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La eternidad en cuatro segundos

Hace 20 años, Nayim chutó desde el medio campo, sobre la bocina, y coronó al Zaragoza campeón de la Recopa

Nayim, en un céntrico hotel de Zaragoza el pasado jueves.Vídeo: David Asensio
Jordi Quixano

Era el auténtico héroe de la final de la Recopa de 1995, el jugador que puso patas arriba el Parque de los Príncipes de París y toda Zaragoza, por entonces ya echada a la calle para festejar el título en la Plaza España, donde ondeaban las bufandas, se cantaba sobre todo el himno y la versión reconvertida del cántico napolitano Yo he visto a Maradona, y donde los más temerarios se encaramaban a las farolas. Pero en el cuartucho médico del estadio donde se debía pasar el antidoping, apagado el estruendo, Mohammed Alí Amar, Nayim (Ceuta; 1966), llevaba un enfado morrocotudo porque el autocar del equipo se había marchado a una fiesta que nunca fue y le habían dejado sólo con el doctor Villanueva. Tras ingerir un par de litros de agua, pasó al fin el control y cogió un taxi hacia el hotel. Se había perdido el piscolabis del Concorde Lafayette y ya sólo le aguardaba su mujer. Por lo que pararon a un autobús de aficionados que pasaba ante el hotel y les pidió que los llevaran a algún restaurante de horario intempestivo. Acabaron en una hamburguesería donde casualmente se encontraba gran parte de la plantilla, que se tuvo que montar su fiesta particular porque nadie del club la había previsto en caso de ganar. “El único error de la final”, señala Xavi Aguado. Hace 20 años, Nayim pasó a la eternidad.

ZARAGOZA, 2 – ARSENAL, 1

Zaragoza: Cedrún; Belsué, Aguado, Cáceres, Solana; Poyet, Aragón, Nayim; Pardeza, Higuera (García Sanjuán, m. 67, Geli, m. 115); y Esnáider.

Arsenal: Seaman; Dixon, Adams, Linigham, Winterburn (Morrow, m. 47); Parlour, Keown (Hillier, m. 46); Merson, Schwarz; Harston y Wright.

Goles: 1-0. M. 68. Esnáider. 1-1. M. 77. Wright. 2-1. M. 120. Nayim.

Árbitro: Piero Ceccarini (Italia). Amonestó a Hartson, Merson, Nayim, Higuera, Belsué y Aragón.

Unos 35.000 espectadores en el Parque de los Príncipes de París. 10 mayo de 1995.

Linigham, central corpulento y expeditivo del Arsenal, despejó con la cabeza un saque de portería de Cedrún. El esférico, manso, cayó al pecho de Nayim, recién colocado en el flanco derecho y sobrepasada la medular porque Víctor Fernández había decidido cambiar a García Sanjuán –entró como suplente y se marchó entre lágrimas al banquillo- por Geli porque quedaban apenas dos minutos para alcanzar la temida tanda de penaltis; resulta que Seaman paró tres al Sampdoria en las semifinales. “Yo no sabía qué minuto era, estaba fresco. Cogí el balón y pensé en pasársela a Esnáider al hueco. Pero el Arsenal tiró el fuera de juego, levanté la cabeza y vi a Seaman adelantado”, relata Nayim; “fueron acciones muy rápidas. Pam, pam, pam. Y tras golpear el balón, pensé: ‘Ostia Nayim, le has dado bien… ¡Va portero, cáete, tropieza, haz algo!”. Y asó lo hizo Seaman, que reculó tarde y saltó pronto para meterse con el balón en la portería.

No fue casualidad. “Gigi –como le conocían en el vestuario a Nayim- ya nos había dicho que el portero jugaba adelantado y que lo probáramos desde lejos”, revela Santi Aragón, que antes ya había realizado un disparo similar de resultado bien distinto. “Es que me conocía a todos los del Arsenal hasta el punto de que el mister, unos días antes, me preguntó por su presión adelantada, por la profundidad de los laterales, por el lanzador Paul Merson y por la calidad rematadora de Ian Wright”, explica Nayim, rival acentuado del Arsenal porque jugó cinco temporadas en el Tottenham. Curiosamente, su paso por el club londinense también le sirvió para esa final.

