El reencuentro de Chiellini con Luis Suárez
Once meses después del mordisco, el central de la Juve vuelve a verse las caras con el uruguayo del Barcelona “Detrás de esa pinta de guerrero que tiene, hay un corazón enorme”, dicen sus técnicos
“Detrás de esa pinta de guerrero que tiene y que tuvo que construirse por el sitio que ocupa en la cancha y porque le gusta tirar del grupo, hay un chico con un corazón enorme que es el primero que tiende la mano después de hacer una falta y que en cuanto acaba el partido recupera su equilibrio”, le describe Riccardo Caprai, el primer técnico de Giorgio Chiellini en las categorías inferiores del Livorno, al que llegó con 15 años. Chiellini tiene ahora 30, lleva diez en la Juve y tiene fama de sucio y leñador. Sin embargo, sus estadísticas dicen que ha sido expulsado tres veces (la última contra el Real Madrid en octubre de 2013) y que comete en media una falta cada 67 minutos en Liga y cada 73 en Champions (en Europa este año lleva una cada 120 minutos). Esta temporada es la que más amarillas lleva (11 en 45 partidos). En las semifinales contra el equipo de Carlo Ancelotti dejó una de las imágenes de esta Champions: cabeza vendada, se encaró con Cristiano Ronaldo haciéndole el gesto con la mano de “hablas mucho”.
El central italiano nunca se arruga y el sábado en Berlín se reencontrará con Luis Suárez que en el Mundial de Brasil le mordió el hombro. La imagen de Chiellini enseñando al colegiado la marca de los dientes del uruguayo dio la vuelta al mundo. El delantero del Barcelona, reincidente, fue sancionado con cuatro meses.
“El que más dificultades me ha creado es Ibrahimovic, nadie mueve los equilibrios de un equipo como él. En la cancha nos hemos dicho y dado de todo: patadas, zancadillas, hemos llegado incluso a amenazarnos. Pero le marcaba yo. En el Mundial, el que marcaba a Luis Suárez era Barzagli, no yo, por eso reaccioné así cuando el mordisco. No podía haberme mordido yo solo, el árbitro no podía no haberlo visto. En aquel momento no era cuestión de hacer la espía sino de pasar o no a octavos”, contó en otoño en una entrevista en La Gazzetta dello Sport. Ayer, en la jornada de puertas abiertas con la prensa dijo que tiene ganas ya de dejar atrás ese tema. “Será un placer encontrarlo de nuevo porque así vamos a dejar de hablar de lo que pasó en el Mundial. Es un asunto cerrado y seguro que para él también lo es”, comentó el central.
Sus compañeros le aprecian por la entrega y el sacrificio. Hombre de experiencia, es uno de los jugadores en los que se apoyó Massimiliano Allegri cuando llegó a Turín el verano pasado. Había que entrar con buen pie a un vestuario que venía de tres años de Antonio Conte y el central –de Livorno como Allegri- ha sido clave en esa tarea. Chiellini, que será padre de una niña en julio, es licenciado en Económicas (109/110) con una tesis sobre las cuentas de los clubes de fútbol. “Los libros y los exámenes han sido una manera de desconectar”, ha dicho. Quiso ser traumatólogo, como el padre, pero combinar los estudios de medicina con el balón era tarea imposible.
“Venía de una buena familia y con buena educación. Los horarios, la disciplina y el respeto ya los tenía inculcados, sólo había que destetarlo”, cuenta por teléfono Osvaldo Jaconi que hizo subir a Chiellini al primer equipo del Livorno (Tercera). “Tenía 16 años y le veía jugar con los cadetes… le llegaban todos a las axilas. Estaba muy desarrollado físicamente de cadera para abajo y pensé que podíamos sacarle provecho. Se entrenaba con nosotros y jugaba con los cadetes. Quería que ganara tiempo, que empezara a conocer como se maneja un vestuario de un primer equipo”, explica Jaconi que todavía recuerda la timidez de ese chico larguirucho. “Le daba tal vergüenza todo que en vez de pedirle a sus compañeros que le llevaran en coche a entrenar, se hacía acompañar por su madre o por su abuela”.
Hijo de padres separados, Chiellini creció con la madre y con las abuelas. Dice que de su mamá aprendió el valor de la fuerza de voluntad y de su padre la capacidad de no dramatizar las cosas. “Hay una promesa que le hice a la abuela y que no he cumplido… Todos los días le llevaba camisetas y pantalones llenos de barro para que me los lavara. Le dije: ‘abuela, cuando sea futbolista te compro una lavadora”, contó el central. La abuela sigue esperando esa lavadora.
En el Mundial, el que marcaba a Luis Suárez era Barzagli, no yo. Por eso reaccioné así con el mordisco. No era cuestión de hacer la espía sino de pasar o no a octavos", dijo en octubre
Titular indiscutible en la selección italiana, empezó como lateral izquierdo hasta reconvertirse en central. “Creo que fue Deschamps el que empezó a utilizarle en el centro de la zaga. Yo lo hacía de vez en cuando en caso de necesidad”, dice Jaconi. “Tenía grandes calidades físicas, jugaba con gente de un año mayor… era zurdo, con una zancada bella de ver pero también rentable. Sabía centrar discretamente y superaba los rivales desde el punto de vista físico, a esa edad y en un sitio como el lateral izquierdo era algo que destacaba”, recuerda Caprai.
Será un placer encontrarlo de nuevo porque así vamos a dejar de hablar de lo que pasó en el Mundial. Es un asunto cerrado y seguro que para él también lo es", dijo ayer
Ateo y no fumador, Chiellini dice que se pilló sus cogorzas con los amigos pero que ya no bebe y que los únicos vicios que se concede son tarrinas de helado y crostate [tartas típicas italianas con mermeladas]. Lleva diez años ya en la Juve y siempre recuerda al que le adoptó nada más llegar a Turín. “Giannichedda me enseñó lo que hay que tener en este mundo y en esta profesión: ‘diviértete cuando puedas, haz sacrificios siempre. Y aprende a entender los momentos”.
Contra el Borussia, en la ida de los cuartos de final, un resbalón suyo dejó a Reus libre de marcar. Ese error podría haber echado a la Juve de la Champions y dejar al central KO. Una vez más salió con la cabeza alta y hace dos semanas contra la Lazio marcó el gol que dio comienzo a la remontada en la final de Copa. “Es un cabezota. Cuando estaba decepcionado por algo, lejos de dar un paso atrás o tirar la toalla, trabajaba el doble. Técnicamente no estaba al nivel de los demás, pero se quedaba una hora más después de los entrenamientos a trabajar con el balón y a mejorar la coordinación. Sabe cuáles son sus limitaciones y trabaja para mejorarlas”, dice Caprai. El sábado, en Berlín, quizás tenga que trabajar el triple para frenar a Messi.
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