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Chile y México se dan de lo lindo

El anfitrión y los norteamericanos empatan a tres en un partido disparatado que pudo caer del lado de cualquiera

Pinilla se duele tras recibir una falta.Foto: AGENCIA_DESCONOCIDA | Vídeo: N. P. (AP) / REUTERS LIVE
Juan Diego Quesada

Chile y México brindaron a la Copa América un partido disparatado. Inspirados en ataque, los dos equipos estuvieron catastróficos en defensa. Bonito para el espectador neutral, un trauma para los que lo sufrían de corazón. El anfitrión y un combinado mexicano muy disminuido por las ausencias voluntarias jugaron sin quitamiedos en la carretera, y acabaron empatando a tres. Arturo Vidal, con dos goles y una asistencia, siempre encontró hueco entre los defensas mexicanos, huérfanos de Rafael Márquez. Vidal se lo pasó bomba en ese solar. Un par de actuaciones más como esta en el campeonato y el punky chileno por fin tendrá una corona de verdad, y no una de leyenda como la del Rey Arturo.   

México tiene algo de equipo mentiroso. En el primer partido frente a Bolivia se marcó setenta minutos de bostezo. Cuando parecía que no había más que tedio, Miguel Herrera cambió el dibujo y durante un rato, por breve que fuese, pareció un equipo vibrante. Esta vez, ante una Chile muy favorita, salió con descaro y por dos veces se adelantó. México b parecía ahora un cuadro de verdad, algo sólido y tangible. Sin embargo, se desmoronó. Chile empató con una facilidad pasmosa. En la segunda parte, con los locales en pleno apogeo, los del Piojo parecían a punto de claudicar, cansados y desmoralizados, pero en esas se trabajó el empate. Comprender a este México de Herrera requiere un ejercicio contraintuitivo.

El concepto despistó a Sampaoli, el entrenador de Chile. Sabía que el rival hacía aguas en defensa y por eso colocó a Vargas para estorbar a los centrales, lentos y fuera de lugar en muchas ocasiones. Lesionado Márquez, los muchachos que lo reemplazaron estuvieron despistados. Aunque los chilenos miraron tanto al frente que se olvidaron de lo que tenían en casa. En el lateral derecho, Medel se las vio y se las deseó con Tecatito Corona. Cuando no estuvo churrigueresco, el de Hermosillo agarró vuelo.

Por ahí se filtró el 0-1. El extremo ganó la espalda a Medel y compañía, y la puso al segundo palo, donde le esperaba Medina. Este la prolongó para Vuoso, el calco mexicano de Vidal, y le pegó mordida. Bravo voló en vano. Poco le duró la alegría a México. Minuto y medio después Chile botó un córner. Sus compañeros hicieron la pantalla en favor de Vidal ante los ilusos defensas mexicanos, que no la vieron venir. El del Juventus remató solo desde el punto de penalti, con tan mala baba de que picó en la línea antes de entrar. Hasta entonces Vidal no había hecho gran cosa pero en ese instante comprendió que este partido tenía su nombre.

El propio Arturo, con el interior de la bota, en un gesto elegante (los punkys también lo son), lanzó el penalti que le hicieron. Con maestría, engañó al portero Corona

En la banda, Miguel Herrera se enganchó con el cuarto árbitro. Reclamaba falta en la treta de los chilenos. Si en otro equipo esto sería una señal de desquicie, para México son buenas noticias. Si Herrera supura, sus muchachos se encienden. Y así fue. En un saque de esquina devolvieron el golpe. De nuevo al punto de penalti. Raúl Jiménez, banquillo misteriosamente en el primer partido, se marcó un salto magnífico y la puso en la escuadra derecha, donde ni el mejor Bravo sueña con llegar. Otra vez por delante, México hizo sus mejores minutos. Pudo dar la puntilla.

No lo hizo y lo pagó. Vargas, solo, como si no lo quisiera nadie, remató sin ninguna oposición. Pocas veces se las ha visto tan fáciles. Es un expediente aún sin resolver dónde estaban los centrales. Quizás atraídos como los mosquitos por el brillo, salieron a por Alexis y a por Vidal, que conducía la jugada. El Rey entró por la derecha y la puso en la cabeza de Vargas, quien predicaba en el desierto. Sus plegarias tuvieron recompensa.

El alma de México se quedó en el vestuario en la reanudación. Chile salió como un cohete. Valdivia, Aránguiz, Vidal y Sánchez por fin se encontraron. En corto, hay pocos equipos como este. Combinaron hasta encontrar el último tercio de campo y ahí hicieron daño de verdad. El árbitro peruano Carrillo anulo dos goles y evitó el chaparrón. La defensa mexicana comenzó a desesperarse. El desasosiego lo evidenció Flores, que arrolló a Vidal dentro del área. Vidal había pisado el coto mexicano por enésima vez y estaba a punto de sacarse un remate cuando un tren se lo llevó por delante. El propio Arturo, con el interior de la bota, en un gesto elegante (los punkys también lo son), engañó al portero Corona.

Veinte minutos infernales

Con todo a favor, el anfitrión solo tenía que rematar la faena. Tampoco concretó. Marcado el tercero bajaron la persiana y revivieron al Piojo y su banda. El lateral izquierdo Aldrete dio un pase de diez, que dejó a Vuoso con ventaja respecto a la adelantada defensa chilena. Le puso tanto entusiasmo al pase, fue tan poético, que Aldrete se lesionó, como un militar herido de muerte que como última voluntad clava la bayoneta en el enemigo.

Vuoso definió sin grandes complicaciones ante Bravo, hoy más espectador que protagonista. El valiente Piojo pensó que no se había visto en otra igual e intentó echar el cierre. Quitó a un desfondado Tecatito y metió a un mediocentro de contención.

Restaron 20 minutos de infarto. Jiménez intentó adentrarse en la selva chilena con jugadas individuales, y demostró que no solo tiene testa; también piernas para la carrera. El superdotado Alexis lo intentó por su parte pero desentona en ocasiones en un equipo tan coral. Le cuesta levantar la cabeza y casi hace un túnel en el césped, como un topo.

La suerte en realidad ya estaba echada. Chile demostró que tiene metralla, de sobra para pelear la Copa América, pero un buen boquete atrás. Y México, que parecía venir de recreo, dejó dicho que va a caer tarde o temprano pero que lo hará con dignidad. En esta noche tan fría, México y Chile se dieron de lo lindo.  

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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