La tormenta de Ámsterdam
La nueva derrota ante Holanda suscita las críticas hacia el cuerpo técnico de la selección
La tormenta de viento que ha barrido Holanda se llevó arboles por delante, tumbó camiones por todo el país, suspendió y retrasó vuelos a mansalva en Schipol, arruinó conexiones de trenes y, en Rotterdam, incluso levantó la tela asfáltica del tejado de una casa, y dio que hablar en los bares un perro que salió volando. Hubo otras consecuencias de la tormenta, la que vivió España en el Amsterdam Arena que duró tres minutos, pero apuntó al vendaval que borró del Mundial al equipo de Del Bosque en Salvador de Bahía. Esta vez fueron despistes propios de novatos los que terminaron con la idea de ganar el amistoso y van cuatro derrotas en ocho partidos en este camino que Del Bosque pretendía convertido en una dulce transición, por lo que la derrota, con los cuchillos afilados hace tiempo, ha hecho sangre en la espalda del seleccionador.
Ya no somos campeones del mundo, pero seguimos siendo bicampeones de Europa. Que no se olvide nadie"
“No hay para tanto”, dijo ayer Piqué, en la presentación de la X Edición del libro de relatos solidarios, que ha recaudado este año 50.710 euros con su imagen a beneficio de la Fundación Guttmann. “Entendemos las críticas. Perder 2-0 en Holanda siempre duele, más por todo lo que llevamos conseguido en los últimos años. En junio habrá otra convocatoria y habrá que ver lo que prueba el míster”, adelantó.
En el sentir generalizado de la selección es que las cosas se sacan de madre a cada derrota. Y en unas circunstancias en las que lo que reclama el cuerpo es tiempo para curar heridas y ponerse a tono. “Estamos en el buen camino”, verbaliza el catalán y piensan los jugadores y el cuerpo técnico, consciente de que a la selección no se le perdona ni una, ni en el campo ni fuera: defiende bien un córner —Isco al primer palo las sacó todas, consciente de donde las ponía Holanda— y en la jugada siguiente se presiona mal, se defiende mal y la jugada acaba en gol. Peor fue lo del segundo tanto, que desde Mario Suárez retrató la candidez de medio equipo, especialmente de un centro del campo que no cuajó, con Suárez perdido en una pésima lectura de un partido en el que Cesc y Cazorla siguen queriendo y siguen sin poder dar el paso adelante que les pide la situación. “Acordaros de lo que paso después de Alemania”, dicen los más veteranos de la Roja.
La imagen de De Gea desesperado maldiciendo su desgracia tras ser fusilado por Klaassen en el segundo gol resume la imagen de la tormenta de Ámsterdam. “Estamos creciendo”, es una de las frases que más se repite entre los jugadores y el cuerpo técnico de La Roja. “Antes solo se veía lo bueno, ahora solo se nos juzga por lo malo”, se ha lamentado Del Bosque, que señala por los pasillos “a los de siempre, a los que nos vienen esperando desde el primer día”.
El técnico, en cualquier caso, no parece agobiado por lo que ve en el campo, y mira con perspectiva de futuro. Le han gustado muchas cosas. Le ha gustado comprobar que los veteranos están comprometidos, y que el desparpajo de los chavales suma. Sabe que la tormenta amainará y que, entonces, como solía decir Reina, en el barco “habrá sitio para que se suban todos”. Y aunque Del Bosque no es de los que señalan, por el camino se quedarán algunos, porque así debe de ser. No se arrepiente, en cualquier caso, de las pruebas que está haciendo “Hemos preferido este camino y lo hemos elegido conscientemente. Y hemos sacado muy buenas conclusiones”, admite el seleccionador.
“No queremos engañarnos ni engañar a nadie, pero las sensaciones son buenas”, sostiene Del Bosque, más preocupado por algún rato en Sevilla ante Ucrania que por el partido de Ámsterdam, bajo techo, a cubierto de la tormenta que desencadenaron dos ataques mal tapados de los holandeses. Dicen que se fue tranquilo, porque vio en su equipo el empaque para reaccionar en una situación difícil que no vio en otros partidos, con un marcador que daba miedo. “Los amistosos siempre estuvieron para perderlos”, sostienen en la Federación, conscientes de que ahora, lo importante es rendir visita a Polonia en Varsovia, donde se perfila el próximo, y ganar en Minsk a Bielorrusia para dejar prácticamente resuelto el grupo de clasificación, antes de irse de vacaciones. “Quien nos quiera matar que nos mate, pero se están equivocando”, avisan desde el vestuario de La Roja, donde insisten, llenos de orgullo: “Ya no somos campeones del mundo, pero seguimos siendo bicampeones de Europa, que no se olvide nadie”.
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