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Valverde se da un garbeo

El murciano alarma al pelotón en el último puerto antes de que Degenkolb se estrene en la Vuelta

Degenkolb celebra su victoria, ante Reynes (de azul).
Degenkolb celebra su victoria, ante Reynes (de azul).JOSE JORDAN (AFP)

En el toma y daca de los esprines entre Bouhanni y Degenkolb, el domingo ganó, "toma", es decir Bouhanni, y hoy ganó "daca", o sea Degenkolb. Entre medio se coló Matthews el lunes, porque las cuestas no son del agrado del francés ni del alemán y sin embargo el australiano les tiene afecto si no exageren su curvatura. Ganó Degenkolb (que hace dos años dominó cinco de los seis esprines que hubo en la Vuelta. Así que estaba citado con el éxito. ¿Por qué ganó el alemán? Porque es muy fuerte, por sus 180 centímetros, por su violencia sobre la bicicleta en cuanto olisquea la meta, por sus golpes de pedal que, por momentos, parece que van a acabar con los pies colgando sobre la bicicleta.

Clasificaciones

ETAPA

1. John Degenkolb (Ale//Giant) en 4h 02m 55s

2. Vicente Reynes (IAM Cycling) m. t.

3. Michael Matthews (Australia/Orica)

4. Damiano Caruso (Ita/Cannondale)

5. Daniel Martin (Irl/Garmin)

GENERAL

1. Michael Matthews (Australia / Orica) en 13h 30m 44"

2. Alejandro Valverde (Movistar) a 15s

3. Rigoberto Uran (Col/Omega Pharma) a 19s

4. Damiano Caruso (Ita/Cannondale) a 21"

5. Esteban Chaves (Col/Orica) m. t.

Pero sobre todo ganó porque en los últimos 50 kilómetros había dos puertos de esos que incordian a los velocistas intrépidos y no sirven para los escaladores acreditados. Son como astillitas de madera que se clavan despacio. Y se le clavaron a Matthews que sufrió para sacárselas de la piel y del ánimo. Enganchó con el pelotón, pero a duras penas, y al final acabó en la cabeza cuando aspiró el aroma de la ciudad. Llegó, pero las piernas habían sufrido demasiado. Degenkolb estaba más fresco. Permítase la metáfora cuando la canícula de Córdoba ofrecía a ciclistas y ciudadanos un viento que arañaba con "dentelladas secas y calientes", como en la elegía a Ramón Sitjé de Miguel Hernández.

Esa era la partida principal, pero en el ínterín, Alejandro Valverde, decidió cambiar el rumbo de las cosas. Y en el Puerto del 14% decidió aplicar el IVA al pelotón y se fue en busca de los escapados (Sicard, Anacona y Yates) a los que dirigió en el descenso hasta que fueron cazados a falta de 9 kilómetros. Fue una acto de gallardía, quizás de rabia (el lunes se vio implicado en una caída), de reivindicación ante el dominio de Nairo Quintana en su equipo. O de asustar a los rivales, de inquietarlos, de exigirles atención y sufrimiento. Lo que viene llamándose mover la sopa. No era un final para Valverde, pero quizás era un principio. Fue un garbeo agradable.

Pero ni los jefes ni los subalternos estaban por la labor. Los que aspiran a lo máximo no podían consentir que Valverde insultara su actitud. Y todos se movilizaron con urgencia. Y los que aspiran a lo cotidiano (o sea ganar cada día aunque al final no haya ganancia) tampoco estaban por la labor de permitir intrusos en su fiesta. Ya concluido el soliloquio de Valverde, Hansen atacó a traición a falta de kilómetro y medio, pero es difícil sorprender a la guardia de asalto del pelotón. Lo cazaron, lo apartaron y ahí surgió la figura menuda del balear Reynes lanzando el esprín. Se equivocó en el cálculo, pero se hubiera equivocado en cualquier cálculo. De pronto notó la sombra a su lado. El corpachón de Degenkolb da sombra hasta en la Córdoba de solano. Y lo vio partir. Pero Matthews quedó detrás del español. Y de Bouhanni no hubo noticias. Dos puertos al final eran demasiado para el francés. Y esperó sentado. Y Matthews, medio contento, se fue un poco más líder.

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