Gloria a Carvajal y Marcelo
Los laterales del Madrid, sublimes en los momentos más difíciles, destacan como motor de la remontada
“Historia que tú hiciste, historia por hacer”, rezaba la pancarta en el fondo sur, parafraseando el llamado Himno de la Décima.El tema retumbaba en la megafonía del estadio con reminiscencias de marcha militar, música totalitaria, coro del Ejército Rojo, épica imperialista. La masa enardecida se fundía en el espíritu colectivo a pleno pulmón. La noche parecía hecha a la medida de los superhombres. De Cristiano Ronaldo, por ejemplo. Porque Cristiano, como señala un empleado de Valdebebas que le aprecia, “se cree Supermán”.
Hasta aquí la propaganda, la “comunicación”, como dicen ahora en los gabinetes. La “ilusión”, como dice el presidente, Florentino Pérez. Esas imágenes fascinantes que casi nunca coinciden con lo que pasa en el campo de juego cuando empieza a rodar la pelota. Lo que pasó en el Bernabéu cuando rodó el balón fue que el Barcelona dio guerra durante una hora. Y mientras hubo exigencia total, mientras el Barça llegó por todas partes, los jugadores que más se destacaron en la resistencia madridista, reponiéndose a un gol y propiciando la remontada, fueron gente que normalmente no ocupa las portadas para exaltaciones: Carvajal, Marcelo y Casillas. Los dos laterales y el portero. Los personajes secundarios habituales se tornaron en lo más parecido a las figuras heroicas.
Carvajal fue un muro. Un muro entre Neymar y su objetivo. En el 0-1 se interpuso a Neymar obligándole a recorrer la frontal del área hacia la zona de Pepe. El central, que volvía de una lesión en el gemelo, perdió el sitio antes del disparo del brasileño. La respuesta de Carvajal al contratiempo fue ejemplar. Pidió la pelota, se desmarcó, apoyó, se desplegó en busca del área de Bravo. A los pocos minutos, tuvo el gol del empate. Isco le pasó la pelota desde la izquierda, él la interceptó en un desmarque hacia el punto de penalti, y Piqué se la robó cuando armaba la pierna. Carvajal se creció ante la adversidad. El duelo que mantuvo con Neymar, un atacante monumental, fue memorable. Le sacó dos pelotas de gol en el área chica. La primera por abajo, tras un centro de Messi que dejó al paulista solo ante Casillas. La segunda por arriba, apenas comenzó la segunda parte, cuando le ganó un balón aéreo en el segundo palo. Neymar acabó viendo una tarjeta amarilla por meterle un codazo.
Casillas protagonizó una proeza ante Messi para salvar el 0-2
Carvajal fue la ruina del Barça en la banda derecha del Madrid. En la izquierda el castigo correspondió a Marcelo. Quizá por la forma despreocupada con que vive su oficio, el carioca no ha provocado pasiones en la hinchada. Pero ha ido puntual a la cita de los clásicos. Llegó a España en 2006 y cada vez que se ha medido al Barcelona ha sembrado el desconcierto en sus rivales. La última vez no fue la excepción. Marcelo explotó mejor que nadie las frivolidades de Alves. Desbordó a la defensa en tres ocasiones y sus centros hacia atrás resultaron irrefrenables. El primero pasó de largo. El segundo lo cabeceó Benzema al larguero. El tercero lo paró Piqué con la mano. Penalti. El trabajo prácticamente hecho para que Cristiano metiera el 1-1. Fue el quinto gol del portugués en un clásico en el Bernabéu y el cuarto de penalti. Lo celebró como un campeón. Fue lo mejor que hizo Cristiano en todo el partido.
El largo desencuentro entre la afición y el ídolo, ovacionado, pareció quedar atrás
Si el Madrid se sobrepuso a los contratiempos con coraje, el Barça no supo qué hacer. Tan desorganizado atrás como cuando lo dirigía el Tata Martino, libró su suerte a las apariciones de Messi, Neymar, Iniesta y Xavi. Y tuvo el segundo a un centímetro.
La mejor ocasión fue un mano a mano de Messi con Casillas. Otra vez en el área pequeña. El portero le sacó el tiro a bocajarro. Fue una proeza. Un manotazo extremo. Por primera vez desde la final de Copa del Rey, la hinchada aclamó a su capitán: “¡Iiiiiiikeeeeeeeerrrrr!”. El largo desencuentro entre afición e ídolo pareció quedar atrás cuando el meta despejó un tiro de Mathieu desde fuera del área.
Con el 2-1 el Barcelona estaba hundido. Táctica y moralmente, recordó al equipo del final de la temporada pasada. Entonces apareció Isco, ese habilidoso encantador, para meterse a la hinchada en el bolsillo en la jugada que precedió el 3-1. “¡Iiiiiiscooooo…!”, le ovacionó la gente tras verle recuperar un balón en el centro del campo.
El malagueño se llevó el mejor reconocimiento de la tarde. Pero lo más parecido a los héroes estuvieron en otra parte. Cuando empezó la fiesta apenas se les vio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.