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Malos tiempos para Europa

El Athletic se enfrenta hoy al BATE Borisov, la cenicienta del grupo, en plena depresión

Valverde gesticula durante un partido del Athletic en Vallecas.
Valverde gesticula durante un partido del Athletic en Vallecas.alejandro ruesga

La secuencia no es baladí. El Athletic asombra en la pasada temporada con un fútbol a veces mágico: marca en todos los partidos, es el que más centros produce al área y solo pierde dos partidos de Liga en su estadio (Atlético y Espanyol), sobresale como un equipo pletórico al que al menos hay que hacerle dos goles para ganarle. La secuencia cambia como si alguien hubiera metido una manaza inoportuna en el teatro de sombras. Se va Ander Herrera al United, algo habitual en el Athletic de los últimos años (Javi Martínez, Llorente...). No pasa nada. 19 de agosto. El Athletic elimina al Nápoles en la fase previa de la Champions. Y remontando. Tres goles a un equipo de Rafa Benítez. Y tres días después le hace otros tres al Levante. La vida es bella. Todo es, todo fluye. La magia de San Mamés, el talante imperativo del equipo en su nueva casa, se mantiene impasible. El incienso en La Catedral. Y de pronto huele a sudor, y el sudor lleva a la inseguridad. Y a falta de confianza. Nadie encara a nadie y el balón quema.

El Athletic, encandilado por la magia de la Champions, descubre su lado timorato. Y resulta que hoy se ve frente al BATE Borisov, un equipo bielorruso, vestido de cenicienta desde el 6-0 que le endosó el Oporto en la primera jornada, y mordiéndose las uñas que afilaba cuando el sorteo le deparó un grupo que en el sempiterno optimismo bilbaíno se denominaba como un grupo “de Liga Europa”. Lo que en aquel sorteo de Mónaco parecía un camino de rosas, resulta que ahora es un camino de espinas, porque si el Athletic, que solo ha sido capaz de ganar al Levante en la Liga, no vence en Bielorrusia, su andadura puede ser un terraplén lleno de grijas puntiagudas.

Valverde busca entre las sombras a quien le ilumine el ataque desde la sala de estar

Y solo ha pasado un mes y pico entre la sensación de a quién habría que ganar para ser primero y la de con quién no hay perder para ser último. El BATE es el fiel de la balanza. Goleado y humillado por el Oporto, ni siquiera tiene la oportunidad de pasar a la historia como en 2012, cuando le ganó 3-1 al Bayern. Rastreando su historia, no se encuentran ni en la época soviética ni en la actual jugadores de tronío, por más que sea la habitual cantera de la selección bielorrusa junto al Dinamo de Minsk, el equipo de la capital donde el Athletic se aloja. Ni siquiera el equipo bilbaíno entrenará en el estadio donde jugará hoy (20.45, Canal+ Liga de Campeones). Valverde, busca que busca, no ha incluido a Viguera —titular ante el Eibar— en la convocatoria y sigue buscando entre las sombras a quien le ilumine el ataque desde la sala de estar. La sombra de Herrera es alargada, tanto que a Valverde casi se le agotan las opciones de encontrar al sustituto que sin hacer lo mismo le iguale la productividad. Beñat, Rico, Unai López y Muniain se han alternado en un lugar al parecer inhóspito, en el que vale por igual el pase que el descaro. Le queda una bala: volver a la insolencia física de De Marcos para desbaratar los planes del rival. Que el pulmón llegue a donde no llega el tacto, la sorpresa como argumento.

En Bilbao hay nubes de dudas. Los pesimistas abogan por eludir la Champions para mirar a la Liga

En Bilbao hay nubes de dudas. Los pesimistas abogan por eludir la Champions para centrarse en la Liga, donde atisban rachas atemporaladas, con el equipo ubicado al borde de los puestos de descenso. El miedo es libre. Otros piensan que la Champions es el escenario adecuado para recuperar la autoestima. Lo cierto es que aquel escenario optimista, hasta desangelado, del sorteo de Mónaco, sin un grande que roer, escenario desalentador para aficionados y agencias de viajes (Bielorrusia no se distingue por facilitar la vida a los turistas y Ucrania no es un destino relajante), lo ha convertido el Athletic en una reválida inquietante. No son buenos tiempo para Europa, apenas un mes después.

Del BATE hay poco que decir. Es media selección bielorrusa, que es decir mucho o poco, según se mire. Un club que, por razones obvias, mira a la cantera y surte por igual a los sub-21 que a los absolutos. Cinco Ligas nacionales le adornan. Un clásico en estos caminos previos de la Champions, aunque siempre sin futuro. Por clasificación y por ánimos, el BATE mide el porvenir inmediato del Athletic. No es el mejor tiempo para los rojiblancos, que viajan con 21 unidades, por aquello de hacer grupo, y se alojan en Minsk, la capital de Bielorrusia, a 70 kilómetros de Borisov, por aquello de tomar distancia.

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