Zidane, una expectación de Primera
El astro francés visita Huesca como técnico del Real Madrid Castilla sorteando la devoción a su paso y sin pronunciar una palabra
En la falda del cerro de San Jorge, protegido del cierzo por una tupida manta de vegetación de pino carrasco, se levanta un fortín de acero inoxidable de nombre El Alcoraz. Un estadio vetusto y sobrio donde el fútbol se vive a la antigua usanza, con rifa de jamón al descanso incluida, donde resuena la respiración de los jugadores en cada carrera y donde el aguerrido equipo local ya acumula 17 meses sin perder un partido. Allí recuperó el Huesca el liderato del grupo II de la Segunda División B tras derrotar al Real Madrid Castilla (2-0) y allí se situó este fin de semana el epicentro de una sacudida mitómana con Zinedine Zidane como protagonista.
Como viene ocurriendo durante toda la temporada en cada viaje del filial madridista fuera de Valdebebas, la presencia en la convocatoria del astro francés (segundo entrenador por organigrama y primero a efectos prácticos) convirtió el partido en un evento de primera. Chavalería en tropel a la caza de la foto y el autógrafo del ídolo, expectación desbordada en la ciudad, y taquillas estresadas como si de una cita enciclopédica se tratase. Los 1.800 parroquianos de cada domingo se convirtieron en 3.226 espectadores; los medios de comunicación y los efectivos de seguridad se multiplicaron para la ocasión.
Aprovechando el tirón de Zidane, la gerencia oscense rescató por primera vez en cuatro años el cartel de Día de Ayuda al Club y fijó un precio de cinco euros para todos los abonados y entradas entre 19 y 27 euros para el resto de aficionados. Huesca es azulgrana por colores fundacionales y madridista de corazón. “En poco tiempo, hemos tenido la suerte de recibir al Barça en los dieciseisavos de la Copa y ahora al Madrid de Zidane. Un lujazo”, expone orgulloso el presidente, Fernando Losfablos, madridista declarado, “como la mayoría de los oscenses”. Ante los azulgrana instalaron una grada supletoria con 1.500 asientos para hacer el agosto en diciembre con tickets entre 55 y 90 euros y lograron un aforo récord de 6.800 personas. En esta ocasión, la repercusión fue menor, pero el revuelo muy similar.
Para llegar al comedor escapó por la cocina porque 50 personas invadieron el hotel
“Soy del Madrid, pero este fin de semana les he cogido un poco de manía”, cuenta entre bromas y veras Víctor, empleado del Hotel Abba, donde se alojó la voluminosa expedición de 29 personas del Castilla (16 de ellos jugadores) entre el viernes por la noche y el domingo. “Tuvimos aquí a Iniesta y compañía y no pasó nada, pero esta vez se ha revolucionado todo”, repasa abrumado después de que el miembro de seguridad contratado ex profeso por el Madrid para proteger a Zidane en cada desplazamiento llamara a la policía para contener al medio centenar de fans que inundaron el hall del hotel horas antes del partido. Jóvenes y mayores, padres e hijos, abuelos y nietos. Los más avezados conocían a Odegaard (la promesa noruega de 16 años por la que el Madrid pagó unos tres millones de euros, el doble del presupuesto del Huesca) y a Medrán (el canterano con más apariciones en el primer equipo), pero todos estaban allí por Zizou. Mientras el primer entrenador, Santiago Sánchez, y varios jugadores atendían a la concurrencia rumbo al comedor, el mito de la volea de Glasgow sorteaba el acoso accediendo, escondido, por la cocina del hotel. Dos patrullas policiales se personaron para achicar la algarabía cuando los más escurridizos empezaban a colarse en la comida del equipo. El asalto apenas tuvo éxito en cada subida y bajada del autobús.
La yinkana de los fans se trasladó más tarde al estadio. Icono publicitario de la firma Mango tras tomar el relevo de Piqué y portada reciente de Vogue, Zidane se presentó en El Alcoraz con su impecable look slim fit de camisa blanca, pantalón negro y zapatos puntiagudos de estilo italiano, pero ya sobre el césped tuvo que recurrir al anorak del equipo para combatir la rasca. Su banquillo quedó vigilado en exclusiva por tres municipales y, desde su salida al campo se convirtió en el centro de los encuadres de todas las fotos. “¡Menos Zidane y más animar!”, reclamaban los veteranos. El técnico francés permaneció sentado los dos primeros. Después, gritos secos y cortos, alguna sincinesia nerviosa, indicaciones medidas y lamentos puntuales. En el Alcoraz es uno de esos campos en los que, si no te mueves te come la escarcha, pero su sutil coreografía apenas se desarrolló en un medio metro de césped.
No pasó por la sala de prensa, como siempre, y solo unos pocos lograron su autógrafo
En octubre, en Socuellamos (Ciudad Real), la pleitesía rival llegó al punto de entregar al francés la insignia de oro de la peña madridista de la localidad y de retocar la combinación de colores de la equipación del equipo local para que el Castilla pudiera lucir de blanco. Unos 3.000 vecinos de los 13.000 que tiene la localidad castellano-manchega acudieron al partido al reclamo del campeón del mundo. En esta ocasión, el Huesca dejó atrás el anfitrionaje tras el pitido inicial y se llevó una victoria que complica a los chicos de Zidane. El francés perdió cinco de los seis primeros partidos, pasó de colista a líder en 16 jornadas y ahora, tras encadenar tres derrotas consecutivas, ha descabalgado de los puestos de playoffs. “A Zizou es siempre mejor tenerle en la banda que en el césped”, bromeó Tevenet, el técnico local, tras lograr la victoria. “Ojalá estuviera el campo así siempre”, remató. Fue el único que compareció en la sala de prensa. “En Segunda B no existe esa obligación”, explicó el empleado de prensa del Madrid. Zidane pasó por Huesca sin pronunciar una palabra en público. Solo unos pocos afortunados se quedaron con su firma en papel y su sonrisa en megapíxeles como recuerdo del día que la leyenda pisó su ciudad.
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