumbre; constante, como lo fue todo el fin de semana. Tanto ansiaba la victoria que confió, vuelta tras vuelta, en despegarse de Márquez. Pero no lo hizo, y acusó el desgaste. Llegó a los últimos giros agotado –por el calor y la humedad, por el estrés físico que impone un circuito tan físico, un cambio de dirección tras otro–, incapaz de desprenderse de la insufrible persecución de Márquez, mucho menos cuando este atacó a falta de dos vueltas para el final: “Quería sorprenderle y que no tuviera capacidad de reacción”, dijo el de Honda. Y sentenció con un último giro fantástico.
El duelo entre los dos protagonistas de la carrera de MotoGP, que mantuvieron las distancias –hubo nada y, como mucho, apenas tres décimas de distancia entre Lorenzo y Márquez desde el comienzo de la prueba– hasta los últimos minutos, lo salpimentó otro parecido: Pedrosa y Rossi, a un par de segundos de distancia de aquellos, vivían su persecución particular. Con algún adelantamiento más. Aunque en este caso –tiraba Pedrosa, acosaba Rossi– la que se impuso fue una Yamaha, la del líder del Mundial, que se resistía a dejar de serlo, y que aguantó el envite del español en el último giro. Cuando parecía que la Honda podía ganarle la partida, apareció Valentino (y su Yamaha, excelente en la salida de las curvas, por aceleración y por tracción) para asegurarse un puesto en el podio y seguir marcando distancias con su compañero de equipo, que se acerca a nueve puntos en la general.
Aunque lo más brillante no lo hizo Rossi sólo en la carrera. El podio empezó a trabajárselo (él y su equipo) por la mañana, cuando aplicó unos cambios en su moto que le permitieron, de un plumazo, borrar las malas sensaciones del resto del fin de semana: iba mal en frenada y era lento en los cambios de dirección. Hasta el domingo. Y mejoró aún más en carrera, capaz de rodar con cierta regularidad al ritmo de su compañero de equipo, esto es unas seis décimas más rápido de lo que había sido el sábado. Siempre se dijo que Rossi era un piloto de domingos. Claro que también lo es Márquez.
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