La fortuna auxilia al Deportivo, que empata frente al Córdoba en casa
Un gol en propia puerta del Córdoba le priva de una victoria que tenía en el bolsillo
Con el Deportivo muerto, con un jugador menos, sin fútbol ni coraje, un saque de esquina que rebotó en Florín Andone rescató un punto que es oro, un magro botín que no salvará la cabeza de Víctor Fernández, pero que mantiene al equipo fuera de los puestos de descenso y casi condena al Córdoba, que cerca estuvo a punto de situarse a cinco puntos del sueño de la salvación y sigue a ocho, golpeado por la fortuna además.
Deportivo, 1-Córdoba, 1
Deportivo: Fabricio; Juanfran, Lopo, Sidnei, Luisinho; Álex Bergantiños, Borges (Medunjanin, m. 62); José Rodríguez (Oriol Riera, m. 55), Luis Fariña (Hélder Costa, m. 62), Cuenca; y Toché. No utilizados: Lux, M. Pablo, Laure y Juan Domínguez.
Córdoba: Juan Carlos; Gunino, Pantic, Crespo, Edimar; Krhin, Borja García; Bebe, Fede Cartabia (Fidel, m. 78), Heldon (Rossi, m. 75); y Florin Andone. No utilizados: Saizar, Campabadal, Luso, Abel y Zuculini.
Árbitro: Prieto Iglesias. Expulsó a Luisinho por doble amonestación en el minuto 68 y amonestó a Borges, Juanfran, Medunjanin, Krhin y Crespo.
Goles: 0-1. m. 54. Florin Andone; 1-1, m. 85, Florin Andone, en propia meta.
Riazor. 17.602 espectadores
A falta de fútbol el Deportivo puso alguna dosis de corazón. De ambas raciones andaba escaso últimamente, pero llega un momento en el que ahí está la casta como sencillo recurso ante la incapacidad. Con ella encontró algún atisbo futbolero el equipo de Víctor Fernández, conectó de inicio a Luis Fariña y con él un escape ante la planicie. Pudo marcar en esa salida codiciosa el Deportivo, en una puesta en acción gaseosa que murió en un cuarto de hora después de que el mediapunta argentino e Isaac Cuenca, justo dos de los hombres sobre los que estaba puesto el foco de la falta de rendimiento, olfatearan el gol. También tras una dudosa acción sobre Luisinho en la que se pidió penalti. Se asustó de inicio del Córdoba, cuyo plan era sencillo: juntarse atrás y al recuperar la pelota buscar el sprint de sus delanteros sin que el medio campo fuese una estación. Así creció porque además el Deportivo se perdió en la irrelevancia de un centro del campo incapaz de gobernar el partido porque Álex, siempre generoso en los esfuerzos, hace su trabajo y el de Borges, que deslumbró a su llegada pero desde hace varias jornadas tampoco mejora de manera sustancial el rendimiento de otros futbolistas que pasaron por allí y ahora esperan en el banquillo.
No estaban Lucas Pérez y Cavaleiro, dos habituales del bullicio, en la grada cumpliendo sanción. Se le agotó pronto el ánimo al Deportivo, llegó la nada futbolística y el partido viró hacia la comodidad para el Córdoba, un sosiego sin alardes por más que Florin Andone llevara la congoja a la grada con un gol anotado en fuera de juego o Luisinho sufriera en el flanco zurdo para contener el galope de Bebé, que propició una clara llegada de Borja García mal finalizada. Se fue el Deportivo del partido, resignado a no mandar y a desperdiciar el balón con pases imposibles en la búsqueda del delantero para que lo bajase de espaldas a la meta y lo manejase entre los dos centrales, pero regresó en los instantes finales de la primera parte, de nuevo con tesón e insistencia, con un gol bien anulado a Toché en la última jugada antes del receso. Pero para entonces Fariña y Cuenca ya no tocaban bola y en el regreso el partido fue claramente del Córdoba, que marcó por mediación de Florin Andone y hurgó en la herida de un equipo dañado.
Maniobró el banquillo deportivista e hizo los tres cambios casi de inmediato. Encontró otro aire con Medunjanin, por fin un centrocampista que se mostraba, pero justo cuando el Deportivo comenzaba a rearmarse Luisinho cometió una temeridad en una entrada a exceso de revoluciones y dejó a su equipo con diez. No era momento para amabilidades. Riazor brotó en grito contra Víctor Fernández y desde el fondo de los Blues se recordó a Fernando Vázquez, que es una especie de dos en uno, una manera de golpear al inquilino del banquillo, pero también al del palco. Y de pronto, entre todo el batiburrillo, llegó el inopinado autogol que llevó el partido hacia un final surrealista, con el Córdoba en busca de la victoria, el Deportivo partido, su portero (que evitó la derrota en ulterior remate de Krhin) dejando pasar los segundos en cada saque para mantener el magro botín y media grada exigiéndole que pusiese el balón en juego para apostar a doble o nada. En medio un técnico al que le habían dicho antes del partido que si empataba se iba a la calle.
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