La Liga no es un paseo
El Madrid también pincha, esta vez ante un estupendo Villarreal que no sacó de inicio su mejor equipo. El conjunto de Marcelino mejoró con la entrada de Vietto y Trigueros
En la presunta Liga del bipartidismo, la risa por barrios. Un día la sonada del Málaga en Barcelona, otro la del Villarreal en el Bernabéu. No todo es coser y cantar y hasta un adversario con el rabillo en otros fregados puede dar la campanada. Lo hizo el conjunto de Marcelino, que en días de trajín en tres competiciones se guardó de salida a muchos titulares, pero el grupo se desplegó de maravilla. No es un cualquiera este Villarreal, estupendo en todo, bien dirigido y con un molde único que no muda con titulares o suplentes. Es equipo y hay plantilla, porque tiene sello, personalidad, no va de paso por ningún sitio. No lo disimuló en Chamartín, donde jamás se arrugó pese a su alineación inicial, con muchos reservistas. Se lo hizo pagar al Madrid, que nunca estuvo cómodo. Cachazudo de entrada y ansioso al final. Sin remedio, ahora tiene de nuevo al Barça en el retrovisor a veinte días del clásico.
REAL MADRID, 1-VILLARREAL, 1
Real Madrid: Casillas; Carvajal, Pepe, Varane, Marcelo; Lucas Silva (Jesé, m. 71), Kroos, Isco (Illarramendi, m. 78); Bale, Benzema (Chicharito Hernández, m. 81) y Cristiano Ronaldo.
Villarreal: Asenjo; Gaspar, Bailly, Dorado, Costa; Campbell, Pina (Trigueros, m. 61), Sergio Marcos (Jonathan Dos Santos, m. 68), Moi Gómez; Gerard y Giovani (Vietto, m. 61).
Goles: 1-0. M. 52. Cristiano Ronaldo. 1-1. M. 64. Gerard Moreno.
Árbitro: González González. Amonestó a Moi Gómez, Bailly, Asenjo y Trigueros y a Carvajal.
Partido correspondiente a la 25ª jornada de Liga. Estadio Santiago Bernabéu, cerca de 70.000 espectadores.
Arrancó un Madrid muy flácido, como si el guion escrito estuviera, sin más, de su lado. Como si la victoria le perteneciera porque sí. Quizá porque el Villarreal está con mil batallas a la vista, llegado de la Liga Europa y con el Barça en la sala de espera de la Copa esta semana. Marcelino, su técnico, sabedor de la sobredosis que se le avecina, mantuvo a la sombra a gente de primera. El asunto parecía esa regla común de tantos teloneros cuando deben examinarse en Chamartín o el Camp Nou, donde muchos descuentan puntos desde que se divulga el calendario. Unos, como Ze Castro y Baena, del Rayo, buscan las tarjetas para limpiarse del próximo reto con el Barça. Se podía intuir que sería el caso del Villarreal, pero en absoluto se lo tomó como un apeadero hacia batallas más selectivas. Demostró sin tachas que no es casual que viva en todos los torneos. El sonajero de que esta Liga da por hecho un paseo imperial de los grandes volvió a quedar en entredicho. Unos y otros, Barça y Madrid, no están libres de accidentes.
Con todo, el cuadro amarillo mantuvo el tono competitivo de principio a fin. El otro Villarreal compareció sin Mussachio, Vietto, Uche, Jonathan dos Santos y Trigueros, con Bruno lesionado y Cheryshev condenado por ese eufemismo llamado cláusula del miedo que hoy aplican la mayoría de clubes a sus cedidos. Vamos, esta vez el canguelo del Madrid a que su jugador en préstamo armara el taco. Rebajado el submarino, el líder se tomó la jornada al ralentí. De alguna manera, Lucas Silva fue el termómetro: ni bien ni mal. Ese fue el cuadro de Ancelotti, bajo de voltaje, como si quisiera jugar con una pierna hasta que se vio ante el abismo. No le alcanzó porque el Villarreal siempre tuvo cuerpo, ordenado en todos en los sectores del campo y sin remilgos ante Casillas, como en un mano a mano de Gerard Moreno que desbarató el capitán local justo antes de que Carvajal despejara bajo el larguero un remate de Moi Gómez.
Arrancó un Madrid muy flácido, como si el guion escrito estuviera, sin más, de su lado
Ni el susto espabiló a los blancos, limitados a los amagos de Isco, alguna incursión de Bale y los saques de esquina de Kroos, también arquitecto desde el córner. Uno de sus servicios lo cabeceó Varane a un pelo de la red. La mejor oportunidad del Madrid, que no tuvo carrete con Cristiano Ronaldo, fuera de escena hasta que Bailly, incauto él, le eligió como pareja de baile. Le anudó la cintura con las manos de forma tan elocuente que no ningún árbitro de este mundo hubiera dudado. Penalti y bingo del portugués de vuelta del descanso. Al trote, el Madrid se vio en ventaja como había supuesto y Cristiano despertó con algunas acciones de mérito. Pero su equipo nunca tuvo hilo, jugó de forma espasmódica. Como su apuesta no fue firme tuvo réplica. Marcelino recurrió a Vietto, una de las alegrías del curso español, y el argentino habilitó en el balcón del área a Moreno, cuyo remate con la zurda se alejó de Casillas. Al igual que Vietto, Moreno es otra de las buenas noticias de la temporada, un futbolista con gol entre las cejas y que conoce el oficio. Uno de esos arietes que da juego.
El tanto de Gerard Moreno descorchó al mejor Villarreal, un equipo de tacto y atrevido. El Madrid se vio atemorizado, incapaz de tocar las teclas del partido, decidido a conceder un duelo de costa a costa. De Cristiano, activo en el segundo acto, a Vietto, un demonio desde su salida. Él tuvo el partido a sus pies, en un reto a solas con Casillas, pero resbaló para resople madridista. También se mostró de cabeza, pero Iker fue el mejor Iker. La cosa estaba seria para el Madrid, desconectado en lo colectivo, solo entregado a algún episodio de sus estrellas. Jesé, que tuvo la solución tras un fallo de Asenjo, Illarramendi y Chicharito no le cambiaron la cara. Lejos de achicharrarse junto a su portero, el encomiable conjunto castellonense, ya con el aplomo de Jonathan dos Santos y Trigueros, nunca dejó de ser una amenaza para los de Ancelotti, obligados a ir a tumba abierta tras más de una hora sin marcha. El Madrid solo se activó con las urgencias, con predominio del juego aéreo, pero entonces se topó con un rival de categoría que le restó dos puntos. Este campeonato no es una mera pasarela para los jerarcas. Por eso hay Liga, y mucha Liga. De ello se encargan los "málagas", "celtas" y "villarreales" del mapa.
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