Nairo Quintana conquista el Terminillo
El escalador colombiano aventaja en casi un minuto a Contador y demás grandes con un ataque a cinco kilómetros de la cima
Nairo. Nieve. Italia. Contador. Cabeza. Piernas. Hoy. Cálculo. Ayer. Memoria. Rabia. Ejercicio de estilo, de periodismo: escriba una crónica, con esas palabras, personas, ideas, conceptos. Y aunque en esa casi docena de sustantivos y adverbios esté contenido todos lo que se puede decir de una etapa como la del Terminillo en la que el escalador italiano puso su pie sobre la cabeza de la serpiente de la Tirreno-Adriático, sus posibilidades combinatorias son tantas que no es tan sencillo construir un relato sin saber de qué se está hablando, sin saber que, a pesar de su aparente sencillez, Nairo Quintana, el mejor ciclista colombiano, uno de los mejores escaladores del momento, es un personaje sobre todo complejo.
En el pelotón, en ese grupo de ciclistas seleccionados ya a falta de casi siete kilómetros para la cima del Terminillo, el monte símbolo, como el Gran Sasso, de los Abruzos y de una cierta idea de Italia, entre los que aparentemente Contador, el favorito, es quien debe definir el futuro, todos saben, sin embargo, que hasta que no vean caído y derrotado a Nairo Quintana nada puede darse por seguro, sino es su propia derrota. A Nairo Quintana, 25 años recién cumplidos y ya tanta experiencia, tanto palmarés, tanto control en el Tour, en el Giro, en las más grandes carreras, todos le recuerdan de una tarde de primavera plena de nieve, en los Dolomitas, siempre en Italia, en mayo pasado. Y si tantos quisieron resumir su ataque en el descenso del Stelvio que le condujo a la victoria en el Giro sobre su compatriota Rigo Urán a un asunto de astucia y malicia, de aprovechamiento de dudas y miedos, seguramente lo hicieron como pura maniobra de defensa, de disculpa. Porque todos conocen al ciclista. Y si ayer, a cinco kilómetros de la cima del monte que a Mussolini placía por su redondez geométrica, ese sentido de la pureza que tanto agradaba a los fascistas, le vieron a Nairo atacar antes de que la nieve blanca y las nubes negras oscurecieran la tarde como se oscurecen los días cuando un eclipse, aquellos que pensaron que fue un ataque de rabia y desmesura, tantos iban en el buen grupo, y tan buenos escaladores ellos –Contador, Urán, Mollema, Nibali, Pinot, Poels, líder hasta entonces….--, se equivocaron.
“El mayor error que puede cometer un ciclista es confundir las piernas con la cabeza”, suele decir el colombiano
“El mayor error que puede cometer un ciclista es confundir las piernas con la cabeza”, suele decir el colombiano, que mejor conjuga ese imposible de hacer pasar por intuición y aventura, por ánimo de revancha –fue el año pasado, en carreteras cercanas, Contador quien dejó plantado a Nairo en la misma carrera-- aquello que no es más que cálculo y control con la victoria siempre como objetivo, con la soledad del escalador solitario como ideal, como belleza. “No hay que atacar pensando que se tienen buenas piernas, sino sabiendo hasta dónde se puede llegar. No hay que atacar como revancha o de cara a la galería, sino solo cuando se sabe que el ataque va a ser decisivo. La intuición, y de manera limitada, solo sirve para intentar adivinar cómo están los rivales, porque el ciclismo es ajedrez: siempre tu jugada desencadenará una respuesta del otro que tienes que saber anticipar”.
Quizás Contador, cuando se dejó caer de la cabeza del pelotoncito a la cola, no pudo anticipar que en respuesta a ese gesto, y a cinco kilómetros aún de la cima de un puerto bastante tendido, Nairo Quintana iba a atacar. Una pequeña aceleración sobre los pedales. Un hueco. Mirada al frente. Luego, sentado. Y sin mirar atrás con franqueza, síntoma de debilidad, sino por el rabillo o bajo el codo. Así pudo controlar cómo las noticias que hablaban de una cierta debilidad de Contador –su mal prólogo, su derrota ante Froome, al que había derrotado la víspera, en la Vuelta a Andalucía—no eran exageradas. Y pudo ver, o, mejor, sentir, cómo entre los grandes se actuaba con miedo, marcándose unos a otros salvo el holandés Mollema, acostumbrado a lanzarse solo. En la cima, bajo la ya intensa nevada, el cronómetro fijó las diferencias, retrató el valor del ataque. Mollema, perdió 41s; Purito, Urán, Pinot y Contador, 55s. En la general, Quintana es líder con tiempo suficiente para no temer en exceso la contrarreloj de 10 kilómetros el martes con que terminará la carrera.
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