Bale cumple con el gol
El Madrid pierde posesión pero mantiene la eficacia con el galés
Gareth Bale es uno de los mejores goleadores de la década. El dilema que sobrevuela a la hinchada, el cuerpo técnico y sus compañeros, no radica en su excelencia o en su mediocridad futbolística. Es excelente y no se discute. La cuestión que se plantean todos en el vestuario, con el entrenador Carlo Ancelotti a la cabeza, es mucho menos dramática que técnica. ¿Cómo es más competitivo el Madrid? ¿Con dos puntas y cuatro centrocampistas o con tres puntas y un medio campo mermado? ¿Y puestos a elegir dos puntas entre tres, cuáles son los dos mejores? Más que problema, la incógnita es un lujo. Producto de la abundancia. Frente al 95% de los rivales, el Madrid será solvente con cualquiera de los jugadores de su plantilla. Lo que preocupa a los profesionales del camerino es el 5% restante de partidos. Esos duelos que dan y quitan títulos.
La prueba del Rayo sirve para extraer indicios de lo que puede suceder frente a equipos poderosos. Como Bale es goleador y no centrocampista, se alineó junto a los otros dos puntas del equipo, Cristiano y Benzema, y el dibujo táctico volvió a ser, con raras excepciones, un 4-3-3. La consecuencia fue inmediata. El Madrid exhibió pegada pero tuvo menos control del partido y defendió con menos consistencia. El Rayo dispuso de más tiempo de posesión y remató con continuidad: cinco disparos a puerta en la primera parte. Los mismos que el Madrid. En remates hubo paridad: en acierto, no. A la hora de partido las cuentas favorecían al conjunto con más talento: 3-1.
Bale generó peligro desde el primer minuto. El lateral que le marcaba, Insúa, nunca pudo tomarle la distancia. Primero, Bale se anticipó a un pase de Abdoulaye y desencadenó un contragolpe. Después metió el 1-0. Fue la típica aparición del delantero centro, al segundo palo aprovechando la jugada que discurre por el otro costado del campo. Ahí empujó el magnífico centro de Kroos. Hasta que Insúa se lesionó, cerca de la media hora, sus arrancadas y sus centros dejaron sin aliento a la zaga del Rayo. En la segunda parte pasó casi desapercibido hasta que enganchó un zurdazo desde fuera del área. Un cañonazo que desvió Cristian al larguero. Como dijo Ancelotti al cabo del partido: "Esto no es ninguna novedad".
Los técnicos vienen pidiendo a Bale que cuando el equipo pierde el balón ayude a cerrar la banda como hacen los volantes interiores. El hombre baja. Tapa. Al principio con aparente convicción. Luego, sin entusiasmo. Siente que esa no es la misión para la que fue contratado y no es raro verle distraerse. Contra el Madrid, Kakuta, Bueno y Baptistao remataron contra la portería de Navas entrando por la banda que debía ayudar a cerrar el galés. Bale los mira pasar porque vive pendiente del gol. Es su modo de defender su estatuto de figura. El 1-0 le da la razón. Él no es un centrocampista.
La titularidad de Bale mandó a Isco al banquillo y al público le dio un ataque de melancolía. “¡Iiisssscooooo!”, le aclamaba la tribuna, mientras calentaba en la banda. “¡Iiisssscooooo!”, le ovacionaron cuando entró al campo en la segunda mitad. El malagueño ha conquistado el corazón de la afición. Bale, que ha hecho más goles y más importantes, no inspira tanto amor.
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