Iniesta da otro paso adelante
El centrocampista se pone el brazalete y lidera con Silva la balsámica victoria en Luxemburgo
Andrés Iniesta no es de los que necesita teñirse el pelo, el poco que tiene, ni hacerse tatuajes en los brazos, ni selfies de impacto para dar que hablar, para llamar la atención, porque nada de eso tiene mucho que ver con su fútbol. Le basta con coger la pelota para liderar al equipo en el que juegue y eso es justo lo que hizo ayer en el estadio Josy Barthel de Luxemburgo; jugar y hacer jugar a España.
Ya no está Xavi y con 103 partidos internacionales con España, sabe el de Fuentealbilla que le toca dar un paso adelante y capitalizar el juego de ataque español, asumir la responsabilidad. Y eso es justo lo que hizo ayer, con el brazalete de capitán en el brazo izquierdo, por segunda vez en su carrera, la primera desde el inicio de un partido.
Iniesta se juntó a Silva, autor del gol que desatascó el encuentro, y juntos llevaron a España al área de Joubert, en un asedio limpio y aseado en el que revoloteando supieron encontrar espacios, casi siempre por dentro, con pases interiores.
El del Manchester City jugó a la espalda de Diego Costa y de Alcácer, en una posición en la que se siente más cómodo que cuando tiene que caer a banda y se le notó. Ante un equipo "noble y fresco", por decirlo con las palabras usadas la víspera por el seleccionador español, Vicente Del Bosque, un eufemismo para encubrir la realidad al referirse a un conjunto blando, el peor seguramente del grupo, el delantero canario fue un cuchillo durante la primera parte, lleno de intenciones cada vez que tocó el balón. Como Silva, Iniesta se ofreció en todas las oportunidades, en una primera parte que capitalizó, porque el ataque de España se volcó por su banda, de donde partió casi siempre la diagonal al área. Buscó el disparo en un par de ocasiones desde la media distancia en el primer tiempo, un par más en el segundo, pero no atinó con la portería, seguramente la guinda que le faltó a su partido, que fue de lo más goloso. Jugó tanto que acabó con la resistencia de Martins, un fornido centrocampista de raza negra que juega en Francia, que le duró 60 minutos en el campo, agotado de perseguir una sombra.
Se dedicó un buen rato a darle voces de ánimo a Costa, desesperado por sus errores
Más allá del juego, Iniesta dejó detalles que hablan de su silencioso liderazgo, de su capitanía. Por ejemplo tras el gol de Paco Alcácer, que lleva tres en tres partidos. Costa, que acumulaba siete disparos a puerta fallados en una primera parte tan llena de trabajo y oportunidades como de errores, bajó la cabeza y el capitán le buscó, arrastrándole al abrazo. Iniesta se dedicó a partir de entonces un buen rato a darle voces de ánimo al delantero del Chelsea, al máximo goleador de la Premier, desesperado por sus errores, mientras tocaba y tocaba para seguir empujando al su equipo en busca del tercer gol.
Iniesta poco tiene que demostrar. Su nombre estará ligado de por vida a la historia del futbol español desde la noche que en Johanesburgo controló la pelota que le dio Fábregas y esperó, como suele decir entre risas, a que la ley de la gravedad hiciera su trabajo, hasta que bajó el balón y le pegó para cruzarla y que España se proclamara campeona del mundo.
El manchego y el canario, relevados en el minuto 69, aseguran la continuidad de un estilo
Desde aquel día, Iniesta es algo más que un simple jugador de fútbol para la afición española. Desde la retirada de Xavi, debe ser algo más que el 6 en la roja. Seguramente lo sabe. Iniesta, como Silva, a los que ayer Del Bosque retiró del campo al mismo tiempo, en el minuto 69 del encuentro, garantizan la continuidad de un estilo que no desaparece con Xavi, son el hilo conductor de una manera de entender el juego que no se toca y que pasa por tener el balón. Justo lo que ayer hizo Iniesta, vestido de capitán, la noche que en Luxemburgo dio un paso sencillamente, porque le toca.
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