Emery y sus impulsos
El técnico, que se ha ganado al vestuario, al público y, lo que es más meritorio, a los medios de comunicación, hace volar al Sevilla
Hace dos décadas, Johan Cruyff, entrenador del Barça, hizo una petición al club: que le ficharan a un chaval de 22 años que jugaba en el Manchester United llamado Ryan Giggs. Su precio, 2.000 millones de las antiguas pesetas, traducido a euros, 12 millones. “Con ese dinero ficha hasta la portera de mi casa”, contestó el hoy reo de la justicia, por entonces presidente azulgrana, Josep Lluís Núñez, que venía a decir que no hacía falta ser un Einstein futbolístico para tener semejante idea. Vamos, que fichar a Bale o a Neymar es fácil teniendo dinero (en el caso del brasileño, el doble de lo pregonado). Nada se sabe en la actualidad de la portera de Núñez. Ni si en algún momento tuvo trato con Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi de nombre de guerra, a la sazón el mejor director deportivo que conoce el fútbol español.
Así lo atestiguan los resultados. Lo de los panes y los peces es una tontuna comparado con lo que hace este señor, capaz como es de fichar a cualquier desconocido (de Alves a Krychoviak, pasando por Baptista) sacarle todo el partido posible en beneficio del equipo y venderlo, si así se tercia, al triple o cuádruple de su coste. Monchi es el diseñador del actual Sevilla, del cuatro veces campeón de la Liga Europa con él al mando de las operaciones.
En 2013, el club prescindió de Míchel y Monchi apostó por Unai Emery, que había salido por la puerta de servicio del Spartak de Moscú y a quien antes, en el Valencia, habían maltratado pese a clasificarle tres temporadas seguidas para la Champions. Hoy, el Sevilla vuela de la mano de Emery, que se ha ganado al vestuario, al público y, lo que es más meritorio, a los medios de comunicación. Emery no rehúye el debate, acepta de buen grado las críticas, reconoce los errores (el mayor, según él, no habérsela jugado con un juvenil llamado Isco en el Valencia) y es un gran encajador. Sus amigos aseguran que tiene un muelle en salva sea la parte, o sea en el culo, por aquello de que es capaz de caerse y tomar impulso de inmediato. En algunas quinielas el nombre de Emery figuraba como aspirante al puesto de entrenador del Madrid, ese equipo que, según Florentino Pérez, “necesita un nuevo impulso”. Pese al muelle en cuestión, no será Emery quien se lo dé.
El atronador silencio de Villar
Lo mismo da que un tsunami esté arrasando el fútbol mundial, sacando a la luz el hedor que desprende su máximo organismo, la FIFA. Ángel María Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF) no tiene nada que decir. Como tampoco tuvo nada que decir cuando un enfrentamiento entre ultras acabó hace meses con el asesinato de un seguidor del Deportivo. El pánico que aquello produjo entre las autoridades políticas y deportivas, que incluso cambiaron la ley, no fue con él, hasta el punto de que se ausentó de cuanta reunión fue convocada al efecto. Presidente de la RFEF desde hace 27 años, vicepresidente de la UEFA desde hace 23 y de la FIFA desde hace 15, Villar mantiene su contumaz silencio, que se convierte en atronador cuando se produce la muerte de un seguidor o cuando siete de sus colegas en el gobierno del fútbol mundial acaban entre rejas.
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