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La fiesta del emir

La afición española contratada por Qatar acapara críticas “No somos mercenarios”, dicen

Alejandro Ciriza
 Ceremonia inaugural del Mundial de balonmano.
Ceremonia inaugural del Mundial de balonmano.ROBERT GHEMENT (EFE)

“Cuando llegué aquí, esto era un pueblecito. Y ahora, ya ves. Hay riqueza por todos sitios, hacen todo a lo grande. Pero no os equivoquéis, porque esto no ha hecho más que comenzar”. Habla Abdullah, un joven de 25 años nacido en Málaga, aunque de raíces cataríes. Lo hace mientras contempla una enorme lámpara de oro de la que cuelgan no menos de un centenar de piedras preciosas. Esto es Doha, el corazón de Qatar. Esto es Doha, la ciudad del aroma a perfume y los Ferraris, de la arena y los turbantes, de las perlas y los rascacielos de colores. También, del dominio del emir Tamim bin Hamad Al Zani, amo y señor de Qatar. Soberano.

A partir de las cuatro de la tarde la urbe se paraliza. El Mundial de balonmano, uno de los acontecimientos deportivos que ha caído en el pequeño emirato del Golfo —a medio plazo acogerá las Copas del Mundo de ciclismo (2016), gimnasia (2018), atletismo (2019) y fútbol (2022)—, está a punto de comenzar. Las calles se vacían y la metrópoli se blinda. Al Zani abandona sus aposentos y se dirige al espectacular Lusail Multipurpose Hall, una joya arquitectónica cubierta por una membrana escamada, como la piel de una serpiente.

El recinto, con capacidad para 15.000 espectadores, al norte de la ciudad, ya en el desierto, agasaja a su príncipe con honores. Cuando él irrumpe en el gigantesco videomarcador, todo el mundo le aplaude en pie; cuando él saluda, suben los decibelios; y cuando él se sienta, el público ya dispone de la venia para ocupar sus butacas de nuevo. En Qatar, donde el 85% de sus dos millones de habitantes proceden del extranjero, a modo de mano de obra barata, las cosas funcionan así. Primero, la fiesta del príncipe; después, la pirotecnia deportiva. Un magnífico escaparate para demostrar su ambición al mundo.

Y, en mitad del sarao, un grito: “¡Torero, torero!”, escupió con fuerza un grupo de hinchas con camisetas granates. Son los 60 peñistas españoles que Qatar ha contratado para que animen a su selección, rival de España el día 21, a cambio de un viaje y una estancia de lujo a gastos pagados. Proceden de Cuenca, Valladolid, Toledo, Puerto de Sagunto, Valencia y Vigo. Después, nada más comenzar el duelo inaugural entre la anfitriona y Brasil (28-23), los tambores, las bocinas y los megáfonos que portaban retumbaron por todo el pabellón. El ¡Tírate de la moto!, El carrito del helao, Paquito el chocolatero y otros temas del repertorio popular hicieron las delicias del emir.

La afición española contratada por Qatar.Vídeo: a. c,

“¿Críticas por animar a Qatar? Eso es porque le gente tiene envidia”, explica Alfonso, estudiante de ingeniería valenciano; “es un país en desarrollo. En Europa también muere mucha gente. Es algo que lamentablemente tiene que pasar”. “En España las condiciones de trabajo están aún peor. No hay trabajo”, argumenta su amigo Carlos. Interviene Beatriz: “No somos unos mercenarios. Sólo venimos para disfrutar de este deporte, no podemos costearnos un Mundial. Nos están cayendo muchos palos...”. Y prolonga Belén, de la Peña Patata de Aranda de Duero: “No nos obligan a ponernos el burka ni nada de eso. Cualquiera haría lo mismo. Hay cosas del Gobierno de España con las que tampoco estamos de acuerdo”.

En la grada de enfrente, el príncipe se lo pasaba bomba junto a su séquito contemplando el bullicio. Era su fiesta, claro.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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