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La ‘grandeur’ interminable

Sostenida por una generación legendaria, Francia prolonga su ciclo triunfal al batir a Qatar La selección gala logra su quinta corona mundial

Alejandro Ciriza
Karabatic levanta la copa de campeón del mundo junto al resto de la selección francesa.
Karabatic levanta la copa de campeón del mundo junto al resto de la selección francesa.Christof Koepsel (Getty)

Los grandes campeones de la historia del deporte, dicen, se escriben en ciclos largos, en procesos dominadores. Y el de Francia, de seguir así, campeona del mundo por quinta vez, apunta a ser interminable. No concibe la generación de Les Experts, liderada por un fenómeno competitivo llamado Nikola Karabatic y rematada con otros pilares monumentales como Omeyer -elegido mejor jugador del torneo-, Narcisse o Guigou, la posibilidad de perder el apetito. No, de ningún modo. No lo contemplan y por eso siguen y seguirán ahí, en lo alto, hasta que el paso del tiempo se los lleve por delante por una cuestión cronológica, que no de hambre.

Qatar, 22-Francia, 25

Qatar: Saric; Memisevic (1), Benali (1), Mabrouk (-), Capote (6), Roine (-) y Hassab Alla (-) -equipo inicial-; Stojanovic (ps), Markovic (7, 3p), Al-Karbi (-), Borja Fernández (3), Damjanovic (-), Mallash (3), Madadi (1), Hamdoon (-), Zakkar (-).

Francia: Omeyer; Porte (4), Nyokas (3), Nikola Karabatic (5), Narcisse (4), Guigou (3, 2p) y Sorhaindo (1) -equipo inicial- Dumoulin (ps), Jerome Fernández (1), Barachet (3), Anic (-), Joli (-), Honrubia (-), Mahe (1), Accambray (-) y Luka Karabatic (-)

Marcador cada cinco minutos: 1-2, 3-4, 5-8, 6-11, 9-13 y 11-14 (Descanso); 14-17, 17-18, 19-20, 19-21, 21-24 y 22-25 (Final).

Árbitros: Novotny y Horacek (CZE). Excluyeron por dos minutos a Mabrouk (2) y Capote (2), por Catar; y a Nikola Karabati y Sorhaindo, por Francia.

Lusail Hall de Doha: 15.300 espectadores.

Francia elevó su quinta corona –previamente lo había hecho en 1995, 2001, 2009 y 2011– con su grandeur característica, después de un intensísimo ejercicio de balonmano. Lo hizo ante la anfitriona de la cita, Qatar, una selección imberbe en este juego, pero que al compás dictado por otro coloso de genética ganadora como Valero Rivera fue capaz de plantarse en la final y de mirar fijamente a los ojos a su adversario. Al final, 22-25 y el éxtasis galo.

One more time, una vez más, expresaban los altavoces del Lusail Multipurpose Hall de Doha mientras los franceses brincaban de alegría como saltamontes. Tal fue la efusividad que Dinart, otrora ejecutor y ahora asistente del técnico Claude Onesta, terminó con su polo rasgado de arriba debajo de tanto chocar el pecho contra la roca Sorhaindo. A unos metros, el seleccionador regalaba sonrisas y observaba la escena con la sensación del trabajo bien acabado. Buen estratega y mejor gestor Onesta, a un lado casi siempre para que la voz cantante la lleve el que más sabe.

Y ese es Karabatic. Niko, en su camarilla del vestuario. Él es el capitán general y por eso en los tiempos muertos de los momentos decisivos sus compañeros se agrupaban en torno a él y escuchaban sus órdenes, mientras Onesta se iba a un lado. Como líder indiscutible, guio a su equipo. A su acierto (cinco de siete en el tiro, un 71%) le unió el espíritu de sacrificio propio de los grandes. Defendió como un jabato e iluminó el ataque. Junto a él, rayó a la altura habitual y dio la cara en el tramo decisivo Narcisse (57%), uno de sus lugartenientes.

Qatar fue capaz de plantarse en la final al compás de Valero Rivera, otro coloso de genética ganadora

Enfrente, Qatar se vació sin respiro. Por momentos se envalentonó y se disfrazó de Francia, pero la ley bleu pesa demasiado. Mención especial para Capote (86%, seis goles), un cubano que es un portento atlético de la naturaleza y no inclinó nunca la rodilla. Ni siquiera cuando una cruceta de Omeyer escupió un lanzamiento de Mallash a falta de dos minutos, con 22-24, que podía haber cambiado el rumbo. No entró ese balón. Y los franceses, brazos en alto, festejaron su último éxito mientras Valero felicitaba de un lado a otro a todo el mundo, a pesar de la ciática que le castiga. Lo hacía con resignación, porque sabe que Francia, la pentacampeona, aún es una quimera para el resto.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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