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Examen de ingreso en el top-10

Muguruza y Suárez, que opositan a un puesto en la élite, se miden en Dubái a Kvitova y Radwanska, dos de las 10 mejores

Juan José Mateo
Carla Suárez en un partido de esta temporada.
Carla Suárez en un partido de esta temporada. LUC CLAESSEN (AFP)

Así persigue el sueño del top-10 Carla Suárez, la tenista española con mejor ránking (número 13) desde los tiempos de Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez.

Es Roland Garros 2014. Xavi Budò, su técnico, se acerca a Carlos Rodríguez, el entrenador que hizo número uno a Justine Henin y luego catapultó hasta los títulos grandes a Na Li, para escuchar en qué pueden mejorar, qué les falta. “A Carla solo le falta una cosa”, le contesta el argentino; “un puñetazo en la mesa”. Ese golpetazo de autoridad, fiera demostración de personalidad, llega ayer. Suárez, introvertida canaria, poco amiga de apretar puños y pegar gritos, compite en Dubái menos de 48 horas después de que una tortícolis le robe el sueño de disputar en Amberes la final más importante de su carrera. Tras nueve horas de vuelo. Sabiendo que le espera la temible Giorgi. Y no solo gana. Parece que la victoria por 6-3 y 6-4 sea algo rutinario.

Muguruza, en Dubái.
Muguruza, en Dubái.ALI HAIDER (EFE)

“Y esos son detalles de que tiene un punto más de ambición personal y de madurez mental”, explica Budò, que independientemente de lo que ocurra en el difícil cruce de octavos (espera Kvitova, que manda 5-2 en el cara a cara), observa que su pupila está haciendo el esfuerzo de transformación técnica (raqueta más grande) y personal (más desparpajo) necesario para entrar en ese club de elite, donde no hay una española desde 2001. “Tras el disgusto de Amberes, era muy fácil bajar los brazos. En cambio, ha dado un golpe de autoridad, ha marcado territorio y ha insistido en la idea de ganar sin correr, sin agonía, mandando”.

“Es una victoria que valoro mucho”, dijo la ganadora. “Me ha servido para saber que mentalmente he dado un paso adelante con respecto a años anteriores”.

Mientras el futuro del tenis masculino español parece teñido de nubarrones una vez que se agote la inigualable generación presente, el del femenino es esperanzador. A rebufo de Suárez (26 años) y Garbiñe Muguruza (21) llegan jugadoras “con potencial”. Sara Sorribes (18 años), campeona de Europa júnior, disputó ayer su primer partido en el cuadro principal de un torneo WTA frente a la argentina Paula Ormaechea (derrota por doble 6-4 en Río). A Paula Badosa (17 años) los técnicos le han colgado la etiqueta de “diamante en bruto”. Y la gerundense Bolsova, de 17 años y descrita por fuentes federativas como “muy temperamental, con altos y bajos, bastante ganadora”, llegó a cuartos del Abierto de Australia junior. Las tres esperanzas, que todavía deben pasar el duro examen de la competición profesional, tienen un espejo en el que mirarse.

“¿Cree que Garbiñe Muguruza será la próxima número uno?” La pregunta, lanzada en forma de encuesta por un periódico dubaití, fotografía que ahora mismo no hay otra promesa del circuito que atraiga más miradas que la española. La número 24 ganó ayer 6-3 y 6-1 a la exnúmero uno Jelena Jankovic (hoy número 21) y vivirá ahora un verdadero examen contra la polaca Radwanska, la número ocho, entrenada por la legendaria Martina Navratilova. Muguruza tiene como meta el top-10, pero no solo en individuales. Suárez ganó ayer su partido y se marchó a competir con la hispanovenezolana en dobles. Juntas ya han disputado la Copa de Maestras. Sueñan con algo más: con lograr una medalla olímpica y transformar el fantasma de Arantxa y Conchita, que a tantas españolas ha martirizado, en un mítico recuerdo.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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