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Guerra contra la violencia verbal

La Liga distingue entre gritos intolerantes e insultos, que serán castigados con multas

Alejandro Prado
Una grada del Bernabéu, en el Real Madrid-Celta del sábado.
Una grada del Bernabéu, en el Real Madrid-Celta del sábado.alejandro ruesga (EL PAÍS)

La pasada jornada de Liga fue un remanso de paz. Tras los trágicos hechos del pasado 30 de noviembre, con el fallecimiento de un hincha del Deportivo, el despliegue policial fue tan amplio y efectivo que no se registraron incidentes reseñables antes y después de los partidos. Y eso que a Madrid se desplazaron grupos de ultras de extrema izquierda (del Celta y del Sevilla), enemigos de los grupos más radicales del Madrid y Atlético. Lo que no pudieron evitar las fuerzas de seguridad fueron los habituales insultos que se escuchan cada fin de semana procedentes de las gradas.

Según la Policía Nacional, la violencia física está prácticamente erradicada dentro de los estadios, pero la verbal sigue tan presente como siempre. Eliminar los insultos hacia rivales y árbitros es uno de los objetivos que se marcaron en la reunión de la semana pasada entre la Liga de Fútbol Porfesional (LFP), el Consejo Superior de Deportes y la Real Federación Española de Fútbol. Una de las medidas que se pretende implantar es la de sancionar a los clubes cada vez que sus hinchadas entonen cánticos ofensivos. Para ello creará una figura cuyo cometido será acudir a los campos y recopilar cualquier atisbo de violencia verbal. El informe que elabore se sumará a las actas arbitrales y los incidentes que registren los coordinadores de seguridad y se podrá castigar a los equipos.

A partir de ahora, toca saber qué es un insulto punible. El presidente de la LFP, Javier Tebas, quiso diferenciar el domingo en el programa El Larguero, de la cadena SER, entre gritos intolerantes e insultos. Los primeros serían “aquellos cánticos que faltan el respeto a las ideas, creencias y actividad de los demás por ser contrarias a las que uno piensa”, y puso un ejemplo muy gráfico: “Puta Cataluña’, sería un grito intolerante”. Dentro de los insultos tendrían cabida expresiones como “Messi, subnormal” o “Ese portugués, qué hijoputa es”, que se repiten en el Santiago Bernabéu o en el Camp Nou.

La potestad de sancionar recaería o bien en la federación o en las distintas delegaciones del Gobierno. Según Miguel Cardenal, secretario de Estado para el Deporte, habrá dos tipos de castigos: deportivos o administrativos (multas). Los primeros serán competencia del Comité de Competición y los segundos de las administraciones.

El Real Madrid decidió expulsar a 17 aficionados que profirieron insultos contra Messi y Cataluña el sábado en el partido ante el Celta disputado en el Santiago Bernabéu. El club pretende de esta manera adelantarse a la Liga, que denunciará los hechos ante el Comité de Competición. Ayer, el entrenador del conjunto blanco, Carlo Ancelotti, y el portero Keylor Navas hicieron un llamamiento para que los aficionados se limiten a animar y no entonen cánticos despectivos. “El insulto también es violencia. Me gustaría tener una afición que nos apoye, como hace muchas veces”, manifestó el técnico. “A nadie le gusta que sancionen a su afición, pero hay que ser consciente de que el fútbol debe ser sano”, dijo Navas.

El ejemplo de la Bundesliga

A. PRADO

Acudir a un estadio de fútbol español es adentrarse en un submundo que huele a césped y puros, donde se comen pipas, se aplaude, se sufre y se disfruta. Pero también hay que prepararse para escuchar insultos durante 90 minutos. Pueden ser de forma coral o individual, pero en la mentalidad de buena parte de los aficionados de España está muy arraigada la idea de que pagar una entrada da carta blanca para proferir cuantos improperios vengan en gana. En su lucha por erradicar la violencia dentro de los estadios, los clubes siempre han temido que las gradas se queden en silencio si se expulsa a los radicales, que suelen ser los que más animan, pero también los que más insultan. Alemania es el claro ejemplo de que pueden existir estadios llenos y animosos sin que la ofensa esté siempre presente.

En los años ochenta, la ultraderecha se infiltró entre las aficiones alemanas. En la siguiente década el racismo amenazaba con convertirse en tendencia en los campos. Ambas lacras se combatieron con trabajo y concienciación social. Hoy, los graderíos de la Bundesliga lucen aspectos saludables, con familias con niños y aficiones entremezcladas. Según Javier Cáceres, periodista especializado en fútbol alemán, allí es más habitual meterse con el peinado de la estrella rival que mentar a su madre. No obstante, una cosa es la ejemplar Bundesliga y otra las categorías inferiores, donde sí existen aficiones radicales muy violentas, sobre todo las de equipos del Este, donde los neonazis están muy presentes, aclara Cáceres.

Las hinchadas de los grandes equipos siempre corren el riesgo de que se infiltren grupúsculos ultras, pero hoy la violencia verbal extrema, al igual que el antisemitismo y el racismo, se puede considerar erradicada del fútbol alemán de alto nivel.

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Sobre la firma

Alejandro Prado
Redactor en la Mesa de Edición del diario EL PAÍS. Antes prestó sus servicios en la sección de Deportes y fue portadista en la página web. Se licenció en Periodismo en la Universidad Carlos III y se formó como becario en Prisacom.

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