Luis Suárez contra Luis Suárez
Nunca faltan estímulos en el sublime clásico del fútbol español. El del próximo sábado ofrece un extenso catálogo de hechizos y paradojas.
Nunca faltan estímulos en el sublime clásico del fútbol español. El del próximo sábado ofrece un extenso catálogo de hechizos y paradojas: un Madrid desatado, con el Cristiano más apoteósico justo cuando Messi, reconvertido en una eminencia como asistente, está a dos goles de superar el récord absoluto en Liga de Zarra, el inolvidable ariete del Athletic tras la Guerra Civil. En la otra punta de cada equipo, hay censuras para Iker Casillas y elogios para Claudio Bravo, imbatido, y en este tipo de encuentros todo se mira con lupa. Argumentos, estos y otros muchos, para que este episódico e infinito pulso quede para la posteridad. Por ejemplo, para el uruguayo Luis Suárez, el otro gran señuelo del cartel, entre rejas desde su bocado a Chiellini. Para él, de evocador nombre y apellido azulgrana, no será un partido a vida o muerte, sino mucho más que eso. Al menos de forma tan hiperbólica se lo hubiera explicado Bill Shankly, ideólogo eterno de su amado Liverpool.
Son muchas las cuentas pendientes que Luis Suárez tiene con Luis Suárez. Tras el multimillonario y arriesgado fichaje acometido por el Barcelona, habrá que comprobar su estado de forma, su rango entre Messi y Neymar y, sobre todo, si ha exorcizado la bicha que lleva dentro. Por más que el sábado expire su condena oficial, estará en libertad vigilada durante mucho tiempo. Quién sabe si toda su carrera. Se lo recordarán con machaconería las hinchadas rivales, le atizarán las malas pulgas los jugadores adversarios y no habrá árbitro que no le juzgue con celo.
Al uruguayo nadie le dio patada mayor que la que, de forma reincidente, se dio a sí mismo con Chiellini de testigo
Después de mil perdones y cuatro meses en las mazmorras, con la sudadera a cuestas y proscrito para el juego, resulta intrigante saber cómo administrará el celeste su nivel de ansiedad. Que el fin del arresto sea precisamente ante el Real Madrid, en un duelo que siempre dispara el voltaje, multiplica las incertidumbres. Luis Suárez tendrá que sujetar a Luis Suárez en medio de una caldera. Es natural que quiera enchufarse de inmediato al fútbol, y máxime en el Santiago Bernabéu, pero le convendrá medir con exactitud el estado de los cables. Por mucho menos que un mordisco han saltado chispas en clásicos no muy lejanos, aunque para su sosiego, en los últimos parece haberse suscrito un armisticio. Dicen que las armas las carga el diablo...
Con Luis Suárez liberado, el reto medirá a las dos mejores delanteras del planeta. En ese apartado manda el Madrid, con ocho goles más que los blaugrana (30 por 22), a lo que ha podido contribuir la baja del uruguayo. Se verá. Lo del Real Madrid en ataque es espectacular, está en proyección de unos 140 goles, pasmoso. Y más aún la exuberancia de Cristiano, cuya fertilidad no tiene precedentes. Desde Echevarría en el Oviedo (temporada 43-44), nadie había hecho bingo 15 veces en ocho jornadas. Es tal el prodigio que el portugués, sin ir más lejos, ya hubiera sido pichichi en la Liga 68-69 (14 goles de Amancio y Gárate) y estaría a una uña de serlo en muchas más. Cristiano y Messi, Messi y Cristiano, el gol por bandera. Desde 2011, ambos han colonizado el trofeo de máximos anotadores con un promedio superior a un tanto por partido. A este tablero se suma Luis Suárez.
Cierto que el Madrid ha fortalecido el mazo, pero siempre fue un equipo con una pegada descomunal. En cambio, misterios de este juego, el Barça ha puesto el candado con Bravo y Ter Stegen de estreno, Alves y Piqué a la baja, Mascherano saturado como manitas para todo, Bartra sin cuajar y Mathieu con una mochila de interrogantes por edad y precio.
Si el Barça esperaba a Luis Suárez para igualar la productividad goleadora del Madrid, el equipo blanco ha mejorado el andamiaje defensivo en la medida en que se ha asentado su medio campo, experimental al inicio del curso tras las bajas de Xabi Alonso y Di María. Kroos ha cogido el sitio, lo que ha aliviado a los de la trinchera. La zona que gestionan Sergio Ramos y Pepe. A ese tablero también se enfrenta Luis Suárez. Pero nadie le dio patada mayor que la que, de forma reincidente, se dio a sí mismo con Chiellini de testigo. Ese Luis Suárez es el mayor temor de Luis Suárez. Chamartín, plaza mayor donde las haya, será el primer paso para la absolución. De él depende.
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