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Bendita locura en Marsella

El método de Bielsa revoluciona al Olympique, líder en Francia pese al poderío del PSG

Alejandro Ciriza
Bielsa, durante un partido del Olympique de Marsella.
Bielsa, durante un partido del Olympique de Marsella.BERTRAND LANGLOIS (AFP)

En las agitadas calles de Marsella, donde el fútbol es una religión entre la marabunta de personas y vehículos que conceden a la urbe un punto caótico, se respira un clima de euforia que no existía desde hace años. Y es que el Olympique, tan simbólico como la basílica de Notre-Dame de la Garde, dominadora de la ciudad desde las alturas del viejo puerto, vuelve a alzar el vuelo tras un prolongado periodo de letargo. El origen del despegue reside en su banquillo. Desde allí, tras unas lentes de bibliotecario, Marcelo Bielsa ha enderezado a un club que hoy día comanda la Ligue 1 y tutea al poderoso PSG, al abrigo de los jeques, amo y señor del campeonato en las dos últimas campañas.

Genuino como pocos, Bielsa ha revolucionado al equipo, líder del torneo, desde la singularidad que siempre le ha caracterizado. Recluido en la ciudad deportiva —vive allí, a excepción de cuando recibe la visita de sus familiares y se aloja en un hotel del centro—, su método pétreo ha sacudido todos los estratos de la institución, la más popular del fútbol francés. Su sello tiene reflejo en el casillero —el Marsella manda después de enlazar siete triunfos consecutivos y es el conjunto más realizador del campeonato con 23 goles en nueve partidos—, el método de trabajo y la transformación de un estilo que hasta hace poco hacía bostezar a la hinchada del estadio Vélodrome, encapotado ahora por una cubierta curvilínea.

El técnico argentino criticó a su presidente de forma pública y ha recurrido ya a cuatro traductores

Sin embargo, esa mutación viene acompañada del peaje que requiere toda reforma llevada a cabo por Bielsa, de 59 años y que ya dejó huella en Argentina, Chile o el Athletic. Su procedimiento choca en Francia desde el instante en el que se coloca frente a un micro —insatisfecho, ha recurrido ya a cuatro traductores para que su mensaje no contenga interferencias idiomáticas— y, con un discurso tan monótono como elaborado, dispara. “El presidente asumió conmigo compromisos que sabía que no iba a cumplir”, se quejó a principios de septiembre, cuando el equipo no terminaba de despegar, con un empate contra el Bastia y una derrota ante el Montpellier en los dos primeros partidos. “Las realidades que me toca afrontar, si me son planteadas sinceramente, las acepto. En caso contrario, me genera rebeldía”, protestó ante el asombro de los reporteros.

Bielsa, tras un partido frente al Saint Etienne en el Vélodrome.
Bielsa, tras un partido frente al Saint Etienne en el Vélodrome.Claude Paris (AP)

“Nunca nos mira a los ojos cuando responde. Esto nunca había ocurrido en Francia. Siempre tiene la cabeza gacha, como si estuviera avergonzado”, apunta Florent Germain, periodista local solapado a la actualidad del OM. “Pero nos ha ganado a todos: prensa, jugadores, aficionados... Todo el mundo está encantado con él”, agrega. Al aterrizar en Marsella, Bielsa entregó un listado de 12 fichajes a su presidente, Vincent Labrune. Entre ellos figuraban Jara, Manquillo, Montoya, Tello o Medel, pero ninguno se vistió de blanco y celeste; llegaron sólo un puñado de futbolistas de nombre discreto; y por si fuera poco, el técnico argentino tuvo que paliar la marcha del internacional francés Valbuena, ídolo e hilo conductor del juego. Pese a todo, logró darle la vuelta al calcetín y ha perfilado un equipo muy atractivo que suele emplear un 3-3-3-1 o un 4-2-3-1, con 11 miembros fijos, y que presiona desde muy arriba, alejado del repliegue defensivo impuesto por Didier Deschamps y Elie Baup, sus predecesores.

Sus jugadores protestaron tras la pretemporada por el sistema espartano de entrenamientos

“Se entrega siempre al cien por cien”, desliza Harold Mayne-Nicholls, presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional de Chile y que en su día seleccionó a Bielsa para dirigir al combinado andino. “Es un hombre de palabra. Tiene muchos conocimientos no sólo del fútbol, sino también de la vida. Le da el mismo trato al empleado más importante y al más humilde”, añade el directivo. Y desde esas bases carbura el Olympique, cuyos jugadores quedaron impresionados y admitieron tras la pretemporada estar agotados por el espartano sistema de entrenamientos de El Loco y sus ayudantes. Ahora lo agradecen. Sobre todo el artillero Pierre-André Gignac, que del sobrepeso y perder su hueco en la selección francesa ha pasado a lucir una figura atlética y a ser el mejor depredador del campeonato con nueve goles, cuatro más que Ibrahimovic, tótem del PSG.

“Vine aquí para ver el Vélodrome lleno”, dice Bielsa, jaleado y encumbrado por los 67.000 seguidores del recinto, que desde la época dorada de principios de los noventa, cuando su equipo enlazó cuatro cetros ligueros con los goles de Jean-Pierre Papin, sólo han celebrado un título liguero (el de 2010). Aspiran a hacerlo de nuevo con el argentino, que firmó por dos años —la ley francesa exige este mínimo— y tiene un pacto con su presidente para, si lo decide, abandonar la entidad al término de esta campaña. “Yo pedí un año. Es un acto de consideración hacía la institución. Un contrato a largo plazo protege más al entrenador que a la institución”, aduce el preparador, cuya fórmula ha sumido a Marsella en una bendita locura. Y la ciudad, futbolera como pocas en el país galo, lo celebra por todo lo alto, al grito de: “¡Bielsa! ¡Bielsa! ¡Bielsa!”.

VÍDEO: Bielsa, en acción durante un entrenamiento del Marsella.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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