La pesadumbre del director
Chavales, ayer me di cuenta de que me estoy haciendo viejo, -comienza diciendo el director con total seriedad-.
Y estalla espontáneamente la carcajada que se extiende como una ola por todo el autobús: “¿ahora te has dado cuenta… más vale tarde que nunca?, ojalá me pase a mí lo mismo a tu edad, ¿qué pasa, que viste ayer la fecha de nacimiento del DNI?”, -dicen los corredores a los que la frase acaba de alegrarles el día-.
No, no, en serio, que no es cachondeo, que lo digo hasta apesadumbrado: ayer me di cuenta de que no entiendo nada, de que este ciclismo no lo conozco, y quiero hablarlo con otros directores porque si soy sólo yo, es que me ha llegado la hora de ceder el volante del coche a otro que entienda de qué va esto.
¿Ahora se ha dado cuenta de eso también?, -murmulla otro a un compañero-, pero por si acaso esto no lo dice en alto para que no le escuche el resto de la audiencia.
¿Y sabéis porqué?, -pregunta el director-. Nadie responde durante unos segundos porque las risas no les dejan hablar, pero finalmente se oye por ahí: “no, pero por supuesto que queremos saberlo”.
Sencillo, pues porque en el ciclismo que yo conozco a los ataques de los gregarios respondían los gregarios, y a los de los líderes respondían los líderes en carne propia. Y esto no era sólo una cuestión de fuerzas –que también-, sino de jerarquía. De orgullo joder, de cojones.
¿Y visteis lo que pasó ayer en Plateau de Beille? “No, bastante teníamos con terminar la etapa como buenamente podíamos, lo único que hemos visto es la clasificación”, -contesta un corredor-.
Pues os lo cuento yo: saltaron primero Contador y después Nibali, dos tíos que han ganado el Tour y…¿quién saltaba a por ellos? Pues Porte y Thomas sin inmutarse, y Froome se dedicaba a seguirles mirando de vez en cuando su maldito potenciómetro. Tan sólo saltó el líder a los ataques de Quintana y Valverde más adelante y, cuando paraban, allí aparecía de nuevo Geraint Thomas para poner un ritmo asfixiante que quitaba a todos las ganas de intentarlo de nuevo.
Pues como pasó con Froome el año que ganó Wiggins, ¿no?, -le preguntan-. Sí, pero entonces Froome era el escalador y Wiggins el rodador, se supone, pero ayer la cosa era al contrario; o eso supongo yo, aunque ya veo que mi criterio puede que no sea muy acertado…
El tono que ha tomado el briefing hace que el ambiente se encuentre distendido y mientras todos miran al director divertidos, este dice para deleite de la parroquia: ya os explicaré otro día además la diferencia entre un gregario y un “domestique”, para que aprendáis algo de un ciclismo que me parece que no vais a conocer.
Mirad, ya que vosotros no ganáis, por lo menos me queda el consuelo de que la etapa fue para otro perro viejo como yo, uno que seguro que entiende este circo a mi manera; y que además de fuerte fue listo, me alegro por él, -dice el director queriendo finalizar el briefing sin haber dado ninguna instrucción-.
Pero aún añade: Así que venga, salid ahí al ruedo. 200 kilómetros, los últimos 70 muy “pestosos”, con llegada en un repecho de algo más de 500 metros con una pendiente de casi el 10 %. Qué os voy a decir si de esto sabéis bastante más que yo. Etapa de fugas en la que puede ganar cualquiera, pero con un final tan exigente que hará que el que la gane no lo sea. Ánimo, y demostradme que habéis venido aquí a hacer algo.
Y tras esto se van los corredores hacia la salida. Cansados, sí, pero contentos, porque charlas técnicas de este tipo no se viven todos los días.
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