Nayim, con la Recopa del 95.
Nayim, con la Recopa del 95.Ross Kinnaird (EMPICS Sport/PA Photos /Cordon Press)

Nada más empezarla, en la primera ocasión que tocó el balón, Hartson le soltó una patada con los tacos por delante por debajo del gemelo. “Si no me pilla en el aire me hubiese roto el tendón de Aquiles. Pero nadie me iba a sacar del césped; en Inglaterra aprendí a jugar con dolor”, afirma. Una lección que comprendió en su debut con el Tottenham y en el campo del Liverpool, cuando un rival le tiró un codazo que ni siquiera le tocó. Nayim, entonces, simuló el golpe para provocar la cartulina roja. “Pero escuché una voz familiar que me decía: ‘Levántate gilipollas”, relata; “abrí un ojo y vi a mi capitán, Gary Mabbutt, de muy mal humor”. En el descanso, el técnico Terry Venables –que también estaba en el Parque de los Príncipes como aficionado- le cambió y le dijo: “La próxima vez, si te pasa algo, te quedas en el suelo. Pero si no tienes nada, te levantas y a jugar”. Por lo que la patada de Hartson, tipo duro que se dedicó a insultarle durante todo el partido, sólo le dio más ganas de pelear.

Cogí el balón y pensé en pasársela a Esnáider al hueco. Pero el Arsenal tiró el fuera de juego, levanté la cabeza y vi a Seaman adelantado” Nayim, medio del Zaragoza

También les habían insuflado energía los 19.000 aficionados que acudieron a París. “De camino al estadio, en el autobús, que iba en silencio absoluto, sólo veía gente del Zaragoza”, cuenta Nayim; “pero el cosquilleo en el estómago me llegó cuando entré al campo a calentar”. Ni siquiera en las conversaciones de la noche con Íñigo Lizarralde, su compañero de habitación, le habían quitado el sueño. Estaba para jugar y competir, y por eso se tomó a risa cuando un aficionado gunner, en el paseo del día anterior por la ciudad, le ofreció varios billetes para dejarse ganar. “Hemos llegado aquí con un estilo y vamos a morir con este estilo. Sólo es un esfuerzo, dejaros el alma por la gente que está viéndonos, animándonos, y disfrutar lo que queda”, dijo Víctor Fernández antes de empezar la prórroga, después del delicioso tanto de Esnáider y la réplica de Hartson. Y ya sobre la bocina, en el mismísimo minuto 120, llegó el gol de Nayim.

“Me sorprendió que intentara el golpeo en ese momento”, explica Aragón; “el estadio, de repente, se calló”. Se suma Aguado: “Si hubiera sido otro, pensaría que era un loco. Pero ya sabíamos del talento de Nayim y entendimos que podía pasar algo”. Interviene Gigi: “Fueron los cuatro segundos más largos de mi vida”. Y resuelve Lizarralde: “Yo fui uno de los 19.000 zaragozanos que sopló para que ese balón entrase”. Gol y caos, delirio y jarana. “¡Bendito sea Alá!”, le gritaba Aguado, ya en la melé de la celebración. “Le di un beso en los morros”, recuerda Belsué. “Sí, sí. Me lo quité de encima y le dije de todo. Pero bueno, en ese momento me podían hacer lo que fuera. Sólo oía: ‘¡Cabrón Gigi! ¡Qué bueno eres! ¡Cómo las has liado!’. Y yo, lo único que quería, era volver a mi campo porque no se había acabado”. Pero duró un suspiro, el tiempo para sacar de centro y nada más.

“Todo el mundo que me habla del gol me explica lo que estaba haciendo en ese momento”, reflexiona ahora Nayim; “y es por eso que creo que fue importante en sus vidas”. Los jugadores, además de la prima económica, se llevaron un Rolex. “Desde ese día, lo llevo siempre. Voy a la playa, me baño con él, todo, todo. Bueno, menos jugar a fútbol porque puedo hacer daño”, apunta Nayim. Detrás se puede leer: “Real Zaragoza, campeón de la Recopa. 10 de mayo de 1995”. Una fecha, un logro y un héroe que, más allá del autobús que se fue antes de tiempo del Parque de los Príncipes, no se olvidarán.

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