Una oportunidad inoportuna
Simeone hace debutar a Oblak en la portería y el Atlético cae con tres goles en tres disparos
El fondo más ruidoso del rojiblanco e infernal Giorgios Karaiskakis de Atenas recibió a Jan Oblak con una fuerte pitada. A su espalda escuchó tres estallidos de júbilo que ponen en entredicho su alineación. La derrota, injusta por juego y ocasiones, obliga al Atlético a enderezarse en su próxima cita con el Juventus en el Calderón. Murió en el área del Olympiacos, pero antes se complicó la vida en la suya.
El hombre que encarnaba una de las decisiones más arriesgadas que se le recuerdan a Simeone dejó un par de botellas de agua junto a la cepa del poste y se fue a calentar junto a Miguel Ángel Moyá, el héroe de hace nada en el Bernabéu. A priori, la alienación de Oblak abre una controversia que no parecía existir ante la sobria irrupción de Moyá en la Supercopa y en el campeonato de Liga. El debate en la portería ha saltado inesperadamente de la Castellana al Manzanares. El escenario, con una presión ambiental estruendosa, y la competición escogida, aumentaban esa sensación de que Simeone tocaba esa fibra tan sensible que siempre es la portería. Los tres goles que encajó en tres disparos es un saldo demasiado pesado para un portero debutante.
La alineación del esloveno abre un debate bajo palos que no existía
En la balanza de los pros pesó ganar a un jugador que ha costado 16 millones de euros, invertidos tras un minucioso seguimiento que desembocó en informes que equiparaban la apuesta de su fichaje con la llegada de Thibaut Courtois. Entre los contras sobre la determinación tomada por su entrenador, también de antemano, aparecían el efecto que podía generar sobre Moyá su suplencia y lo que podía suponer una mala actuación en la cabeza de Oblak.
A los diez minutos, la decisión de alinear al meta esloveno cobró visos de convertirse en una oportunidad inoportuna. No se impuso Oblak en un centro cruzado que Miranda despejó a córner. La pasividad con la que fue defendido el saque raso al vértice del área propició que Masuaku tuviera tiempo de controlar la pelota con comodidad y armar un disparo raso y cruzado que Oblak vio demasiado tarde. Cuando quiso estirarse, la pelota ya le había rebasado.
Ese inesperado cambio de portería tuvo un entonces un efecto dominó. El Olympiacos se entregó a lo que le pudiera generar la clase del Chori Domínguez y obligó al Atlético a llevar el peso del juego. El gobierno del partido puso a prueba la capacidad del equipo para llevar la pelota hasta Mandzukic, el gran arcano que trata de resolver en este inicio. El examen no le salió mal. Encontró vías el Atlético en las bandas con Koke y Arda metidos por dentro para favorecer sobre todo las incorporaciones de Ansaldi. Logró encadenar una ráfaga de centros que enseñaron que Mandzukic mete la cabeza en un avispero si es necesario, incluso con la nariz dañada por un codazo previo de Kasami.
La entrada de Griezmann fue eléctrica. Protagonizó una oleada orgullosa
En medio de ese dominio rojiblanco, el Chori Domínguez, imperial en inteligencia y toque largo, lanzó una contra por la izquierda. Masuaku centró raso, entre Mario y Ansaldi no acertaron a despejar, y Afellay afeó las estadísticas de debutante de Oblak; dos disparos a puerta, dos goles. Un castigo excesivo que no varió el paisaje. El Atlético siguió en esa nueva versión de centro-remate. Mandzukic cazó uno milimétrico de Ansaldi, que encontró un chollo en Elabdellaoui, que no le presionaba y le permitía calibrar y templar los centros. El cabezazo fue magistral, ablandando el cuello para dirigirlo al palo más alejado de Roberto. Al borde del descanso, el Atlético estaba en el partido y con una sensación esperanzadora de superioridad.
A la carga desde el primer minuto de la reanudación, Simeone volvió a optar por sentar a Gabi como hizo en el derbi para colocar a Koke de mediocentro y dar entrada a Griezmann. Todo pinta a que la cabida de más talento pasa por ese cambio de posición de Koke. La entrada del menudo zurdo francés fue eléctrica. En menos de cinco minutos puso a prueba a Roberto con tres disparos que rozaron el empate. Con la entrada de Cerci, Simeone añadió más metralla en busca de una igualada que se alejó con el gol de Mitroglou. Kasami eludió a Ansaldi y su pase tenso y por abajo lo resolvió el cazagoles griego con una maniobra de pivote de fútbol-sala. Hizo un control corrido que le permitió girarse desorientando a Miranda y embocó la pelota entre las piernas de Oblak; tres disparos, tres goles.
Griezmann enderezó el marcador en esa oleada orgullosa y final que al menos acorta la diferencia de goles por si fuera necesario en caso de empate final a puntos. Pero la sensación es que la decisión de darle una oportunidad a Oblak no fue oportuna.
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