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Bartomeu, tan casual como extraordinario

Este ingeniero industrial llegó por casualidad a la presidencia del Barcelona y estará unos años más al frente del club

Josep Maria Bartomeu.
Josep Maria Bartomeu.SCIAMMARELLA

Josep María Bartomeu (Barcelona; 52 años) ganó las elecciones a la presidencia del Barcelona, las primeras a las que se presentaba, aunque lleva ejerciendo como mandamás azulgrana desde enero del 2015, cuando su amigo Sandro Rosell renunció a la presidencia del equipo catalán. Este sábado le legitimaron las urnas en una carrera electoral en la que se ha mostrado tan cerca del socio como alejado del debate con sus oponentes a la presidencia.

Bartomeu llegó por casualidad a ser presidente del Barcelona tras la huida de Rosell. “Es la antítesis de un dirigente deportivo”, asegura Carlos Martín, jefe de la campaña electoral del nuevo presidente del conjunto barcelonés, hombre de larga y reputada experiencia en la gestión deportiva que define al que ha sido su jefe como un “trabajador incansable, que cohesiona al grupo como a pocas personas he visto hacerlo”. Dicen los que han vivido estos días a su lado que una de las cosas que más y mejor ha hecho el candidato es entregarse al ejercicio de acercarse a la gente. “No le cuesta nada ser cercano. Lo lleva a extremos paranormales. Le hemos visto comprobar si una foto de teléfono móvil había quedado bien a las ocho de la tarde después de haberse hecho doscientas”, asegura gente de su equipo de prensa. “Es cierto, en eso es estajanovista”, reconoce Martín. Le llaman Nobita, protagonista de la serie de dibujos animados Doraemon, desde que le bautizó Juli Cuenca, un técnico de la Cadena Ser, habitual de los viajes del Barça y los jugadores hicieron suyo el mote. “Es educado, correcto y amable”, le señalan los trabajadores del club. “Un trabajador tan incansable como discreto”, rematan.

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Ingeniero industrial, estudiante de ESADE y propietario de la empresa Adelte, dedicada básicamente a fingers de puertos y areportuarios, jugó a baloncesto en el Espanyol y el Mollet y presume de una vida muy familiar. “Es un tipo extraordinario”, resume su esposa, madre de sus dos hijos, a la que conoció esquiando. “Fue un flechazo, me cautivo su sonrisa y su bondad”. Dos años de noviazgo y más de veinte de matrimonio legitiman una opinión: “Siempre ha tenido tiempo para nosotros”. En la candidatura dan fe. “Es la monda. No sabemos cómo lo hace pero sabe sacar tiempo para su familia, para la empresa y para lo que le ocupa. No desatiende ninguna de sus ocupaciones”, aseguran. “No sabe qué es el miedo escénico. Es un trabajador incansable pero puede que le falte capacidad de liderazgo por su bondad”, dicen sus rivales, que le acusan de ser capaz de “ser el típico delantero capaz de fallar tres ocasiones de gol ante el portero. Un Julio Salinas de la vida. Buen tío, pero poco fiable”.

“Si no es por Jaume Masferrer –su hombre de confianza en la comunicación- no sale vivo de esta”, aseguran sus rivales en campaña electoral. “Es el amigo que siempre quieres tener a tu lado”, le defiende Pau Vilanova, directivo de la junta dimitida. Sabe de qué habla. Hace diez años en un accidente de tráfico murió la hermana de Vilanova, su cuñado, su madre y una sobrina. Uno de sus sobrinos, con trece años, se pasó tres meses en un hospital. Durante largas noches, hizo guardias en el Hospital San Joan de Deu; en cada guardia, Bartomeu estuvo a lado de Pau. Será por algo que es excepcional.

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