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El Athletic resucita el síndrome de los colistas

El Elche, como antes el Granada o el Córdoba, asalta San Mamés sin demasiado combate

Los jugadores del Elche celebran su segundo gol ante el Athletic.
Los jugadores del Elche celebran su segundo gol ante el Athletic.Luis Tejido (EFE)

Por momentos, el nuevo San Mamés parecía el más viejo del mundo. Un dèja vú de aquellas tardes plomizas, donde entre el murmullo del respetable, sobresalían las voces de los jugadores. Mal asunto, se decía, cuando las voces de los futbolistas prevalecen sobre los ecos de 50.000 personas. Y es que era el Athletic de aquellos tiempos, con una salvedad: entonces se decía, en aquellos años sesenta y setenta, que el Athletic ganaba a los grandes y perdía con los pequeños. Era un soniquete con argumento más o menos estadístico. Algo ha cambiado cincuenta años después: ahora el Athletic pierde con los grandes y con los pequeños. Es decir, gana con la clase media, que a priori es más numerosa, pero su imagen se deprime por momentos, es decir, uno detrás de otro. Sucumbió en San Mamés con el Granada, con el Córdoba, y hoy con el Elche, a los que resucitó con una generosidad ilimitada. Debería patentar ese ungüento que sana las heridas más graves de sus rivales. A saber: el Elche había marcado un gol a domicilio en toda la temporada: en San Mamés hizo dos.

ATHLETIC, 1-ELCHE, 2

Athletic: Iraizoz; Iraola, Etxeita, Laporte, Balenziaga; Iturraspe (San José, m,. 66), Mikel Rico; Susaeta, De Marcos, Muniain (Toqueo, m. 66); y Aduriz. No utilizados: Herrerín, Beñat, Ibai Gómez y Gurpegui.

Elche: Tyton; Damian, Lombán, Roco, Cisma: Víctor Rodríguez (Cristian Herrera, m. 84),Adrián, Pasalic, Aarón (Coro, m. 69); Fayçal y Jonathas (Pelegrín, m. 92). No utilizados: Pol, José Ángel, Albacar y Fragapane.

Goles: 0-1. M. 16. Víctor Rodríguez. 0-2. M. 53. Faycal. 1-2. M. 73. San José

Árbitro: Iglesias Villanueva. Amonestó a Balenziaga, Lombán, Aarón, Damián, Víctor Rodríguez, Aduriz, Cisma, Adrián

Unos 50.000 espectadores en San Mamés

Vale que en el primero, Víctor Rodríguez se ayudó del brazo para controlar el balón. Era difícil de ver y el árbitro no lo vio, pero el fallo defensivo fue clamoroso. Más aún,m en el segundo, cuando Balenziaga se embelesó con un descubrimiento singular: si no lo paras, el balón sigue rodando. La teoría de la rueda en un campo de fútbol. Y mientras miraba, Jonathas habilitó a Fayçal para que empujara a la red. El Elche ni se los merecía, ni se los dejaba de merecer. Su partido era serio, estándar, un equipo aplicado, sin sobresalientes, pero con la tarea aprendida. Solidario en el trabajo se encontró con regalos inesperados y los abrió con fruición. Luego, a la mina y a sorprender con algún picotazo de avispa en el área de Iraizoz.

El Athletic es la pura imagen de la impotencia y del desconcierto. Ha inventado una manera de jugar revolucionaria: lo hace lento, como si la quisiera tocar, y al pelotazo, como si odiara el balón. Un contrasentido, pero algo lógico cuando nadie manda en el equipo y las ideas caen como gotas de lluvia tras la niebla. Las ocasiones no llegan, surgen. La tuvo en el comienzo Mikel Rico, tras un despeje, y Aduriz y De Marcos, de cabeza, que o es lo suyo, pero era como varear un olivo: alguna aceituna caerá, pero por inercia.

El Athletic ha caído al infierno. Carente de gol, sin ideas, ahora le falla la defensa, su baluarte. Es decir, le queda eso tan etéreo como es el alma. Y el alma la pone, curiosidades del destino, San José, un central rehabilitado a mediocampista y ejerciendo de goleador. Un zapatazo suyo desde el área grande casi rompe la red de Tyton, sorprendido en su placidez. Quedaba un cuarto de hora y tocaba la heroica, algo tan propio, también, del San Mamés histórico. Cuando no hay fútbol, los arrebatos enardecen el corazón. Y a eso se dedicó el Athletic, pero el Elche defendido con eficacia, bien ordenado por sus centrales Lombán y Roco, que tomaron la medida a Aduriz hasta acogotarlo entre dos paredes. Toda la locura rojiblanca topó contra el orden verdiblanco. Y San Mamés que comenzó en un murmullo acabó pitando a los jugadores, En San Mamés sonaba el himno a toda pastilla. Como en los viejos tiempos.

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