Nadal desquicia a Almagro
Consistente, el número siete vence al murciano (6-4, 6-3 y 6-1) y se medirá en la tercera ronda del torneo al ruso Kuznetsov (120 del mundo), verdugo de Melzer (6-1, 5-7, 7-6 y 7-5)
Amaneció París con un sol radiante y una temperatura veraniega, ideal para darse un garbeo o, en el caso de Rafael Nadal, a lo suyo siempre, ponerse a dar pelotazos desde las nueve y media de la mañana. Ni un hilillo al azar deja el campeón de 14 grandes, que solo cuatro horas después ya estaba en la Philippe Chatrier, santuario de sus hazañas, su oficina en París, sometiéndose a su segundo examen en Roland Garros frente a Nicolás Almagro. Caprichosa como es la Citè, para esa hora ya había dispuesto una capota de nubes y de la calorina se había pasado al escalofrío, que no para Nadal, sólido y entonado contra el murciano, al que derrotó por 6-4, 6-3 y 6-1, después de dos horas y 19 minutos.
Tiene ahora una cita en la tercera ronda con Andrey Kuznetsov (120 en el ránking), el sábado. Pero hasta entonces, ni un ápice de relax. Trabajo, trabajo, trabajo. Esa es su receta para progresar. “Nada fuera de lo normal, lo que tantos años llevamos haciendo”, precisa su tío Toni, uno de los pocos valientes que se mantuvo en manga corta durante todo el partido. Así se fabrica la resurrección, sin programas ultrasofisticados de entrenamiento ni milagros técnicos, a través de una fórmula simple y llana: faena a destajo en el campo de ensayo y después en el coso, como lo hizo ante Almagro, desesperado al final porque todo su empeño se fue al limbo ante un rival muy firme.
Apretó el puño Nadal en varias ocasiones, estupenda noticia, sinónimo de que la cosa carbura y de que los aires parisinos, pese a las jugarretas meteorológicas, le sientan de fábula. Volvió a deslizarse sobre la tierra y hacer daño con el drive y el revés, este último anestesiado en los primeros meses del año. Lo exhibió en esta ocasión con algunos golpes angulados y traviesos, que minaron de forma progresiva la confianza de un Almagro que salió con todo y se marchó una vez más de vacío ante el de Manacor. “¡Lamentable!”, se le escuchó en un instante al murciano, un tipo de poca labia que veía cómo se le iba un golpe fácil, después de que Nadal le devolviera tres bolas complicadísimas a la carrera, tras ir de un lado a otro.
Si en el primer set hubo discusión (ligera pero la hubo), en el segundo la conversación perdió fuerza y en el tercero Nadal decidió dar carpetazo al asunto. Cierto es que entre ambos la distancia es sideral (13-1 a favor del número siete en los enfrentamientos; un solo triunfo para Almagro, en el Godó del año pasado), pero el balear ofreció consistencia (73% de puntos ganados con el primer servicio) y señales esperanzadoras. “He jugado un partido completo, que a estas alturas es lo que tengo que hacer”, dijo después, en la conferencia de prensa.
El murciano chocó contra un escudo antimisiles que sofocó el 86% de sus opciones de ruptura
Esta vez no dejó ni una rendija para que Almagro le diese vida al encuentro en ningún momento. El murciano terminó exasperado, mascullando todo el rato, porque enfrente chocó contra un escudo antimisiles (Nadal sofocó el 86% (6/7) de las opciones de ruptura de su adversario y solo cedió una vez su saque) que le devolvía todas las pelotas, por más ajustados y potentes que fueran los envíos, ya fueran combadas, planas o profundas. Daba igual. Las llevaba casi todas. No hubo manera para él. Esta vez, Nadal salió con una coraza y una espada en su brazo izquierdo. Y Almagro, entre suspiros, terminó desquiciado.
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