Caótico Madrid
El campeón evita un chasco monumental tras su espantoso duelo ante un gran Schalke
Tan aturdido anda el Madrid que no pasa en calma ni una presunta noche de baño y masaje. Lo mismo dio que se midiera al Schalke, que no era un contrario con galones y se dejaba caer por casa del campeón con un 0-2 a cuestas. El equipo español fue el colmo y se libró por los pelos de una eliminación sonada como pocas. Estará en los cuartos, pero, previsiblemente, la jornada tendrá consecuencias. El Schalke le dejó mal parado y certificó punto por punto todos los males que azotan al grupo de Ancelotti, sostenido por dos goles de Cristiano, que en Europa al menos sí mantiene el tipo. El resto fue un horror, físico, técnico, táctico y de todo orden.
El de Ancelotti era un equipo desconectado, agrietado en todas las líneas, nada solidario
El Madrid fue un espanto, un desmadre total. Un equipo chato, birrioso, sin voltaje, con algunos en la hamaca, otros con mármol en las piernas y unos cuantos sin brújula. La pelota era del Schalke, como los rechaces, las segundas jugadas, los remates… Y el alma. El alemán no es un conjunto para los archivos históricos del fútbol. Va por Europa con el chasis justo, sin estrellas y con algunos monaguillos en esto del fútbol que acaban de estrenarse con 19 años -Wellenreuther, Meyer, Sanè- pero por momentos parecía un Bayern tuneado. Con el Madrid hecho un guiñapo, el cuadro de Di Matteo se vio incrédulo. Sus chicos llegaron a Chamartín dispuestos a morir de realidad, pero el partido discurría para ellos como una película de ciencia ficción.
El Madrid era un sumidero, invitaba a jugar en corto, en largo o como se terciara a cualquier telonero. A Fuchs, por ejemplo, un lateral zurdo avanzado ante el que dimitió Bale, que dejó a la intemperie a Arbeloa. Como hacía Cristiano con Coentrao, aislado en su duelo con Barnetta. A los auxilios no llegaban Isco ni Khedira, tan extraviados como Kroos, gripado desde hace tiempo. El Schalke colonizó el medio, con Meyer fuera del radar de cualquier madridista, ya envidara a espaldas de Kroos o como socio de Barnetta y Fuchs. Descamisados desde la zona de creación, los defensas locales se vieron en bancarrota. El chasco era absoluto. El Madrid era un equipo desconectado, agrietado en todas las líneas, nada solidario. Los titulares han perdido fuelle y, acostumbrados a estar en la sombra por las pocas rotaciones, a los suplentes no se les quita la cara de suplentes.
Casillas evitó el descalabro con dos paradas finales que le redimieron
Un caso paradigmático es el de Bale. El equipo necesita al Bale que comenzó a despuntar en la Premier en posiciones más retrasadas. Nunca tuvo mucho tajo defensivo, pero tenía un recorrido más largo. Al Madrid llegó como una vedette y la empresa le concedió el esmoquin de delantero de pasarela. Como no le faltan recursos, a su aire, gol a gol, golazo a golazo, cuadró en el puesto. Cayó la Décima y no hubo discusión. Con los meses, la evidencia subraya que el Madrid necesita un cuarto centrocampista. Quien sea, o Bale si al menos pone un ojo en la zona. Cristiano y Benzema nunca tuvieron ese hábito, nacieron delanteros.
Sin el apoyo de los tres atacantes, los medios blancos poco a poco se han quedado sin depósito, agravada la situación por las bajas de Modric y James. Y cuando un adversario como el Schalke le crea superioridad en la zona ya no hay quien tire de escoba. Nadie lo interpretó mejor que el joven Meyer, que condujo de maravilla a los suyos. Por ejemplo, al gol de Fuchs, cuyo disparo pilló a Casillas con las manos blandas. Un susto monumental para los de Ancelotti, con las piernas tan anudadas como las gargantas. Para su alivio, apareció Cristiano, y en la primera ocasión local el portugués cabeceó como el prodigioso atleta que es un córner lanzado con el sello de Kroos, que para esas suertes aún tiene oxígeno.
Real Madrid, 3-Schalke 04, 4
Real Madrid: Casillas; Arbeloa (Nacho, min.82), Pepe, Varane, Coentrao (Marcelo, min.58); Kroos, Khedira (Modric, min.58), Isco; Bale, Benzema y Cristiano.
Schalke 04: Wellenreuther; Howedes, Matip, Nastasic, Fuchs, Barnetta (Uchida, min.80); Neustadter, Hoeger (Goretzka, min.58), Meyer; Choupo-Moting (Sané, min.29) y Huntelaar.
Goles: 0-1 min.20, Fuchs. 1-1 min.25, Cristiano Ronaldo. 1-2 min.40, Huntelaar. 2-2 min.45+1, Cristiano Ronaldo. 3-2 min.52, Benzema. 3-3 min.57, Sané. 3-4 min.84, Huntelaar.
Árbitro: Damir Skomina (ESL). Amonestó a Cristiano Ronaldo (min.31) y Coentrao (min.54) por parte del Real Madrid.
Partido de vuelta de los octavos de final de Champions League. Estadio Santiago Bernabéu.
Ni siquiera el brinco descomunal de Cristiano, que ya es el máximo goleador de la historia en las competiciones europeas, con dos tantos más que Raúl y Messi, despertó al Madrid, que siguió sin rumbo hasta verse de nuevo al borde del abismo en unos minutos de traca. Varane casi burla a Casillas en una cesión disparatada, Huntelaar disparó al larguero sin que nadie le tapara en el balcón del área… Estaba cantado y conjunto alemán otra vez cobró ventaja. Meyer, siempre Meyer, al que nadie parecía tomarse en serio pese a su gran destreza en todas las facetas del juego, asaltó la zona de Casillas, que desvió el disparo hacia el centro, donde no se debe según todos los manuales. Al rechace, como a todos los rebotes, llegó uno del Schalke: Huntelaar.
En medio del desaguisado, otra vez irrumpió su mejor bombero. Cristiano, como ese delantero centro permanente al que se encamina ya con sus años, voló de nuevo y a un suspiro del descanso marcó un gol analgésico como pocos, con la hinchada blanca muy mosqueada. Ni así. Ni con otro de Benzema, ni con el aclamado Modric, convertido en estos tiempos en un mesías del madridismo… El Madrid, blando, precipitado y hasta intimidado, era incapaz de gobernar la jornada. Se estiró más, pero sin remedio, porque concedió un partido de ida y vuelta, sin bridas. Y en ese tramo el Schalke, más coral, no fue menos. Por increíble que parezca, golpe a golpe se puso 3-4, con el Madrid a un tanto de ser fumigado. Con el desastre total a un palmo, con Casillas evitando el descalabro con dos paradas finales que le redimieron. Pálido, con un ataque de pánico indisimulado y la grada incendiada contra los suyos, el campeón se aferró a los cuartos de final. Un resoplido del que probablemente no salga ileso. La tormenta se avecina. El caos fue descomunal.
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